La capacidad de expresar opiniones contrarias apasionadamente es el mayor signo de una democracia sana.
Steve Maraboli
Nuestra democracia vive un andar peligroso. Se mueve entre voces atronadoras que no reconocen los esfuerzos y luchas de muchos para consolidarla y se proponen resquebrajar lo hasta ahora logrado, bajo la consigna de que nada de lo existente es posible de rescatar, que solo ellos y sus afanes transformadores poseen el lápiz y el papel para escribir una nueva historia.
Lo que existe, lo alcanzado hasta ahora, es el fruto del esfuerzo de movimientos y luchas sociales e individuales para lograr consolidar muchas de las libertades que hoy se gozan en nuestro país. Por ello no puede ni debe ser desdeñado por nadie. El pregón dominante no es ni por casualidad el único referente de las aspiraciones libertarias, de legítima lucha por la justicia social o por lograr un México mejor ahora o en el pasado.
Mucha agua, variada, plural y rica en expresiones ha corrido y seguirá corriendo bajo los puentes de la historia, para que ahora “los transformadores” pretendan, de tan solo un tajo, minimizar las expresiones individuales y sociales diferentes a la suya, manipulando la historia de reivindicaciones y luchas de los últimos 50 años.
La posibilidad de encontrar mesura y voluntad para superar las posiciones que solo reconocen los rostros de la intransigencia, es complicada y remota. Señalemos la relevancia de apreciar las diferencias como garantías de una sociedad no alineada o subordinada a verdades únicas, que imposibilitan la reflexión o la expresión de lo realmente existente en un conjunto social mexicano que ha aspirado a concretar su pluralidad, multiculturalidad y multietnicidad más allá de reduccionismos que les encajonen.
Es difícil no tener presente y no preocuparse, ante el veloz avance de las posiciones que desestiman al otro, sin reconocer y respetar aquellas opiniones que no coincidan con su verdad, que se ubican en los extremos del mundo polarizado que sea ha vuelto nuestro espacio político y social. La realidad que estamos viviendo es peligrosa en si misma porque implica el rompimiento del entramado social y legal que nos conducen a un nivel de crisis que no podemos calcular.
No importa cuántas veces sea necesario insistir en la urgencia de un debate social y político de pautas para encontrar coincidencias; que las propuestas sean mucho más presentes y fuertes que las descalificaciones inmediatas que aseguran los desencuentros. La vorágine de los acontecimientos de hoy, confirman la cerrazón y la incapacidad de escucharnos, de respetarnos, no solo en el marco de las leyes que rigen nuestra convivencia o de actuaciones cívicas, sino también como forma básica para atemperar el ruido que la intolerancia provoca.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
México es el país del mundo donde más personal sanitario muere por COVID 19, y se siguen negando a vacunarlo, ¡¡¡increíble!!!…