Soy de los que cree que Cuitláhuac García Jiménez es un buen ser humano, una buena persona.
También, que es un buen hijo. El pasado 21 de junio en las redes sociales dejó un testimonio escrito sobre el origen de su padre y le hizo un reconocimiento. Me gustó el detalle.
Hasta marzo pasado vivió en el mismo patio familiar con su madre, una maestra reconocida, según testimonios de profesoras amigas mías que la conocen. Se ha mudado ahora.
Sus abuelos eran campesinos cortadores de café que llegaron caminando a Xalapa procedentes de Tlatauqui, pueblo cercano a Teziutlán, para ir a trabajar en fincas de Coatepec.
A menos que me corrijan, creo que nunca antes un gobernador había hecho públicos aspectos de su vida personal.
Ya como gobernante, hasta que no se demuestre lo contrario, ha resultado un hombre honesto.
Esta, creo, es su mejor cualidad. En sus visitas el propio presidente ha sido reiterativo en destacarlo.
Las circunstancias de la vida y de la política le concedieron un privilegio que tal vez no esperó tan pronto.
Hace dos años la mayoría de los ciudadanos lo eligió como gobernador y lleva ya en el cargo año y medio.
Pero no obstante lo anterior, llama la atención que como gobernante no ha logrado posicionarse entre los veracruzanos y su situación, eso creo, es cada vez más comprometida.
Tiene que abonarse a su favor que recibió un Estado endeudado y con una economía deshecha, fruto del más irresponsable y corrupto gobierno que ha habido en la historia de Veracruz: el de Javier Duarte.
Cosa de recordar que el 12 de diciembre de 2016, a solo doce días de que había recibido la administración, el entonces nuevo gobernador Miguel Ángel Yunes Linares declaró que Veracruz enfrentaba una emergencia financiera.
Dijo que esa crisis superaba lo imaginable. “Es una crisis inédita. No hay registro histórico de algo similar; en doce años llevaron (Duarte y Fidel Herrera) a Veracruz a la quiebra”.
Acababa de recibir una deuda de corto plazo de 56 mil millones de pesos.
En su corto gobierno poco pudo hacer y la pesada carga financiera se la pasó a su sucesor casi intacta.
Como Miguel Ángel, Cuitláhuac arrancó su gobierno gracias al adelanto de participaciones federales, y como Yunes, ha ido solicitando restructuración de la deuda y préstamos para ir saliendo.
A esa circunstancia se agrega el centralismo asfixiante que ha impuesto a los gobiernos estatales el presidente Andrés Manuel López Obrador, así como el mal manejo de su política económica; de ñapa vino el coronavirus, el desempleo y la agudización de la crisis económica. Aparte de todo eso no cesan la inseguridad y la violencia.
No obstante, tiene logros y resultados. En lo político, por ejemplo, la reforma electoral del 12 de mayo; en lo económico, el pago de la deuda de la Universidad Veracruzana y la contención del barril sin fondo y sin fondos que era la Secretaría de Finanzas.
En los días previos a su informe de ayer llenó sus cuentas de las redes sociales con fotos y videos de obras, ciertamente ninguna grande, de relumbrón, sino pequeñas, pero sentidas, que impactan en las comunidades.
Pero sus asesores o sus estrategas de imagen, si es que los tiene, tienen que hacer algo urgente para dar con la causa por la que, como comúnmente se dice en política, no levanta, y para mí que si no mejora y pone en riesgo el resultado de las elecciones podría regresar el fantasma de su posible salida.
Ayer precisamente El Economista dio a conocer el resultado de una encuesta que realizó para ese medio Consulta Mitofsky en junio pasado y el gobernador de Veracruz aparece en antepenúltimo lugar con una aprobación de solo 28.9%, creo que la más baja desde que asumió el gobierno.
Curiosamente, el sentido de la nota que comenta esa medición es que los gobernadores están en su mejor momento de aprobación ciudadana. Se destaca que en junio pasado el promedio nacional de aprobación de los 30 gobernadores varones y una mujer, así como de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, se situó en 43.3%, la más alta desde noviembre de 2019.
Pero el gobernador del Estado no entra en ese porcentaje. Solo supera al de Colima, que tiene una aprobación de 28.1% y al de Morelos, que registra 15.5%. En mayo Cuitláhuac obtenía una aprobación de 31.7%, un promedio que había venido manteniendo. O sea, cayó.
Su bajo porcentaje, a 12 meses de la elección intermedia para elegir diputados y alcaldes, debe tener encendidos los focos rojos en Palacio Nacional, en la Secretaría de Gobernación y en el CEN de Morena. Mitofsky vino a confirmar la declaración del líder de la bancada de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, de que el de Veracruz es un mal gobierno, al menos en la percepción de la ciudadanía.
La nota metodológica de la empresa aclara que la encuesta se aplicó a 51,812 ciudadanos con dispositivos móviles inteligentes con acceso a Internet, o sea a un universo muy amplio.
Morena no se puede dar el lujo de perder la elección que viene porque es el preludio de la de 2024 cuando se elegirán senadores y al nuevo gobernador. Una derrota lo dejaría debilitado y en desventaja.
Algo, pues, tienen que hacer los estrategas de Morena para levantar la aprobación del gobernador, mejorar su imagen y convertirlo en un fuerte atractivo para el electorado, lo que no es fácil que logren si no lo han podido hacer en año y medio de gobierno.
Ayer pude observar que sus promotores insisten en querer vincular sus logros con el recorte, a la mitad, del financiamiento a los partidos políticos; de querer empezar a golpear a la oposición por ese lado diciendo que fue a hacer obra donde otros fueron a comprar votos.
Me parece equivocada la estrategia de querer empezar a hacer precampaña en forma velada cuando lo que el gobernador lo que necesita urgentemente es fortalecer su imagen y su presencia entre el electorado y eso solo lo pueden lograr haciendo resaltar los beneficios de la obra que ha realizado en poblados rurales, pequeños, apartados, indígenas, serranos, que gobiernos anteriores relegaron e incluso se olvidaron de ellos porque dieron prioridad a contadas grandes obras, de relumbrón, pero que les dieron una gran imagen.
Creo que, en todo caso, pegaría más una propaganda velada si se dijera, por ejemplo, que Javier Duarte, ni como candidato ni como gobernador recorrió nunca siquiera la mitad de los municipios del Estado y que Cuitláhuac los ha repasado y ha ido y ha llevado obra a muchos pueblos de los que la mayoría de los veracruzanos ni idea tiene que existen.
Pero se ve que está solo o que quienes le asisten de plano no saben, o no pueden, o no quieren, o las tres cosas juntas. Pero de que le urge un tanque de oxígeno, si lo consiguen apenas si lo van a poder salvar. Una derrota en las urnas en 2021 será desastrosa no solo para Morena y el presidente, sino para él mismo.