Prosa aprisa
A mí que me registren, se defiende Cuitláhuac
Arturo Reyes Isidoro
A punto de que regrese al estado el presidente Andrés Manuel López Obrador (podría venir hasta en dos fechas diferentes en este mismo mes; será su primera visita del año a Veracruz), en medio del escándalo por la entrega de contratos por más de 100 millones de pesos a una empleada administrativa de la SEV que apenas si gana 9,581 pesos al mes, el gobernador Cuitláhuac García Jiménez salió ayer a defender su inocencia.
A mí que me registren, pareció decir. Declaró que es honesto, que no tiene ningún prestanombre, sacó a relucir su trayectoria y su perfil académico, recordó que es maestro de tiempo completo en la UV, dijo que no tiene negocios ni es empresario y, ¡chispas!, parece que lo que le dolió fue que Movimiento Ciudadano lo comparara con Javier Duarte. “Yo me ofrecí a que me investigaran. Soy honesto y contra eso no van a poder. Que no ofendan, yo no me llevo así con Movimiento Ciudadano, ¿cómo me comparan con Duarte?” (alcalorpolitico.com).
Ha reaccionado con oportunidad. Era necesario. Solo un lujo no se puede dar: fallarle al presidente, quien ha metido las manos al fuego por él y cada que puede lo pone como ejemplo de honestidad. Pero su defensa personal no es suficiente. Una cosa es que no sea culpable, que no haya tomado un solo centavo del erario, de los recursos públicos, y otra es que sea responsable de permitir que algunos de sus colaboradores, en los que ha confiado, acaso los más cercanos a él, a su afecto personal, le estén metiendo las manos al cajón con una bolsa de lona al lado, del tamaño de un barril.
Lo peor que le podría pasar es que Andrés Manuel le perdiera la confianza, con una severa recriminación de por medio. No solo es que él sea honesto y hasta lo parezca (“La mujer del César no solo debe serlo, sino también parecerlo”, habría dicho Julio César cuando las matronas le pedían que no se divorciara de Pompeya, su esposa, lo que había decidido para evitar suspicacias tras un escándalo porque en una fiesta de mujeres en su propia mansión se había colado un hombre disfrazado de mujer; otra versión de la frase es: “La mujer del César no solo debe ser honesta, o casta, sino parecerlo”); no solo es que sea honesto y hasta lo parezca, sino que no debe permitir que en su gobierno, por un acto de corrupción de alguno de los suyos, se dé pie a que se reniegue de una de las proclamas insignes del gobierno de la 4T, de López Obrador: la de la honestidad.
Ayer no salió de lo mismo: que Araly Rodríguez Vez se asumió como “representante” de empresas (no mencionó cuáles) y que “todo” sería un esquema de evasión de impuestos. Si se casa con su versión y no ve, o no quiere ver, más allá, entonces podría estarse metiendo en serios problemas presentes y futuros, porque por todos los indicios que han aflorado a la luz pública estamos ante un caso de corrupción de grandes proporciones, que si no lo resuelve a tiempo y en forma satisfactoria, esto es, aplicando la ley contra el o los culpables, sea o sean quiénes sean, si no en su gobierno, posiblemente o casi seguro en los que vengan van a investigar a fondo y a proceder y el responsable seguirá siendo él. Debe verse en el espejo de Javier Duarte.
Mis compañeros reporteros no han aflojado el tema y han seguido exponiendo inconsistencias. Por ejemplo, ayer Jair García recordó que desde 2020 el Orfis detectó que en la Secretaría de Salud le habían adjudicado a la mujer contratos de manera directa sin siquiera estar en el padrón estatal de proveedores; que en febrero de 2020 le dieron su primer contrato y casi un mes después le dieron de alta en el registro estatal, algo totalmente fuera de la ley. El periodista manejó algún tiempo el área de prensa de la Fiscalía General del Estado, luego entonces conoce la normatividad oficial. Dijo: “Es un claro hecho de corrupción, en el cual participan al menos los directores administrativos de Salud, Seguridad Pública y DIF Estatal, además del Tesorero de la Sefiplan”. ¿Quién puso a esos directores y al tesorero? ¿A quién responden?
Con otra. Un funcionario de la Fiscalía General de la República me alertó ayer: ¿Existe Araly? ¿Y si le robaron su identidad para usarla en el desvío de recursos como hicieron en el gobierno de Duarte con varias personas que ni sabían que las involucraban en los ilícitos? Me comentó que en las fiscalías federales de todo el país a diario reciben denuncias de robos de identidad. También se preguntaba, y me dijo que lo procesara: ¿Cómo es que en los bancos una simple empleada que no gana ni 10 mil pesos mensuales ha podido mover más de 100 millones de pesos? Si no fue ella, supuesta prestanombre y representante legal de las empresas, ¿quién hizo el manejo de los recursos en las instituciones bancarias?
Habrá que escuchar qué dice AMLO ahora que llegue. No sería raro, para nada, que saliera en defensa del gobernador y sobre el tema dijera que se trata de politiquería. Sería su dicho contra todos los elementos que ya han aflorado, en buena parte gracias a la prensa profesional que detonó el caso, que ha estado alerta y ha documentado con testimonios lo que todo indica que es el gran escándalo de corrupción de este gobierno. El gobernador, él y solo él, puede limpiar la casa que los veracruzanos le dieron a administrar por seis años, que pronto se le acabarán. Habrá que ver si tiene voluntad política para hacerlo. Hay que esperar para saber si pone por encima de malos servidores públicos los intereses de todos los veracruzanos, de quienes es el dinero que está en juego.
Y silencio ante el alza en tarifas de autopistas
Los gobernadores de Sinaloa y Nayarit, Rubén Rocha y Miguel Ángel Navarro, respectivamente, expresaron su molestia por el aumento en las tarifas de las casetas de las carreteras de la red federal de autopistas decretado por la SICT. En nombre de los habitantes de sus estados se pronunciaron en contra, “dado que resulta lesivo para la economía de nuestra población”. Cuánto me hubiera gustado que hubiera hecho lo mismo el gobernador Cuitláhuac García Jiménez en defensa de la economía de los veracruzanos. Pero mientras siga el sometimiento a López Obrador será más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja.