La beatificación del Quinto Obispo de Veracruz, Rafael Guízar y Valencia, el 29 de enero de 1995, por su Santidad Juan Pablo II (1920-2005), marcó un hito significativo en la historia de la Iglesia Católica (Cfr: https://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_20061015_valencia_sp.html). Este reconocimiento de su santidad y virtud resaltó la vida y obra de un hombre excepcional que dedicó su existencia al servicio de Dios y de los demás, especialmente en la iglesia particular de Xalapa, obispado erigido en noviembre de 1864. San Rafael Guízar y Valencia nació el 26 de abril de 1878 en Cotija, Michoacán, México, y falleció el 6 de junio de 1938 en la Ciudad de México. Era miembro de una familia de hacendados y fue el quinto de once hijos.
La beatificación de Rafael Guízar y Valencia fue el resultado de un proceso que inició en 1951 en la Santa Sede, en un exhaustivo trabajo que incluyó la investigación de su vida, virtudes, escritos y milagros atribuidos a su intercesión. Su profundo compromiso con la fe, su labor pastoral y su valentía durante la persecución religiosa en México lo convirtieron en un ejemplo de santidad para la Iglesia y para el mundo.
Rafael Guízar y Valencia fue un obispo valiente y comprometido que defendió la fe católica en tiempos difíciles. Vivió la Revolución Mexicana, así como la primera cristiada, que fue organizada por el gobierno federal de 1926 a 1929, durante la presidencia de Plutarco Elías Calles. También enfrentó una segunda cristiada local entre 1930 y 1932, provocada por el gobernador de Veracruz, Adalberto Tejeda Olivares. Su labor misionera en Veracruz y su incansable trabajo a favor de los más necesitados lo convirtieron en un pastor ejemplar. Su humildad, caridad y devoción lo distinguieron como un verdadero siervo de Dios.
Su Santidad Juan Pablo II, en la oración del Angelus del domingo 29 de enero de 1995, proclamó las siguientes palabras: “Queridos hermanos y hermanas: el beato Rafael Guízar y Valencia, obispo mexicano, afrontó con valentía la dramática situación de su país católico, en el que la Iglesia era perseguida. Lo sostuvo en ello y lo inspiró siempre la íntima unión con la Eucaristía y con María Santísima, pilares de su vida espiritual. En efecto, quiso que en su escudo episcopal figurase la Virgen de Guadalupe de rodillas ante el Santísimo Sacramento.” En esa misma oración, en la que se conmemoraban los 50 años de la liberación del campo de concentración nazi de Auschwitz, San Juan Pablo II fue un testigo presencial de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
A lo largo de los 30 años transcurridos desde su beatificación, la figura de Rafael Guízar y Valencia ha continuado inspirando a fieles de todo el mundo. Su vida de oración, sacrificio y servicio sigue siendo un modelo a seguir para aquellos que buscan vivir una vida de fe auténtica y comprometida. Sin olvidar que once años más tarde llegó la canonización, en octubre de 2006, por Su Santidad Benedicto XVI. Un dato curioso es que fue Benedicto XV quien, en 1919, lo designó Quinto Obispo de Veracruz, por sede vacante, tras el fallecimiento del obispo don Joaquín Arcadio Pagaza (1839-1918). Tanto la beatificación como la canonización se realizaron durante el arzobispado del Cardenal Sergio Obeso Rivera (1931-2019).
En el ámbito de las ciencias sociales, el doctor Félix Báez-Jorge (1945-2023) publicó su investigación “Olor a Santidad” en 2006, bajo el sello editorial de la Universidad Veracruzana; es la biografía más completa sobre la vida y obra del obispo Guízar y Valencia.
En conclusión, la beatificación de Rafael Guízar y Valencia en 1995 fue un momento de alegría y gratitud para la Iglesia Católica. Su legado de fe, amor y entrega a Dios perdura hasta nuestros días, recordándonos la importancia de vivir una vida conforme al Evangelio y al servicio de los demás. Que la figura de este santo mexicano siga iluminando el camino de todos los que buscan la santidad y la verdad en medio de un mundo necesitado de esperanza y amor.
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