“Enrique Santos Discépolo, ¿pesimista o realista?”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Como cada año en el mes de diciembre celebramos el día internacional del tango. En la historia de este bello género musical compuesto de poesía, sentimientos, emociones, pasiones, música, letras, nos encontramos con figuras deslumbrantes como Pascual Contursi y Carlos Gardel, con tangos memorables como “Volver”, “La Cumparsita”, “Mi noche triste”, y así año con año vamos acercándonos al universo tanguístico a través de sus personajes, canciones, música, libros, anécdotas, y la presente conmemoración la dedicaremos a uno de los compositores más emblemáticos, influyentes y vigentes del tango como lo es el poeta, dramaturgo y compositor Enrique Santos Discépolo, quien definió al tango: “Como un sentimiento triste que se baila.”
Si tuviéramos que nombrar cinco tangos famosos, clásicos y universales, en esta selecta lista no puede faltar “Cambalache” compuesto por Enrique Santos Discépolo en 1934, pero si bien “Cambalache” es una joya musical, Santos Discépolo es mucho más que “Cambalache”, en su amplio repertorio nos encontramos con tangos celebres entre ellos: “Uno”, “Esta noche me emborracho”, “Qué vachaché”, y en lo personal el tango que considero más profundo, reflexivo, doloroso, realista y por lo mismo cruel, difícil más no pesimista, se titula “Yira, Yira”, y partiendo de la importancia de este magistral tango, vayamos a comentarlo y reflexionarlo.
Mucho se le acusó a Discépolo de ser un poeta pesimista, su escepticismo radiaba en pesimismo, sin embargo, si bien la critica que provocaron sus letras en algunos momentos se consideraron razonables, los años nos han enseñado que Discépolo como todo vate no fue pesimista sino realista y, sobre todo, previsor del futuro incierto del hombre, además, los ataques hacia sus composiciones son entendibles porque al hombre normalmente no le gusta lo desnuden y le describan su realidad, imaginase que los políticos, líderes religiosos, y a la propia sociedad le canten “Cambalache”: “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el 506 y en el 2000 también.” Si el tango lo escribió en 1934, ¿Por qué nos incluyó a nosotros que vivimos en el 2020? La respuesta de Discépolo está en la siguiente estrofa: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. Todo es igual; nada es mejor; lo mismo un burro que un gran profesor. No hay aplazaos ni escalafón; los ignorantes nos han igualao. Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón.” Y si se tienen dudas de la vigencia de esta descripción, utilizando la razón les comparto la siguiente afirmación: “Que falta de respeto, qué atropello a la razón, cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón.” Hasta aquí podemos preguntarnos: ¿Estamos ante un escritor realista o pesimista? ¿El contenido del tango se aleja de la realidad?
Sin apasionamientos creo que la respuesta es fácil, Discépolo fue un escritor duro, directo, sincero, pero jamás pesimista, sólo era un hombre desesperado que mediante la crítica a una sociedad deshumanizada, insensible, egoísta, buscaba un poquito de fraternidad, algo así como una voz que clama en la soledad, en la angustia y desesperación de vivir al lado del hombre y sentirse que día a día cae a un vacío interminable, por eso en “Yira, Yira” no pedía mucho, sólo andaba: “Buscando un pecho fraterno para morir abrazao…”
Si en “Cambalache” estamos ante una crítica política, social, religiosa, y particularmente con una puntual descripción de lo que ha sido, es y será el mundo, (no se equivocó, seguimos bailando el mismo tango), en “Yira, Yira” nos encontramos igual con una crítica social, sólo que aquí quien canta es una voz individualista que desgarradoramente pide un poco de amor, de compresión, de empatía, de solidaridad, en una palabra, pide un poco de humanidad en los humanos, y como sus gritos y ruegos no son escuchados opta por darnos una radiografía del mundo en que vivimos:
“Verás que todo el mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le importa… ¡Yira!¡Yira! Aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor.”
“Yira, Yira” es un tango fascinante, el escritor José María Otero en su libro: “ABC del tango, Biografías de grandes figuras”, afirma que las letras de Discépolo: “Son producto de una imaginación que construye, pero su expresión taladra.” Y es que “Yira, Yira” cala hondo, y más porque el sentimiento expresado en las letras de Discépolo fueron productos de experiencias propias, sobre “Yira, Yira” literalmente expresó: “Yira…Yira… surgió, tal vez, como el más espontáneo, como el más mío de los tangos. Venía yo, en 1927, de una gira en la que nos había ido muy mal. Y después de trabajos, fatigas, luchas y contratiempos regresaba a Buenos Aires sin un centavo. Me fui a vivir con mi hermano Armando a una casita de la calle Laguna. Allí surgió “Yira, Yira”, en medio de las dificultades diarias, del trabajo amargo, de la injusticia, del esfuerzo que no rinde, de la sensación de que se nublan todos los horizontes, de que están cerrados todos los caminos.”
Este maravilloso tango fue llevado a la pantalla grande en el año 1930, la película comienza con el siguiente dialogo entre Carlos Gardel y Discépolo: “Carlos. Decime Enrique. ¿Qué has querido hacer con el tango Yira..Yira? Discépolo: Una canción de soledad y desesperanza. Carlos: Hombre, así lo he comprendido yo. Discépolo: Por eso es que la cantas de una manera admirable. Carlos: ¿El personaje es un hombre bueno? Discépolo: Si. Es un hombre que ha vivido la bella esperanza de la fraternidad durante cuarenta años y de pronto un día, a los 40 años, se desayuna con que los hombres son unas fieras. Carlos: Pero decís cosas amargas. Discépolo: No pretenderás que diga cosas divertida un hombre que ha esperado 40 años para desayunarse.” E inmediatamente después del dialogo antes citado el “Zorzal criollo” canta con pasión, sentimiento, entrega total y con profundo desgarramiento: “Yira, Yira”.
Cuando la suerte qu’ es grela,
fayando y fayando
te largue parao;
cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol;
cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar…
la indiferencia del mundo
-que es sordo y es mudo-
recién sentirás.
Verás que todo el mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa…
¡Yira!… ¡Yira!…
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.
Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao…
Cuando te dejen tirao
después de cinchar
lo mismo que a mí.
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar…
Te acordarás de este otario
que un día, cansado,
¡se puso a ladrar!
Enrique Santos Discépolo inició su vida artística en el teatro, su hermano Armando es considerado el padre fundador del teatro argentino, pocos imaginaron que Discépolo llegaría a convertirse en uno de los más grandes compositores del tango-canción, cuando le preguntaron porque le gustó tanto el tango, Discepolín contestó: “Me gustan sus posibilidades futuras, las musicales y las literarias. Poder decir en tres minutos una historia si se le sabe encajar en la melodía.” Y ¡sí que supo encajar sus historias!, porque le bastaron tres minutos de “Yira, Yira” para deslumbrarnos, y con esos tres minutos se ha eternizado en el pensamiento y sentimiento del hombre…
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