“Adolfo Ruiz Cortines, un gran civil como Presidente. Un gran Patriota como Mexicano”.
Homenaje del Pueblo de Veracruz (1977)
El 17 de octubre de 1953, es una fecha que nunca debe ser olvidada por las mexicanas. Es un día histórico y emblemático, es el día en que se publica en el Diario Oficial de la Federación (DOF) la reforma a los artículos 34 y 115 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, obedeciendo a la aprobación del Congreso Mexicano de la iniciativa de reforma presentada por el entonces Presidente de la República Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) de otorgarles los derechos políticos plenos, cumpliendo así el compromiso que hiciera, en su campaña, en la Magna Asamblea Nacional Femenil , realizada en el Estadio “18 de Marzo” un 6 de marzo de 1952.
Pero ¿qué sucedió antes del acontecimiento del otorgamiento del derecho al voto en 1953?
Las mexicanas antes de 1953, como muchos casos en el mundo, estaban vetadas en sus derechos políticos y ello les generaba un sentimiento de frustración, porque, aun poseyendo la natividad e identidad mexicanas, carecían de certeza jurídica como ciudadanas. Esto era producto de la cultura que prevalecía en el país, misma que fortalecía las formas de dependencia y sometimiento de la mujer frente al hombre, ubicando a estas como sujetos invisibles no actuantes, por ende, impedidas a la participación, así como limitadas en derechos y en la toma de decisiones políticas.
Y esa cultura imperante, contribuyó por siglos al fomento de sus limitaciones e inseguridades individuales, culturales, económicas, sociales y políticos. Derivado de ello, se cometieron muchas injusticias y discriminaciones, con mujeres con liderazgos naturales probados, que eran vistas con recelo o coraje, cuando pretendían interesarse en los asuntos públicos.
Sin embargo, mucho contribuyó en el despertar de estas, que se organizaran en agrupaciones y asociaciones, para que su voz y demandas se visibilizaran, eligiendo en este propósito los medios escritos y con ello poder así despertar el interés de los gobiernos nacionales o locales.
Abordar el tema del sufragio se hizo prioritario entre los grupos y asociaciones literarias femeniles a principios del siglo XX, entre estas estaban: “Hijas de Cuauhtémoc”, “Club Lealtad”, “Centro Bohemio”, “Ateneo Femenino”, “Círculo Feminista de Occidente”, “La Siempre Viva”, y algunos suplementos y revistas como: “No reelección”, “Correo de las Señoras”, “Aurora”, “Página Literaria de la Mujer”, “Ilustración de México Libre”, “Violetas de Anáhuac”, etc. (Gutiérrez, 2000: 215). “Violetas de Anáhuac”, fue una publicación muy antigua, impulsada por la escritora mexicana Laureana Wright Kleinhans, quien planteó por primera vez – a fines del siglo XIX, en un medio impreso la necesidad de otorgar a las mujeres el derecho al sufragio.
En la segunda década del siglo XX, la apertura para la que las mujeres participaran en los asuntos públicos se da en algunos gobiernos locales. En el estado de Yucatán durante el gobierno de Salvador Alvarado, en 1916, se realizó el histórico Congreso de Obreras y Campesinas, en el que participaron los principales liderazgos femeninos del país. Sin embargo, los resolutivos de esa reunión causaron polémica y fueron vistos con recelo por el enfoque radical de las propuestas. En una de las demandas del dictamen mencionaba que las mexicanas debían: … “gestionar ante el gobierno la modificación a la legislación civil vigente, otorgando a la mujer más libertad y más derechos para que pueda con esta libertad escalar la cumbre de nuevas inspiraciones…se le ayude fomentando las tendencias socialistas que impulsen a la mujer hacia los ideales del libre pensamiento”. Y en sus párrafos finales agregaban: … “la mujer del porvenir puede desempeñar cualquier cargo público, que no exija vigorosa constitución física, pero no habiendo diferencia alguna en su estado intelectual y el del hombre, es tan capaz como este de ser dirigente de la sociedad”. (FEM. 1979:12) Aunque las pretensiones del Congreso pudieran haber sido legitimas, lamentablemente no fueron aceptadas por los hombres en el poder.
