“El obsceno pájaro de la noche.” Segunda entrega
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Uno de los valores de toda novela se encuentra en la capacidad en cuanto a la utilización del lenguaje. Esto incluye que en muchas ocasiones el lector puede llegar a desesperarse un poco debido a que el autor no avanza en la historia y se regodea demasiado en soliloquios que en momentos siente que son inconexos, les pongo el siguiente ejemplo: “Dicen…dicen…dicen: palabra omnipotente en las bocas raídas de las viejas, sílabas que almacenan todo el saber de las miserables…dicen…dicen que la Brígida era millonaria, dicen que la seda fina se plancha con la plancha tibia y rociando un poquitito…dicen que no van a demoler nunca esta Casa… dicen que metiendo una pajita en una botella el agua hirviendo no se quiebra el vidrio…dicen…dicen, siguiendo los meandros de los años y quizá los siglos la repetición de la palabra dicen, quién sabe quién dice y a quién se lo dice y cuándo se lo dice y cómo lo dice, pero de decirlo así lo dicen, y ellas repiten la seguridad de la palabra dicen que cuando un hombre se mete con una mujer embarazada el hijo nace monstruo.”
Por supuesto que este párrafo parte de la historia que se viene contando, no obstante, el párrafo se alarga y alarga, y en muchas otras partes de la novela, los párrafos se siguen alargando sobre ideas que parecieran que no tienen ninguna relación con la historia que se viene narrando. De hecho, en muchos casos no tiene relación. Claro está que en algún punto el autor retorna a la historia, pero el lector ya tuvo que chutarse un sinfín de páginas donde se percibe que la objetico central del escritor está exclusivamente en el lenguaje, es decir, en la posibilidades expresivas, lingüísticas, desde luego que pueden existir reflexiones profundas aunque no tengan aparente relación con la historia de la novela o de los personajes, en esencia, aquí el novelista se aprovecha de la libertad de narrar y experimenta desordenadamente lo que se le antoja. Algo importante: lo anterior puede causar en ciertos lectores asombro, y en otros, repugnancia. Este estilo está muy impregnado en las clásicas novelas del siglo XX. En el caso latinoamericano, por citar algunos ejemplos: “Terra Nostra” a pesar de la belleza de la novela, hay momentos que abruma, cansa, desespera. “Rayuela”, si bien es una obra maestra, en instantes los largos soliloquios de Horacio Oliveira exasperan. Si queremos señalar un ejemplo similar en un clásico de la literatura europea, sin duda alguna aparecerá el Ulises de James Joyce, basta con acudir al famoso capítulo 18 de esta inmortal obra y aquí Joyce le otorga la voz a Molly Bloom[1], puntualizando que estamos ante un largo soliloquio donde el autor no utiliza signos de puntuación, ni comas.
He querido especificar lo anterior, porque el lector debe saber que cuando ingresa a una novela de esta envergadura, se necesita mucha concentración, bastante paciencia, esto implica no desesperarse, y al concluir la lectura notará que a pesar de los disparates en los diálogos y las ideas relativamente discordantes, al final estamos ante una obra maestra no sólo por la exquisitez y amplitud del lenguaje, sino también porque resulta ser una sola obra de arte que se nos presenta con un sinfín de posibilidades en la lectura, en la interpretación. Por lo mismo son consideradas novelas totales, y por eso se antojan inabarcables. Reingresemos a la historia que venimos conociendo de la novela de José Donoso: “El obsceno pájaro de la noche.”
En el artículo anterior ubicamos como escenario central la capellanía donde habitan las huérfanas y el mudito. Al avanzar en la historia nos encontramos con un segundo escenario que resulta importante, este escenario es la hacienda llamada: “La rinconada”. Aquí han vivido por años y por generaciones la familia Azcointía. En esta hacienda vive don Jerónimo Azcotía y su bella esposa Inés Santillana. Debemos recordar que don Jerónimo es el último heredero de esta dinastía y no ha podido procrear hijos varones. Hasta el artículo anterior no tenemos muy claro cuál es la relación del mudito con don Jerónimo e Inés.
Resulta que el mudito fue empleado de don Jerónimo. De hecho, trabajó muchos años al lado de él. Aquí ya tenemos a dos personajes inseparables, aunque se odian. Por otra parte, Inés de Azcoitía al casarse con don Jerónimo, se llevó a vivir con ellos a la Peta Poce. Esta mujer pobre y mugrienta es muy querida por la bella Inés ya que le salvó la vida. Narra Inés que ella desde pequeña sufría unos dolores de vientre tremendos. En una ocasión el dolor casi la mata, pero la Peta Ponce le empezó a chupar el vientre y conforme le chupaba el dolor fue desapareciendo y a partir de entonces la niña Inés quedó libre de la enfermedad, misma que pasó al vientre de la Peta Ponce. Cuando don Jerónimo conoció a la Peta Ponce, le dijo a su entonces prometida que debía alejarse de la vieja. Inés es descrita como una joven bellísima. El día en que se casó con don Jerónimo, Inés no compartió el lecho con su marido. Aquí se cuenta toda una historia. Lo clave se encuentra que un día estaban en el campo, don Jerónimo la atrae hacia él, ella se resiste, él no se detiene, la besa, la toca, siente sus pechos y ella su miembro, le quita su vestido, le besa su piel, disfruta su belleza. Ella intenta resistir, más va cediendo. Inés se detiene un poco en lo que él promete y dice que sí a todo lo que ella pida con tal de poseerla, penetrarla, hacerla suya. Su piel es irresistible, don Jerónimo a todo dice que sí, ni cuenta se da cuando le promete que puede llevar a su casa a la Peta Ponce. Por fin la penetra. La disfruta. Los dos se disfrutan. Los dos se deseaban. Un acto acabado. Un acto consumado.
