Con ellas en las calles y México sin ellas

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* La marcha, el reclamo  * Ultimátum a la violencia y a la impunidad  * Fernando Ruz, el DIF, la corrupción  * Y operador de Marcelo Montiel  * A una semana, Vasconcelos calla  * Nahle entretiene a petroleros  * Capitán Ruiz: misoginia, atropello, abuso de autoridad  * Alfonso Morales: nada que hacer  * 12 secuestros, fraguados desde una alcaldía

MUSSIO CARDENAS ARELLANO

Publicada en mussiocardenas.com

10 de marzo de 2020

Es su voz y su ausencia, el dolor y el silencio. Son las muertas y aquellas de las que nunca se volvió a saber. Es la angustia y el coraje por la saña brutal, la violencia, la impunidad. Y es ahí donde radica su fuerza, en el grito y la demanda de justicia que el Estado, el sistema no puede —no debe— ignorar.

Un día en las calles. Un día sin ellas. Un día en que marchan y se hacen sentir. Un día para observar que sin las mujeres México no es igual.

Un día, el domingo 8, en que sacuden las estructuras del poder, unas con lemas que por agudos y profundos, inspirados y ocurrentes, desafiantes y valientes, irreverentes y reflexivos, marcan el antes y el después de la mujer, su lucha por ser, desterrando el miedo, por no dejarse vencer.

Otro día, el lunes 9, la protesta es ausencia. Calles, escuelas, centros de trabajo, transporte, mercados, plazas comerciales, cines, restaurantes, lucen vacíos o diferentes, potenciando el mensaje de que México, sin las mujeres, es otro México.

Las que marchan y alzan la voz, y las ausentes del lunes 9, conjugan el verbo reclamar. Va su reclamo contra el machismo que es ancestral. Va su reclamo contra el México desigual; desigual en las ofertas de empleo, desigual en los cargos de dirección, desigual en el sector público, desigual en la empresa privada. Va su reclamo por la violencia brutal, por el acceso a la justicia, por la extinción de la impunidad.

Su eje es el feminicidio, la estadística alarmante, el crecimiento del delito, la pasividad del aparato judicial. Cruzan las imágenes, los datos, la que habla, en medios y redes sociales.

Marchan 80 mil, según la cifra oficial del gobierno de la Ciudad de México. Marchan 150 mil, refieren ellas, las de blusas y camisetas color morado por el Día Internacional de la Mujer, las de paliacate verde que identifica a las que exigen la legalización del aborto, las de negro, y un puñado que vandalizan monumentos, a las que ellas les gritan impostoras, infiltradas, provocadoras.

Cada mujer reclama su razón, su dolor, su ausencia de justicia, la indiferencia del aparato de Estado, la incapacidad de los gobiernos de ayer y del gobierno de hoy, la impunidad del que acosa, del que hostiga, del marido madreador. Acusan al sistema que invita a la denuncia para no actuar después, que usa la ley para esquilmar a la víctima y al acosador.

Sus proclamas tienen el poder de sacudir. Son el reflejo de un vasto sector que el domingo 8, en el Día Internacional de la Mujer, describen su terrible realidad.

“Nos queremos vivas, libres y sin miedo. Ni una menos”.

“Nos matan pero ni así nos callan”.

“Por nuestras hijas, ni una más, ni una más, ni una asesinada más”.

“Que ningún hombre violento goce de impunidad”.

“Si un día no aparezco que no prendan velas, que prendan barricadas”.

“No somos violentas. Es autodefensa. Estamos en resistencia. Ya no estamos indefensas”.

Uno de los colectivos, Crianza Feminista, suelta el mensaje:

“Salimos otra vez. Un año más estamos aquí, medio vivas aún y más furiosas aún. Las cifras de feminicidios aumentaron, nos siguen asesinando con saña. Venimos de muchas ciudades para estar aquí, reclamando cada centímetro de calle que nos ha sido negada”.

Hay cánticos, performance, niñas que proclaman estar aprendiendo a no dejarse del varón. Hay fogatas, oradoras megáfono en mano y las que se hacen escuchar con gritos destemplados. Cuando ya cae la noche se ve una bandera negra izada en el asta bandera del zócalo de la capital, simbolizando el luto, el dolor, la furia, la dignidad.

Se ve a jóvenes, mujeres, madres de víctimas de feminicidio. Marchan mujeres indígenas y de la tercera edad. Todas repiten que cese la violencia, el agravio, el acoso laboral, el ataque sexual.

Manchan el movimiento, en cambio, las que rompen cristales, las que pintan la fachada de comercios, las ultras, las radicales, las farsantes pagadas para distraer, desviar la atención, lanzar bombas molotov sobre policías, muchas de ellas mujeres que resistieron estoicamente, sobre paramédicos que corrían a sofocar el fuego.

