Desde el Café
Ay Marcelo qué pena das
Bernardo Gutiérrez Parra
Sin darle muchas vueltas al asunto, el ganador de la encuesta para elegir al candidato de Morena a la presidencia de la República fue Marcelo Ebrard, pero como dije hace unos días “Marcelo no va a ganar la encuesta ni aunque la gane” y como fue. La alquimia de los morenos hizo bien su chamba y ya solo es cosa de oficializar el “triunfo” de la candidata de López Obrador para entregarle el bastón de mando. Bueno el bastón sí, el mando quién sabe.
Mientras Marcelo llamó a reponer el proceso interno “por las graves inconsistencias que encontramos” el líder de Morena; Mario Delgado, informó que se tenía un 90 por ciento de avance en la revisión de las boletas, que el conteo iniciaría ayer miércoles a las 12:00 del mediodía y el resultado se daría a conocer a las cinco de la tarde. Pero tan inútil lo de Marcelo como lo otro, porque la decisión ya estaba tomada de antemano.
Como quiera que sea Alfonso Durazo, que dejó la seguridad del país hecha un asco, mal gobierna Sonora y tiene la chamba de Presidente del Consejo Nacional de Morena dio a conocer los “resultados” nomás para taparle el ojo al macho.
Y Claudia “arrasó”.
La casa encuestadora Buendía le dio 36.6; Mercaei 39.3; De las Heras 41.1 y Helig 40.5 mientras que Marcelo se llevó el 26.1; 25.9; 26.4 y 25, respectivamente. Atrás de ellos quedaron Adán Augusto López en tercer lugar; Gerardo Fernández Noroña en cuarto, Manuel Velasco en quinto y Ricardo Monreal en sexto.
Desesperado ante lo inevitable, el ex canciller había llamado horas antes “cobardes” a Mario Delgado y Alfonso Durazo que no se tomaron la molestia de contestarle (déjenlo, está ardido el pobrecito), y hasta denunció el uso de la fuerza pública contra miembros de su equipo a quienes impidieron ingresar al conteo final de las boletas.
Pero fueron patadas de ahogado porque, reitero, desde antes que Durazo diera a conocer el resultado, todo estaba consumado.
Marcelo está realmente iracundo, pero si sigue en ese plan bastará con que Andrés Manuel lo acuse de desleal, mal agradecido y le endilgue su epíteto favorito: traidor, para que le baje a su revolucionado malestar.
Escucharlo quejarse de todo el proceso me dio bastante pena, no por lo que dijo, que fue producto de su frustración, sino por inocente, por creído y por tarugo, nomás por no decirle más feo.
Me cuesta trabajo creer que una persona con su pragmatismo, inteligencia y experiencia, que ya era un político de renombre cuando Andrés Manuel andaba bloqueando calles y carreteras, creyera en el tabasqueño cuando en el 2012 le prometió que sería su sucesor en la presidencia.
Como bien sabes lector, en aquel tiempo Marcelo ganó la encuesta del PRD, pero declinó por Andrés Manuel que amenazó con irse del partido. En ese entonces la popularidad de Ebrard estaba por las nubes, había sido nombrado el mejor alcalde del mundo y el escándalo de la Línea 12 del Metro estaba lejos de estallar. Tenía todo para ser candidato y ganar la presidencia, pero la cruzazuleó. Y tendrá el resto de sus días para arrepentirse.
Hecha unas pascuas Claudia le hizo un guiño: “Quiero decir que la unidad es fundamental y que las puertas siempre están abiertas, que nunca se van a cerrar”. Pero ambos saben que el guiño fue para la foto.
Dicen los enterados que López Obrador le prometió la presidencia del Senado como premio de consolación. Y de que se la prometió, júralo que sí, lector. Pero allá Marcelo si se la cree porque de que le hará lo mismo que en el 2012, eso puedes apostarlo.
Creerle a un mitómano, aceptar el ridículo apodo de corcholata (él que es tan finito), realizar una campaña por todo el país creyendo que se respetaría el resultado de las encuestas, fueron los grandes errores que cometió Marcelo en su vasta carrera política.
Si como Secretario de Relaciones Exteriores se ganó el respeto de la raza de bronce, como corcholata perdedora, que pena da el ex canciller.
- Durante una comida del Grupo de los 10 con el equipo que le coordinó la campaña a Marcelo Ebrard en Veracruz, el diputado Antonio Luna Rosales aceptó la apuesta de una comida con los miembros del Grupo si su gallo perdía. Ahora ya nomás falta saber el día, la hora y el lugar donde será el convivio. Estamos más que puestos, diputado Luna.