Tenemos a cuatro personajes viviendo en la hacienda. Los esposos Jerónimo e Inés felices. Y los fieles sirvientes Humberto Peñaloza y la Peta Ponce. Los años pasan. Don Jerónimo ingresa a la política, es candidato a Senador. El problema consiste en que Inés no puede quedar embarazada. Esta información la tenemos clara desde el artículo anterior, más, aquí ya sabemos a profundidad lo grave del asunto y los sufrimientos de la pareja por no ver nacer a un heredero que le dé continuidad a la dinastía de los Azcoitía. Un día cualquiera don Jerónimo andaba ocupado en sus reuniones, entonces, el mudito se encontraba convaleciente en casa de su patrón debido a una herida de bala que era para don Jerónimo, pero que fue recibida por su sirviente Humberto. La Peta Ponce llamó al mudito. Tampoco debe olvidar el lector que estamos ante un mundo de brujerías, hechicerías, misterios, etc. Así que la Peta Ponce sin ir físicamente hizo que el mudito caminara rumbo a su habitación mugrienta. Allí se encontraba Inés. No se sabe si Inés estaba consciente o inconsciente, lo que si queda claro es que ella al ver llegar al mudito, siempre creyó que era su esposo Jerónimo:
“A pesar de todo yo no era Jerónimo. Sólo mi sexo enorme era Jerónimo. Lo reconoció. Por eso me estaba permitiendo subirle el vestido, y abrió sus piernas, y me ofreció su sexo, manteniendo mi cara y mi cuerpo lejos de ella para que nada mío salvo mi miembro que era Jerónimo la pudiera tocar, para que mis manos no gozaran de su belleza, para que persistiera la nostalgia del servidor que la estaba sirviendo, y sin embargo ella decía Jerónimo, Jerónimo, y Jerónimo la penetró, Madre Benita, dejando a Humberto afuera, mudo desde ese momento porque no quiso oír mi voz reclamándole que me reconociera. Oblígala, Peta, que por lo menos me deje tocarle la mano, tú tienes poder para obligarla. Pero no me permitió ni eso porque tenía sus manos ocupadas en alejar de sí todo lo mío salvo mi sexo.”
Si estuviéramos ante una historia lineal, normal, podríamos afirmar que la Peta Ponce engatusó a Inés para que se embarazara de Humberto Peñaloza pensando que era don Jerónimo Azcoitía. No obstante, esta es una opción, pero más adelante a través de las largas narraciones del mundito, nos deja con la posibilidad de que él nunca se acostó con Inés, sólo con la Peta Ponce, empero, que producto de este acto sexual con una vieja sucia y mugrienta, Inés quedó embarazada. Otra posibilidad es que producto de las hechicerías, don Jerónimo se haya acostado con la Peta y de este acto su esposa Inés quedó embarazada. Todo es posible. Vivimos ante un mundo de realidad, fantasía, locura, enajenación, imaginación, algo de demencia…lo que es un hecho es lo siguiente: de este embarazo indescifrable hasta esta etapa de la lectura, nació el niño llamado Boy. Un niño monstruoso, en la novela es descrito así: “Desde el punto de vista científico, lo confirmaron los expertos, el nacimiento de Boy era una aberración: ese gorgolismo que le encogía el cuerpo y le encorvaba la nariz y la mandíbula como ganchas, ese labio leporino que le abría la cara como la carne de una fruta hasta el paladar…increíble, inaceptable, dijeron los médicos.”
Don Jerónimo decidió salvar a su hijo y algo más, la hacienda “la rinconada” será modificada para que allí viva su hijo. Le va a diseñar un mundo donde todos son feos. Humberto Peñaloza conocido como el mudito es el encargado de conseguir enanos, gente anormal, deformes. Boy tiene que crecer viendo que lo normal es lo feo, es decir, para el no serán feos, serán unos iguales. El anormal será el mudito. Que, si bien es insignificante, para nosotros es una persona normal. Aquí se desarrolla toda una trama, toda una historia. Resulta imposible contarles los principales acontecimientos. Por ahora me despido y les adelanto que en la próxima entrega les contaré el cierre total de la historia…
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[1] https://puntoyaparteonl.com/2022/12/28/__trashed-9/