Cuando el entrenador de un equipo de futbol que está perdiendo el partido cambia a dos o tres jugadores porque están jugando mal, ningún aficionado le reclama. Por el contrario, lo celebran. Sobre todo si los cambios hacen más ofensivo al equipo y le dan la vuelta al marcador.
Pero cuando un jugador no está haciendo bien las cosas y el entrenador se empeña en mantenerlo, le llueven mentadas y algunas trascienden en el tiempo. Como las que hasta la fecha recibe Miguel Mejía Barón, por haber aguantado a García Aspe en lugar de sustituirlo por Hugo Sánchez que se quedó en la banca en el Mundial de 1994 contra Bulgaria.
Salvo una que otra excepción, los miembros del gabinete de López Obrador no están en sus puestos por capaces, sino porque han ido sus más leales y fieles compañeros de lucha. El problema es que los puso en dependencias que les quedan muy holgadas. Y bajo esa premisa también escogió a gobernadores, senadores, diputados y alcaldes. Y ahí están las consecuencias.
La ventaja para ellos es que a pesar de su lamentable desempeño no tienen temor a ser removidos.
Andrés Manuel no ve la remoción de un funcionario como una manera de corregir para mejorar, sino como signo de que el presidente se equivocó al escogerlo. Y no tolera que “el pueblo” piense que la regó. Vaya tontería.
Se me ocurre que si le pidiera al gobernador Cuitláhuac García que presente ante el Congreso local un permiso por tiempo indefinido para ausentarse del cargo, pero antes les exija su renuncia a Eric Patrocinio Cisneros, Hugo Gutiérrez Maldonado y Roberto Ramos Alor, nadie en Veracruz, absolutamente nadie se lo reprocharía.
Hasta sus adversarios, que ya se cuentan por millones en la entidad, lo ovacionarían de pie. Eso sin contar con que su decisión despresurizaría la olla del descontento popular y Morena ganaría casi sin problemas las elecciones del próximo año.
Lo mismo sucede con Hugo López-Gatell. El subsecretario de Salud que ya dio lo que tenía que dar… O mejor dicho, nunca dio lo que tenía que dar y por eso se debe ir.
Protagónico, creído y pagadísimo de sí mismo, el epidemiólogo colmó de mentiras a una sociedad que le creyó de buena fe. Y esas mentiras han ocasionado hasta ayer domingo 439 mil 46 contagios y 47 mil 746 fallecimientos.
A López-Gatell nunca le importaron los enfermos sino quedar bien con el presidente y por eso avaló sus estupideces como promover los abrazos y descalificar el uso del cubrebocas.
El jueves anterior hubo 7 mil 730 nuevos contagios y 639 defunciones en 24 horas. El viernes, el mes de julio se despidió con 8 mil 458 nuevos casos y 688 muertos. El sábado primer día de agosto, nos trajo 9 mil 556 nuevos contagios y 784 muertes. Y ayer domingo la cifra disminuyó a 4 mil 853 nuevos casos y 274 decesos en 24 horas.
Pero el daño ya está hecho. Las cifras son dramáticas con 30 mil 597 nuevos casos y 2 mil 385 muertos ¡en cuatro días!
A López-Gatell le faltaron tamaños para hacer valer su autoridad médica frente a la ignorancia del presidente que casi casi por decreto quería que la pandemia se fuera del país antes del Día de las Madres. Y también le faltaron tamaños para exigirle que se pusiera un cubrebocas y ponérselo él mismo.
Ambos por su displicencia, son responsables de la cantidad de contagios y muertos por el coronavirus. Pero como el entrenador no va a renunciar y el hilo siempre se rompe por lo más delgado…
López Obrador debe sacar del partido al jugador López-Gatell porque está metiendo puros autogoles y tiene iracundos a los aficionados, pero sobre todo a los jugadores que se están partiendo el alma en la cancha (médicos, enfermeras y camilleros de la primera línea de combate).
El partido ya no se va a ganar y tampoco se va a empatar, pero debe poner a alguien que ayude a inhibir los contagios y por ende las muertes, es decir, alguien que contenga la goliza. Aunque como responsable de no sustituir a tiempo a López-Gatell, tendrá que responder más adelante.
Al partido en Veracruz Andrés Manuel todavía le puede dar la vuelta y ganarlo si saca de la cancha a cuatro jugadores displicentes e irresponsables y los reemplaza hasta por el aguador, el masajista, el utilero y alguien de la porra. Sólo es cuestión que se decida.
Si se empeña en dejar hasta el final del partido a Cuitláhuac, Eric, Hugo y Roberto, que no salga después con la jalada de los entrenadores mediocres y le eche la culpa al árbitro (en este caso al INE) de la goliza que reciba Morena en el 2021.
Y además, que se prepare para el aguacero de improperios y mentadas que se le vendrá encima.