Esas son parias en un movimiento genuino, violentas en una marcha que condena la violencia. Su fin es opacar el mensaje, fijar en la mente los disturbios, las pintas en la Puerta Mariana y en paredes de Palacio Nacional, que nadie recuerde que el tema es la violencia criminal a la mujer.

A la misión de las ultras, de las impostoras, se suma el gobierno de la Ciudad de México que coloca barreras en las calles aledañas al Zócalo, ahorcando el paso de las mujeres.

A la misión de las ultras se había sumado antes, semanas atrás, Andrés Manuel López Obrador, descalificando el llamado, acusando la manipulación del neoliberalismo, cuestionando si “la derecha” resulta ahora ser defensora de los valores de la mujer.

Rebasado, el presidente no solo las ve en las calles, el domingo 8, en una movilización histórica por el número de las congregadas y por la fuerza del mensaje, sino por la violencia que 15 meses después anda igual o peor que cuando los fifís tenían el poder. Servían más las balas de aquellos que los abrazos de Andrés Manuel.

Hay pantomima pura en su (des) gobierno. Olga Sánchez “Florero”, la secretaria de Gobernación, preside una conferencia de prensa rodeada de titulares de secretarías. Gracias a esa gesta, México ve que la paridad de género ahí sí se cumple. El punto es la incapacidad, la mediocridad, la ineficiencia. Es más, ni siquiera saben hablar. Sanchez “Florero” dice “las miembras” del gabinete. Nadine Gasman, titular del Instituto Nacional de la Mujer, la termina de fregar: la “gabineta”.

Pregona la secretaria de Gobernación que las mujeres están enojadas con “las violencias que sufren” pero “no están enojadas con el gobierno”.

La farsa es insultante. Las “benditas redes sociales” los destrozan. Las mujeres están enojadas por la violencia, por la impunidad, por el machismo, por el feminicidio, por el olvido, por un aparato judicial agresivo y traidor, que filtra quién denuncia y las deja en estado de indefensión. Las mujeres están que trinan contra la inacción de Andrés Manuel, la absurda estrategia de seguridad basada en “abrazos, no balazos” que incrementa la impunidad del crimen organizado y de la delincuencia común.

El Dios Peje se resiste a proclamarse feminista. “Soy humanista”, precisa Andrés Manuel. Y el movimiento lo ve ajeno. Las mujeres se desencantan. Las mujeres toman distancia. Las mujeres le exigen. “Nos están matando. AMLO nos estás fallando con tu indiferencia y pasividad”.

Frente a la retórica, la indiferencia, la descalificación, está la estadística. Y las cifras son frías.

México, en promedio, registra 10 mujeres violentadas por día. Y una buena parte de los ataques a la mujer no se denuncian.

Enero de 2019, primer año de López Obrador, 75 feminicidios. En enero de 2020 ocurrieron 73, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Pero en enero de 2018, último de Enrique Peña Nieto, la cifra fue de 69; en enero de 2017, el registro fue de 51; en enero de 2016, 44, y en enero de 2015, 33.

A lo largo de 2019 la cifra de feminicidios fue de mil 10, mientras que en 2018 alcanzó 913.

El caos está ahí. No hay política de seguridad. Por eso las mujeres marchan o se ausentan. Muestran su Rabia, su dolor. Golpean con su silencio. Lloran a sus víctimas, las muertas y aquellas de las que nadie volvió a Saber. Protestan por la saña brutal, por la violencia, por la impunidad.

Un día andan en las calles, en la capital y en todo el país. Otro, se guardan en sus hogares, no asisten a los centros de trabajo, a las escuelas, al comercio, a las plazas.

Ahí radica su fuerza. Su voz las motiva. Su dolor las une. La solidaridad a su causa es escudo ante un aparato de poder, los fifí antes, los de la 4T hoy, que las han dejado en la indefensión.

Con ellas en las calles, no se les puede ignorar.

 

Archivo muerto

 