Ante esas posiciones de desconfianza, el otorgamiento del sufragio universal había de esperar varias décadas para hacerse realidad. Y la nueva oportunidad se daría en la instalación del Congreso Constituyente de la ciudad de Querétaro en 1917. En este, Hermila Galindo de Topete, se apostó con su grupo en la puerta del recinto y entregó la solicitud para que esa instancia considerara en los acuerdos, el reconocimiento a los derechos políticos de las mexicanas. Al ser discutido el tema, la conclusión fue: NO otorgar el voto. Y el argumento fue contundente: “El hecho de que algunas mujeres excepcionales tengan las condiciones necesarias para ejercer satisfactoriamente los derechos políticos, no funda la conclusión de que estos deben concederse como clase, la dificultad de hacer la selección autoriza la negativa”[1]
Pese a la no aceptación del Constituyente, las mujeres no cesaron en su empeño. Buscaron incursionar en los cargos públicos locales, pero su presencia obedecía más a la voluntad de los gobernantes en turno que al hecho de alcanzar un reconocimiento político. Un caso de excepción lo fue el estado de Yucatán que desde 1922 el gobierno de Felipe Carrillo Puerto había concedido el voto municipal a las mujeres. Sin embargo, en la mayoría de las entidades los casos eran distintos y, mujeres que buscaron candidaturas e incluso ganaron elecciones, fueron obligadas a renunciar por no convenir su presencia a los intereses de los hombres en el poder o simplemente no les fueron reconocidos sus triunfos. Hoy menciono a 7 de ellas como ejemplo:
Rosa Torre G. (1890-1973), primera mujer regidora que ocupó un cargo en un ayuntamiento mexicano, en 1922 en el de Mérida, Yuc.[2] Obligada a renunciar una vez que cae el gobierno de Felipe Carrillo Puerto. Elvia Carrillo Puerto (1878-1968), Raquel Dzib Cicero (1882-1949) y Beatriz Peniche Barrera. (1893-1976), Yucatecas que 1923 contienden y ganan posiciones en la Legislatura local: Elvia Carrillo Puerto por el distrito de Izamal, Raquel Dzib y Beatriz Peniche por el primero y segundo distrito de Mérida respectivamente. A la caída del gobierno y asesinato en 1924 del gobernador Felipe Carrillo Puerto, fueron forzadas a abandonar el cargo.
Igualmente sucedió con Soledad Orozco de Ávila (1904-1996), en Guanajuato en 1937; por primera vez el Congreso local permitió la participación de una mujer para las elecciones de diputadas locales, pero inconformidades de la Federación de Trabajadores de León originó que se le desconociera su postulación. Igualmente, María Tinoco y Enriqueta L. de Pulgarón, en 1936 en Veracruz, el PNR lanzó sus candidaturas a Diputadas locales, pero a pesar de contar con el apoyo de su partido, el departamento electoral nacional no aceptó su registro.
Estos acontecimientos fueron una constante que se repitió a través de los años. A algunas de ellas la historia las registra, a otras ni siquiera las recuerda.
A inicios del siglo XX y con la incorporación de las mujeres a los centros educativos y laborales, surgió una nueva etapa, estas enarbolaron la lucha de causas y sus demandas las dirigieron a la búsqueda de mayores oportunidades educativas, de trabajo, salud y por supuesto el tema del derecho al voto. Para ese momento, se habían incrementado los movimientos sufragistas y feministas en todo el país que, desde la sociedad civil, el periodismo, y los centros universitarios hacían acto de presencia en diferentes escenarios.
Sin embargo, las demandas no fraguaban y es cuando estas deciden que la mejor manera de alcanzar sus objetivos era incursionando en los partidos políticos. De esta manera, muchas distinguidas mexicanas que había construido un liderazgo fuerte en los movimientos feministas civiles se incorporaron al partido de la revolución a través de sus movimientos y frentes[3].
Continuará
[1] Dictamen de fecha 25 de enero de 1917, firmado por Diputados integrantes de la Comisión revisora: Francisco J. Múgica, Enrique Recio, Enrique Colunga, Alberto Lomán, Luis. G. Monzón.
[2] Lladó C. Zaida Alicia, (2010), “La participación de las mujeres del PRI en la vida política de México (1929-2010): avances, rupturas y cuentas por saldar”, Xalapa, Ver.
[3] Entre ellas podemos mencionar a Elvia Carrillo Puerto, líder de la Liga Orientadora de Acción Femenina (fundada en 1927), el Bloque Nacional de Mujeres Revolucionarias (1929) integrado por profesionistas y presidido por Florinda Lazos León, el Partido Feminista Revolucionario (1929) de donde surge la primera dirigente nacional femenil del PNR, Edelmira Rojas y la Confederación Femenil Mexicana (1931) cuyas bases serían los sindicatos obreros y campesinos encabezada por María Ríos Cárdenas. (Llado 1995: 35).