Al borde del vacío.

’28/03/2024’
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’28/03/2024’

Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no la escucha.

Víctor Hugo

 

 

Dicen los expertos que el riesgo es de dimensiones planetarias y ya toca duramente nuestras puertas. Las dimensiones de la catástrofe son el exterminio de nuestra especie, los mensajes que nos envía la naturaleza muestran que hemos cruzado los límites, la desbordada acción humana ha costado vidas de  flora y fauna que no recuperaremos, pero se insiste en continuar con la extinción.

Modificar la relación con nuestro planeta es un imperativo de vida. No modificar el modelo seguido hasta ahora, ha significado, además de altísimos niveles de desigualdad e injusticia social, la depredación de los recursos naturales. El cambio climático es hoy una catastrófica realidad y deben tomarse acciones contundentes.

Exijamos que los gobiernos todos establezcan sin demora, las estrategias y metas claras para detener la profundización de la tragedia ambiental. En ello debemos comprometernos, demandando políticas públicas que frenen la producción de los gases de efecto invernadero, con el uso de alternativas energéticas apoyadas con presupuestos suficientes  para el desarrollo de acciones específicas de protección y estímulo para la salvaguarda de nuestro planeta.

Los fenómenos naturales atípicos que miramos y padecemos más frecuentemente muestran los desequilibrios medioambientales. Las altísimas temperaturas en Canadá, los deshielos en los polos, la creciente cantidad de incendios forestales, hasta la misma pandemia, son elementos que evidencian los agotamientos planetarios, acercándonos al terrorífico escenario de que la temperatura planetaria se incremente en 1.5 grados en el transcurso de esta década, lo que nos ubicaría en un punto de no retorno.

El temor, más bien dicho, el terror de la comunidad científica es evidente ante la falta de señales positivas para contener el incremento. La falta de voluntad de muchos gobernantes y la increíble lejanía e indolencia de muchos en nuestras sociedades, ante lo que sucede ahora y nos puede pasar demasiado pronto, nos hace compartir los terrores de los expertos.

Es muy claro que para encarar la tragedia se necesita la cooperación internacional. Se requiere un gran esfuerzo por alinear políticas de trascendencia del mayor calado, para realmente darnos una oportunidad de vida. Sin embargo, la responsabilidad social no es cosa menor, no solo como una condición para la exigencia sino como modificación de políticas locales y formas de vida privadas.

Debe quedar diáfanamente claro que como especie no tenemos otra casa para habitar, que la responsabilidad de “este diminuto punto azul”, como diría Carl Sagan, que compartimos junto al resto de los seres vivos del planeta, nos corresponde únicamente a nosotros y que la estamos destruyendo. La huella de nuestra presencia ha sido ya muy negativa y nos ha puesto al borde del vacío.

LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA

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