Cartas a la redacción.
A la comunidad universitaria y a la sociedad en general:
No escribo esto solo por mí. Esta carta nace de muchas conversaciones entre compañeros y compañeras de distintas facultades que, como yo, están preocupados por lo que está ocurriendo en la Universidad Veracruzana. No es fácil atreverse a decirlo, pero creemos que ya no basta con quedarnos callados o quejarnos entre clases. Es momento de alzar la voz, porque lo que está en juego no es cualquier cosa: es el futuro de nuestra universidad y el valor de todo lo que representa para quienes estudiamos aquí.
La situación que atraviesa actualmente la Universidad Veracruzana (UV) es sumamente preocupante y no podemos permanecer indiferentes ante los acontecimientos que se están desarrollando.
Como veracruzano, ingresar a la UV siempre fue un sueño para mí. Al recorrer sus imponentes facultades, áreas deportivas, centros de reunión y museos, me sentía orgulloso de formar parte de una institución con prestigiosos profesionales y expertos en diversas disciplinas, muchos de ellos con reconocimiento nacional e internacional.
Sin embargo, al estar próximo a egresar, he notado desviaciones preocupantes en el rumbo de nuestra universidad. He observado cómo se desestima la experiencia de profesores con trayectoria, mientras que docentes jóvenes, recién egresados de posgrados, imparten materias sin la experiencia necesaria. Algunos incluso admiten que impartirán asignaturas fuera de su especialidad porque “se las asignaron” y que “aprenderemos juntos”, lo cual refleja una falta de planificación y compromiso con la calidad educativa.
Además, es evidente la existencia de un sistema de favores dentro de la institución, donde se asegura la asignación de plazas y comisiones a familiares y allegados, creando un círculo cerrado que perpetúa prácticas poco transparentes. Estas situaciones no solo afectan a las facultades, sino que también se extienden a las áreas administrativas y, lamentablemente, hasta la rectoría.
Como estudiantes, aspiramos a superarnos y convertirnos en profesionales competentes, con oportunidades de desarrollo económico y personal. Sin embargo, parece que, en la UV, al igual que en otros ámbitos gubernamentales, los puestos no se asignan por mérito o preparación, sino por conexiones familiares o políticas.
Recientemente, hemos sido testigos de intentos por modificar la Ley Orgánica de la UV, eliminando el límite de edad para ocupar la rectoría, lo cual permitiría la reelección del actual rector, Martín Aguilar Sánchez, quien ya supera la edad establecida anteriormente. Aunque posteriormente se solicitó suspender el proceso legislativo de esta iniciativa, la intención inicial genera dudas sobre la transparencia y los intereses detrás de estas reformas.
Es fundamental que la comunidad universitaria, especialmente los estudiantes, tengamos una participación activa y efectiva en los procesos de toma de decisiones, incluyendo la designación del rector. Nuestra voz debe ser escuchada y considerada, garantizando un proceso transparente y democrático que refleje los valores y principios que deben regir a nuestra máxima casa de estudios.
Hago un llamado a todos los sectores de la UV a reflexionar sobre el rumbo que está tomando nuestra universidad y a trabajar juntos por una institución más justa, equitativa y comprometida con la excelencia académica y la formación integral de sus estudiantes.
En los últimos días también varias personalidades académicas desde exrectores, exintegrantes de la Junta de Gobierno y hasta posibles aspirantes a la rectoría, cuestionando lo que está pasando. Dicen que modificar la ley para que alguien pueda seguir en el cargo, aunque ya no cumpla con los requisitos, no es justo y parece hecho a modo. Incluso han señalado que las decisiones ya no se están tomando, pensando en el bien de la universidad, sino en intereses personales. Todo esto nos deja pensando si realmente el proceso de cambio será transparente o si ya está todo decidido desde antes.