Durante marzo del 2009, en una reunión con Salvador Martínez de la Rocca, el Pino, el que era su chofer en ese entonces contó como su hijo se encontraba muy grave con una neumonía resultado de una gripa que se complicó y llegó al hospital con muy poco oxígeno en sus pulmones. Poco después recuerdo que acudimos al sepelio de este joven que había contraído una gripa y habría muerto. Durante ese mismo mes, el también entonces Contralor General del Distrito Federal, hoy CDMX, tuvo la distinción conmigo de promover mi nombramiento como Director General de Administración de la Secretaría de Salud de la Ciudad. En el mes de abril, justo con la declaratoria de emergencia del virus de la influenza AH1N1 llegué a la Secretaría a enfrentar uno de los mayores retos de mi carrera administrativa.
Lo primero que hice fue recorrer los hospitales de la red de salud que tenían enfermos diagnosticados con el virus AH1N1. Vi bebés, niños pequeños, que le extraían los órganos momentáneamente y los tenían en una especia de bolsa fuera de su cuerpo para que sus pulmones pudieran tener cierto tratamiento y respiración artificial. Acudí a las áreas de cuarentena en los hospitales de salud, y acudí a ver las áreas de salud de los reclusorios de la Ciudad para saber que se tendría que prever si el virus creara una epidemia en los centros penitenciarios de por sí hacinados. Hasta el día de hoy agradezco haber podido poner un grano de arena para contener lo que en esos momentos fue una emergencia y a participar y aplaudir las decisiones controversiales que tomó el entonces Jefe de Gobierno de sitiar prácticamente la ciudad. Después de ver el horror de las familias que llegaban desesperanzadas a los centros de salud y hospitales, de vivir con el miedo de que miembros de tu familia se contagiaran o de tener que trabajar 20 horas al día para en una labor de equipo para lograr contener la enfermedad que amenazaba con expandirse con tasas de mortalidad bastante importantes. Juntos gobierno federal, gobierno local, ciudadanía, nos unimos en esa CDMX tan solidaria a veces, y el virus que al día de hoy es parte de nuestras vidas, ya no es la pandemia amenazante de ese entonces.
Hoy vivimos el Coronavirus. No lo vemos directo, sólo sabemos que existe y se propaga. Que su tasa de mortalidad al parecer es del 8%. Hemos escuchado hasta teorías de complot de quién sembró el virus, o si el Gobierno Chino encubrió los casos al inicio de la emergencia. El pretexto que dio China al encubrir el SAR en 2002 fue que el sistema de salud tenía una gran deficiencia y que por ello no pudieron divulgar la emergencia con la prontitud que se merecía. Pero la realidad más impactante de la posible pandemia de hoy, es que el Gobierno Chino logró construir un hospital en 10 días; y está a punto de entregar el segundo hospital dedicado específicamente para combatir y contener el coronavirus de Wuhan. El gobierno Chino al parecer se ha comprometido y ha entregado toda la información necesaria y tenemos al día de hoy varias declaraciones de emergencia, e identificados los posibles casos fuera de China. Los males de la globalización se compensan con los beneficios de la bendita tecnología que tenemos hoy en día y las redes de información sirven tanto complotear y desinformar, como para generar contenidos de información realmente eficientes para prevenir y contener pandemias.
Si algo he aprendido de mi paso y experiencia por el sector salud, y de la experiencia de haber vivido el AH1N1, es que emergencias y pandemias sólo pueden combatirse con esfuerzos compartidos y dejando de lado rencores o rivalidades políticas. La publicación para la puesta en marcha del nuevo sistema de salud mexicano, a cargo del INSABI, es una apuesta demasiado ambiciosa, pero de concretarse, estaríamos dando un gigantesco brinco hacia lo que imaginamos debiera ser el sistema de salud de México. Sin embargo, el pasar de lo utópico y el idealismo, hacia la aplicación de políticas públicas reales, será más complicado en un país con tantas limitaciones económicas y financieras. Porque existen a su vez, intereses políticos e incluso económicos, dentro de todos los actores del país que pueden complicar el ya de por si deteriorado sistema de salud mexicano. Tenemos los mejores institutos médicos de Latinoamérica, pero centros de salud sin medicina. Tenemos una oposición política por momentos combativa y a ratos laxa. No se vale chantajear con presiones y amenazas de recortes presupuestales pero tampoco se puede dejar sin operación política las principales decisiones de salud del país. Con un INSABI fuerte, con un gran presupuesto para la salud, con políticas públicas responsables y con información fiable en línea y redes sociales podremos responder a cualquier coronavirus y lo mejor, a los retos que la salud de nuestros niños nos demandan en un sistema urgido de modernidad y atención.
Aureliano Hernández Palacios Cardel
Economista con maestría en políticas públicas, ha sido administrador público en diversos cargos gubernamentales y actualmente colabora en la Auditoría Superior de la Federación.
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