“América.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
El “sentimiento oceánico” para Romain Rolland es una sensación que provoca cierta unidad. Lo percibo así: observo la mar, si voy embarcado y entre más avanzo más ilimitado veo el horizonte, esto posiblemente causa en mí una ilusión de eternidad, un efecto de infinitud a pesar de nuestra finitud. Para Rolland en esta impresión se encuentra la fuente de las religiones, la fe y la idea de eternidad. Esa emoción, tal vez, todos la hemos sentido y nos ayuda mucho para encontrarle significado a la vida. Empero, también conforme avanzan los años brotan en nuestro interior percepciones de insatisfacción, angustia, desasosiego, desinterés, pueden variar las causas de estas impresiones, no obstante, la insensibilidad del ambiente que nos rodea, la falta de empatía y la rutina de la vida son motivos poderosos.
En la novela: “América”, obra de Kafka publicada póstumamente en el año 1927, las vivencias de Karl Rossmann, protagonista central de la historia, produjo en quien escribe esa sensación de sentirte a veces muy solo en un mundo tan indiferente, frío, materialista, duro e impasible. Comienzo planteando lo siguiente: cuando alguien muy cercano a ti, ¡muy cercano!, no importa si es familiar o no lo es, simplemente es muy cercano e importante, y, de pronto, por motivos no poderosamente justificables decide alejarte, e incluso, el alejamiento que pretende incluye no saber nada de ti, no volver a verte. Ese acto es uno de los que más calán en el alma de toda persona. He escuchado decir que ese acto de abandono es más difícil de superar que el de la aceptación de la muerte. Puede el lector describirlo con las palabras que prefiera, un ejemplo: no tan sólo no le importo, no le interesa saber si vivo o muero. Invariablemente algo cambiará en el alma de quien lo padece.
Karl Rossmann es una joven de dieciséis años de edad. Sus padres lo embarcaron sólo con un pequeño baúl, un poco de dinero, y el joven imberbe emprendió el viaje inesperado para América, concretamente su barco llegaría a la imponente ciudad de Nueva York. Ahí Karl tendrá que aprender a sobrevivir solo. El motivo para que sus padres tomaran semejante decisión fue porque Karl vivió un pequeño romance con la sirvienta de la casa familiar y esta quedó embarazada. Entonces, sus padres no aceptaron que el hijo se casara con la sirvienta, asimismo, tampoco pretendieron que se hiciera responsable ni mucho menos ellos lo harían.
Este acto ensimismo ya nos describe la dureza e insensibilidad de los padres. Nadie justifica la conducta de Karl, mas, cuando se tiene esa edad tampoco podemos exigir perfección en las personas que están en proceso de formación humana. Por cierto, misma que es otorgada en gran medida por la propia familia. Si tu familia, ¡tu familia!, por un error básico, humano, no justificable, pero si comprensible, decide echarte de su casa, ahí se rompió algo que jamás podrá subsanarse. Partiendo de este hecho, el lector acompañará a un joven alemán viajando por la mar, y este es el punto de arranque de toda la historia. En cada capítulo aparecen algunos personajes que se vuelven fundamentales en la vida de Karl. El primero es el fogonero, personaje que conoce en el barco y del cual hay toda una historia. Pero en la parte final de este primer capítulo, Karl se encuentra y conoce a Jakob, quien resultó ser su tío. Jakob se lo lleva a vivir a su casa. Su Tío es Senador en Estados Unidos. Hasta aquí parece que conoceremos una historia positiva, humanitaria. El tío lo trata como si fuera su hijo; le regala un piano, le contrata a un maestro de inglés. Karl vive en un edificio que es toda una mansión…un día, Karl comete un error mínimo, de hecho, considero que el joven no cometió ningún error, ninguno. Aun así, el tío decidió no recibirlo en su casa y lo que parecería ser una historia romántica y humanitaria, en un acto simple, la vida volvió a cambiar.
Ya no es de extrañarse la actitud del tío materno. Basta recordar la determinación de los padres de Karl. La vida le recuerda de manera cruda a Karl, que nada es seguro, y a los lectores nos enseña que nadie debería sentir que vive en plena riqueza y que es inmune a las tragedias. Algo que se percibe en el personaje es que pese a todo lo malo que le sucede, nunca se amarga, nunca se desespera, ni mucho menos reniega de sus valores y conductas. Al contrario, sigue actuando de forma honesta. Un extra, sí se nota que posee un cerebro muy metafísico, eso hace que ciertos actos sencillos de resolver, para él sean actos más complejos. Esta característica resalta en el personaje, por ahí hay mucho material para analizar. Pero no es cosa menor observar que Karl siempre es un joven honorable pase lo que pase.
