- El accidente del buque escuela en el puerto de Nueva York pudo haberse evitado
- Apunta hacia a la Guardia Costera de Estados Unidos (USCG) y al piloto del puerto neoyorquino
- Así como por una maniobra deficiente durante la salida del buque
Por Miguel Ángel Cristiani G.
Nos hicieron llegar los amables lectores de la Bitácora Política un análisis del accidente del buque escuela Cuauhtémoc en el puerto de Nueva York, hecho por un experimentado marino mercante retirado Rodolfo Celis quien ha sido jefe de máquinas e inspector naval en las capitanías de puerto de Veracruz, Coatzacoalcos y Altamira, esto es un resumen de lo que nos dicen:
El accidente del buque escuela Cuauhtémoc en el puerto de Nueva York pudo haberse evitado. Así lo asegura Rodolfo Celis, marino mercante retirado, ex jefe de máquinas e inspector naval en las capitanías de puerto de Veracruz, Coatzacoalcos y Altamira, quien apunta como principales responsables a la Guardia Costera de Estados Unidos (USCG) y al piloto del puerto neoyorquino, por una presunta falla en el sistema de propulsión que no fue detectada a tiempo, así como por una maniobra deficiente durante la salida del buque.
De acuerdo con Celis, las inspecciones navales en puertos estadounidenses, notoriamente rigurosas, debieron prevenir cualquier desperfecto mecánico del Cuauhtémoc antes de autorizar su salida. No obstante, en los videos difundidos tras el incidente se observa una embarcación sin propulsión, arrastrada por la corriente como “una cáscara de nuez”, sin apoyo eficaz de los remolcadores ni reacción oportuna del piloto a cargo de la maniobra. La omisión de medidas inmediatas para salvaguardar la integridad de la tripulación, asegura el especialista, revela una cadena de negligencias que compromete gravemente la responsabilidad del puerto de Nueva York/New Jersey.
Celis subraya que las normas internacionales, avaladas por la Organización Marítima Internacional y suscritas por México y Estados Unidos, establecen la obligatoriedad de una doble inspección: al ingreso y al egreso del buque. Si la USCG hubiese cumplido con su deber con el rigor acostumbrado, la falla de las máquinas propulsoras habría sido detectada y el percance, evitado. Además, durante la maniobra, el piloto del puerto —obligado por norma internacional a tomar el control operativo del navío en zonas de riesgo— no actuó con la premura necesaria, a pesar de tener a disposición remolcadores que pudieron controlar el movimiento del buque.
“La embarcación jamás mostró señales de propulsión: no hubo ni siquiera una leve turbulencia en el agua a popa, lo que evidencia un fallo mecánico grave. Aun así, los remolcadores no hicieron nada, como si estuvieran viendo televisión. Todo lo que podía salir mal, salió mal”, sentencia Celis. También aclara que el capitán del Cuauhtémoc, pese a que mantiene el mando absoluto de la nave, depende en esos contextos de la pericia del práctico portuario, quien tiene conocimiento detallado de las corrientes, canales y zonas de maniobra. La falta de acción inmediata para encallar el buque de manera controlada, aunque costosa, pudo evitar una tragedia mayor.
En cuanto a la reacción del gobierno local, Celis observa que la actitud del alcalde neoyorquino en entrevistas refleja la conciencia de la responsabilidad institucional. “No es pena lo que se ve en su rostro, sino el peso de saber que la responsabilidad recae directamente en su puerto, sus inspectores y su personal”, afirma.
Con más de tres décadas en altamar y media década como inspector naval, Celis no duda en calificar la situación como una falla sistémica que compromete no sólo la operación de un puerto clave en el comercio internacional, sino también el cumplimiento de tratados de seguridad marítima. A los críticos que sin conocimiento atribuyen la culpa al capitán o a las autoridades mexicanas, responde con claridad: “Opinar sin saber es ignorancia al nivel de la aberración”.
Finalmente, Celis lanza un mensaje de fraternidad y respeto a los marinos afectados: “En nuestra noble profesión sabemos cuándo salimos, pero no cuándo regresamos, o si es que regresaremos. A los hermanos caídos: ¡Buenos vientos y buena mar!”
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