AMLO: entre Plutarco Elías Calles y López de Santa Ana

’30/06/2024’
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*Solo regresaría si hay guerra, como su “Alteza Serenísima”

*Y buscaría ser el poder tras el trono como en el Maximato

 

MAS ALLA de Benito Juárez y Francisco I Madero, por quienes, realmente, el Presidente Andrés Manuel López Obrador siente una especie de normopatía (fenómeno psicológico que se refiere al deseo intenso de una persona de ser como otros, adaptándose a normas, comportamientos y expectativas sociales, incluso a costa de negar su verdadera identidad) es por Antonio López de Santa Ana y Pérez de Lebrón, once veces Presidente de México en periodos cortos, ya que solía pedir licencias para encabezar al ejército en diferentes contiendas, regresando en esas mismas ocasiones para seguir su mandato, y su último y más largo periodo, el onceavo (1853-1855) fue luego de ser instalado por el golpe de Estado contra Mariano Arista. Su otro non plus ultra es, sin duda, el fundador del PRI, Plutarco Elías Calles, quien después de concluir su presidencia en 1928, tras el asesinato de Álvaro Obregón, fue apodado “Jefe Máximo” de la Revolución controlando a los sucesivos presidentes entre 1928 y 1934, ejerciente el absoluto control de tres mandatos presidenciales: Emilio Portes Gil (1928-1930), Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) y Abelardo L. Rodríguez (1932-1934). Y es que el Maximato fue una época dentro de la Historia de México en el que gobernaba Elías Calles, imponiendo a los presidentes de México a los que manipulaba, dándoles la sociedad el sobrenombre de “títeres” o “peleles” en las manos del Jefe Máximo, sin embargo, al arribar al poder el general Lázaro Cárdenas del Río –a quien buscó, también, manejar-, el michoacano decidió expulsarlo del País junto con sus generales y seguidores obreros más cercamos, dando fin a ese nefasto periodo y comenzar realmente su gobierno, lo que se conoce como un parteaguas histórico que sentó las bases para que, en lo sucesivo, la historia de poder absoluto no se repitiera nunca más, a tal grado que para evitarlo, el sucesor mandó a la congeladora al antecesor, enviándolos como embajadores lo más lejano posible o en el peor de los casos, abriendo investigaciones por presunta corrupción de él o sus funcionarios.

 

PERO LOS tiempos parecen estar cambiando, y AMLO, que busca ser el poder tras el trono en el Gobierno de Claudia Sheinbaum, ha dejado entrever algunos asegunes, como la presunta versión de que la futura Presidenta de México lo invitó a ser Secretario de la Defensa Nacional, cargo que comedidamente rechazó, aunque dejó en claro que sólo regresaría del retiro que se impondrá en su finca, solo si hay guerra o una invasión, algo que no ocurre desde el 21 de abril de 1914, cuando el Puerto de Veracruz fue bombardeado e invadido por una flota militar de Estados Unidos, siendo el pretexto la negativa del usurpador  Victoriano Huerta de aceptar la exigencia de izar la bandera norteamericana en ese puerto. No hubo declaración de guerra, el almirante Fletcher encabezó el bombardeo y la invasión que dejó muerte y destrucción. La defensa del puerto por parte de la Armada de México y de la población fue heroica, pero los marines yanquis, con superioridad militar, ocuparon Veracruz, aunque después se sabría que la ocupación estadounidense tuvo el propósito de evitar la llegada de un gran cargamento de armas a manos del ejército federal mexicano, y así apoyar a las fuerzas constitucionalistas de Venustiano Carranza en su lucha revolucionaria. Ocurrió pocos días después del llamado incidente de Tampico del 9 de abril de 1914, por el cual el gobierno estadounidense se sintió ofendido por el gobierno de Victoriano Huerta. La invasión culminó con la salida de las tropas extranjeras el 23 de noviembre del mismo año.

 

DESPUES DE aquello, México no ha sido invadido por ningún ejercito extranjero, ni ha sido víctima de alguna declaratoria de guerra gracias al trabajo diplomático de sus funcionarios subsecuentes. Sin duda, ha habido dificultades comerciales, acusaciones por aranceles innecesarios, exigencias de devolución de tesoros históricos, y todo lo que implican las relaciones entre iguales sin que se rebasen los criterios de civilidad. Ha habido escaramuzas provocadas por México como en el caso de Perú, el segundo destino de las inversiones mexicanas en América Latina y el primero de la Alianza del Pacífico, con una inversión acumulada que supera los 14 mil millones de dólares. Perú es, además, un aliado estratégico de cara a Sudamérica, donde nuestro país desempeña un papel fundamental como líder regional. Pese a ello, López Obrador criticó severamente y de manera poco caballerosa a la Presidenta Dina Boluarte tras la destitución, desde su punto de vista ilegal e inconstitucional del, entonces, mandatario Pedro Castillo que buscó dar un auto golpe de Estado, de tal suerte que, para los congresistas peruanos, López Obrador realizó declaraciones “ideologizadas” y “cargadas de falsedades”, luego que Castillo fue derrocado tras intentar disolver el Congreso.

 

Y UNO se pregunta: ¿de qué probable guerra o invasión habla AMLO, cuando México se ha significado por ser un País pacífico hacia el exterior, aunque en su interior se desangre a diario? ¿O acaso estará haciéndose el interesante como Antonio López de Santa Ana, aunque este si empuñaba las armas? Y es que no nos imaginamos a López Obrador con una bazuca al hombro tipo John James Rambo o el exterminador. Tampoco lo vemos en una tanqueta blindada o conducencia un helicóptero o avión de guerra como en el Día de la Independencia, salvo que deseara coordinar las acciones desde un escritorio, como es su costumbre, porque de otra manera, en el remoto caso de que gane Donald Trump la Presidencia de Estados Unidos y quiera imponer una política de terror al País, que no lo creemos, no sabemos cómo México estaría en un riesgo de guerra.

 

PERO AMLO, al decir que solo abandonaría su retiro en caso de una invasión o guerra, está rememorando a López de Santa Ana, aunque su corazoncito también late por Plutarco Elías Calles, a quien la sociedad de su tiempo culpaba intramuros del asesinato de Álvaro Obregón Salido, en cuya Presidencia comienza la reconstrucción del país atendiendo a la educación pública, la deuda externa y el campo, siendo asesinado el 17 de Julio de 1928, tras salir a comer invitado por los diputados del estado de Guanajuato, en el restaurante “La Bombilla”, ubicado en San Ángel. José de León Toral acudió al lugar tras varios días de espiar a Obregón, y aprovechó sus habilidades de dibujante para acercarse a los políticos. Hizo un dibujo a varios diputados, y finalmente llegó a Obregón, a quien también retrató y, cundo los comensales se descuidaron, Toral sacó su pistola y lanzó seis disparos a Álvaro Obregón, quien cayó muerto al instante. El asesino fue rápidamente detenido y algunos policías intentaron matarle, pero el diputado Ricardo Topete lo salvó arguyendo su importancia para esclarecer el crimen. Con la muerte de Obregón, que ya era Presidente electo, Elías Calles nombró a tres Presidente de la República interinos a los que manipuló a su antojo, como seguramente AMO busca manipular a Claudia Sheinbaum, como ya lo hace en materia de reformas constitucionales que le permitan al tabasqueño consumar su venganza contra los adversarios. A ver qué pasa. OPINA carjesus30@hotmail.com

 

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