Héctor Fernando Ruz Santamaría, uno de los implicados en el escándalo de corrupción en el DIF estatal, fue pieza cercana, punto clave, en el equipo de Marcelo Montiel en la Secretaría de Desarrollo Social durante el duartismo. Su jefe, o por lo menos a quien le rendía cuentas, era Joaquín Caballero Rosiñol, entonces director de Obras Públicas en la Sedema, luego diputado federal y finalmente alcalde de Coatzacoalcos. A Ruz Santamaría se le ubicó años después en la Secretaría de Infraestructura y Obras Públicas como director de licitaciones y ahora da de qué hablar como director administrativo del sistema DIF del gobierno morenista de Cuitláhuac García, inhabilitado por la Contraloría del gobierno de Veracruz y sujeto a investigación. Así la pandilla marcelista… Siete días después, Vasconcelos guarda silencio. Hará una semana, un audio difundido en Distrito Rojo y esparcido en las redes sociales, sacudió al priismo y, aún más, al vasconcelismo. Su voz apunta a su renuncia al PRI y a su central obrera, la CTM. Frente a decenas de testigos que confirmaron a este reportero la autenticidad de sus palabras, Carlos Vasconcelos Guevara hace alarde de ir por una candidatura independiente —“ya no tardo en dejar la CTM. Y ya no tardo en separarme del PRI”— para contender por la alcaldía de Coatzacoalcos. Su voz está registrada en otros dos audios más; uno de ellos es el que se difundió; los otros volverán a sacudir a sus adeptos. Una de las reuniones en que Vasconcelos anticipa su salida del PRI ocurrió en la colonia Frutos de la Revolución, siendo testigos varias promotoras priistas. A ellas les dijo Carlos “La Amenaza” Vasconcelos que irá como candidato independiente. Otra, donde le expresan que trabajarán por “La Amenaza” aunque sea fuera del PRI. Y hay más… ¿Dónde quedó Lu-pilla Porras David? A la ex dirigente de la CNOP en Veracruz, ex alcaldesa de Minatitlán, ni la extrañan ni la convocan a los eventos macro del PRI. Ignorada, doña Lu-pilla no se vio entre los cuadros estelares del tricolor que acompañaron y acuerparon a su dirigente nacional, Alejandro Moreno Cárdenas, en el evento con el que el PRI conmemoró el Día Internacional de la Mujer en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río. Carga Lupe Porras con una estela de corrupción, manejo sórdido de recursos, abuso de poder, disidentes reprimidos, vacío de autoridad, cuentas que nunca le pudieron cuadrar. Sin los recursos del erario, sin el respaldo de gobernadores —Fidel Herrera y Javier Duarte— Lu-pilla Porras, madre de la ex primera dama de Coatzacoalcos, Lu-pilla Félix, fue quedando en el olvido por sus desplantes, por sus alardes, por la soberbia que le hizo no ver la realidad… Apagando fuegos, Rocío Nahle cae de improviso en Coatzacoalcos. Uno de ellos, el despido de medio centenar de petroleros, adeptos suyos, los de la Unión Nacional de Técnicos y Profesionistas Petroleros (UNTYPP), que creyeron en Andrés Manuel López Obrador, que promovieron el voto y que se tragaron el rollo de la Cuarta Transformación. El otro, las denuncias por acoso laboral, misoginia, trato déspota, violación a la normatividad en las actividades portuarias, insubordinación, abuso de autoridad contra el capitán Roberto de Jesús Ruiz Velazco, quien según versiones de prensa se ostenta y presume ser protegido de la secretaria de Energía. Fiel a su costumbre, Nahle se entromete en temas que no le atañen. El despido de petroleros no es materia de la Secretaría de Energía y hasta donde corren las informaciones, la titular no halló a los responsables del área laboral simplemente porque no le agendaron la visita y los funcionarios en cuestión se hallaban en la Ciudad de México. Cuando venga, le dijeron, avise. Por lo que hace a Ruiz Velazco, Rocío Nahle no tiene cómo ayudarlo. Hay denuncias sustentadas de empresas proveedoras y prestadoras de servicios que acreditan las arbitrariedades del mentado capitán; frases como “las leyes son como las mujeres; se hicieron para violarlas”; audios en que se advierte cómo contradice a sus superiores y vulnera la cadena de mando en la Capitanía de Puerto; denuncias dirigidas al más alto mando en la Dirección de Marina Mercante y al Órgano Interno de Control. Obviamente, el espinoso asunto se va a la Secretaría de la Función Pública. Y Rocío Nahle llega y se mete entre las patas de los caballos… Sumamente grave, Alfonso Morales Bustamante viajó a la Ciudad de México en busca de un milagro. La cirrosis que padece está en fase crítica. Ha perdido más de 30 kilos. En busca, pues, del milagro, partió al DF y así, sin el milagro, regresó. Allá, en Picacho, el hospital de Pemex de alta especialidad, le practicaron estudios y se determinó que no es candidato al trasplante de hígado. Así, volvió el ex alcalde, ex síndico y ex tesorero municipal a Coatzacoalcos. Nada que hacer… ¿Quién es esa ex autoridad municipal cuyo nombre está clasificado en archivos de inteligencia y del aparato policíaco como artífice de por lo menos 12 secuestros a políticos, empresarios y todo aquel con recursos vastos, en los días en que detentaba y ostentaba poder al amparo de un gobernador? Pista: encabezó una alcaldía del sur de Veracruz…

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