Echado de la casa del tío, nuestro personaje vivirá como vagabundo y pordiosero. Se une a dos hombres jóvenes llamados Delamarche (francés) y Robinson (irlandés), desde un inicio se descubre que nada bueno le traerán estas amistades, aunque no queda la menor duda que son amistades necesarias para ver qué puede lograr junto a ellos. El lector no debe olvidar que Karl se encuentra en una nación diferente, con costumbres y lengua diferentes. Así que por ahora lo trascendental es sobrevivir. Los nuevos amigos utilizan y roban a Karl, y en ese contexto Karl logra ser rescatado por una europea, paisana de Karl, ella es originaria de Praga. Esta mujer que es “la cocinera mayor” de un gran hotel, desde que vio a Karl lo quiso ayudar. Apreció que era un joven bueno, limpio, honesto, muy solo y abandonado en un mundo cruel. “La cocinera mayor” le consigue un empleo. Parece que Karl por fin logra encontrar una muy básica estabilidad. Aparte de la cocinera, Therese es otro ser trágico que acompaña a Karl y justos viven algunos momentos de dicha. A pesar de ello, Karl siente una sensación de repulsión ante la monotonía.
La monotonía y la rutina asfixiaban a Karl. Vuelve el tema del absurdo tan planteado por Kafka. Trabajar casi las veinticuatro horas, ser prácticamente esclavo de la empresa para medio vivir. Hace varios años conviví con personas que llevaban más de treinta años trabajando de lunes a sábados de 7am a 9-10pm y los domingos de 7am a 2pm. Los 24 de diciembre y los 31, eran las 8pm y estaban aplicadísimos para poder ir a sus casas. En aquel tiempo ese trabajo si algo me enseñó fue que es la moderna forma de esclavitud. Y lo peor, los trabajadores, parafraseando a Marx, se alienan, de “alienación”. Su cerebro está centrado y concentrado en trabajar ya no para medio sobrevivir, sino por el simple hecho de trabajar. Además, el trabajo consistía en cargar y descargar pesadas cajas de productos. Algo más, si perdían el trabajo esclavizante y mal pagado, eso representaba dejar a sus familias sin alimentos.
Así como Karl, viven muchos de los migrantes en el “afamado y deslumbrante” sueño americano. Esclavizados, explotados, alienados. Trabajan y trabajan con la ilusión de hacer un capital, enviarlo a sus familiares y en un futuro crear un negocio que les permita vivir más solventemente. Algunos logran ese sueño, pero miles y miles no. En el caso de Karl, su poca estabilidad de contar con un modesto empleo, con algo de comida, con un cuartito muy pequeño donde no podía dormir bien, se vino abajo porque su antiguo camarada Robinson llegó ebrio a su trabajo para pedirle dinero. Karl le solicitó que se fuera. Robinson empezó a sentirse mal y Karl en un acto de solidaridad lo llevó a su cama para que se recuperara. Aquí empieza la nueva caída de Karl. El lector y el personaje descubren que tanto el portero como el camarero no lo quieren y en el hotel son jerárquicamente los jefes de Karl. El joven de dieciséis años será corrido no como un hombre que no dejó morir a su camarada en la calle, sino como un vil ratero y lo peor, hasta ciertas personas que creían en Karl, dudaron de su honorabilidad. Nuevamente en la calle, en un mundo despiadado, Karl buscará sobrevivir.
Para muchos lectores Kafka es ubicado como un escritor pesimista, amargado. Lo que puedo decir es que, en algunos pasajes de la novela, el lector puede llegar a sentirse identificado. Vivimos en un mundo cruel donde conocer personas realmente solidarias, profundas, cada día cuesta más. Con todo y ello, en: “América” no todo es pesimismo. Pese a su noción de absurdo y sinsentido, Franz Kafka también nos deja una huella en determinados personajes que nos incitan a no desmayar y nos impulsa a creer en una ilusión, en un porvenir, y, sobre todo, que siempre debemos tener grandes esperanzas, sólo que esa esperanza no hay que cifrarla en un sueño material, sino en un sueño humano, muy humano: ser empáticos, sentir empatía por los demás.
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