¿Cuál proyecto en común?

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¿Cuál proyecto en común?

Por Francisco Berlín Valenzuela*

En mi carácter de politólogo, atento a los fenómenos que revisten trascendencia para nuestro estado, me permito formular los siguientes comentarios.

En la mañana de hoy  comenzó a circular en You Tube un demoledor video político propagandístico denominado “Javier Duarte y Héctor Yunes, cuando la  corrupción y la complicidad se mezclan”.

Amén de referir las imputaciones formuladas por el Auditor Superior de la Federación, quien en uso de las facultades constitucionales que desempeña, presentó un informe lleno de graves señalamientos relativos a cuantiosos desvíos e irregularidades en el ejercicio de los recursos públicos transferidos al gobierno de Veracruz,  difunde parte del mensaje que formulara Héctor Yunes en la ceremonia de lanzamiento de su precandidatura. En la selección de imágenes escogidas -durante la salutación-,  se le  escucha decir: “que comparto propósitos, metas y destino” con entre otros: Alberto Silva, Erick Lagos, Adolfo Mota y Jorge Carvallo, todos ellos indiciados como probables responsables de las irregularidades y malos manejos que se detallan en el informe del Auditor Superior.

Uno se pregunta ¿cuál proyecto común pudiera existir entre el precandidato Héctor Yunes Landa y los protagonistas de tan desagradables imputaciones? Salvo que todos ellos han sido presidentes del Comité Directivo Estatal del PRI, no se ve que otra cosa pudiera unirles con un precandidato que busca hacerse portavoz de un malestar colectivo motivado    -precisamente-, por la desastrosa situación financiera, administrativa, política, económica y de inseguridad que guarda el desempaño de la función pública en Veracruz. De la participación que tuvieron se deriva la responsabilidad que se les presume.

 

¿Qué pasa en el cuarto de guerra de Héctor Yunes?

I.        Parece que no se pone mayor cuidado en la selección de los colaboradores que lo rodean y que -inevitablemente-, le trasladaran su buena o mala imagen. Tampoco parecen buscarse a los cuadros que puedan aportar experiencia, prestigio y conocimientos en beneficio de su causa;

II.        No se ve una estrategia que tome la iniciativa. Hasta ahora sus “mejores lances” son de contra golpe para tratar de minimizar las críticas o las imputaciones que le formula su principal adversario.

III.        Falto de tiempo como está, desaprovecha la brevedad de que dispone para actuar según la dinámica que le impuso Miguel Ángel Yunes, cuando que debiera tratar de posicionar su oferta política esbozando las tres o cuatro acciones en las que centrará su posible futura actuación como gobernante.

Todos sabemos que el periodo de dos años es muy breve y apenas alcanza para efectuar unas cuantas actividades. Bien escogidas pueden significar una verdadera aportación a la vida pública de Veracruz: tomar el control sobre el complejo problema de la seguridad pública; reordenar administrativamente al estado; y poner las bases para sanearlo financieramente serían metas nada desdeñables de alcanzar y constituirían innovaciones  suficientes para motivar en su favor al electorado.

Claro, formuladas con imaginación y previsiblemente encargadas a funcionarios profesionales con experiencia y sin la tacha de ignominia que rodea a muchos de los que ahora hacen hasta lo imposible por aparecer a su lado.

IV.        Preocupa que no se cuiden ni las formas políticas ni las jurídicas respecto de decisiones de la mayor trascendencia. Por ejemplo, nunca ha quedado claro cuál fue el sentido de registrar una doble precandidatura. Primero se arguyó que era para poder disponer de mayores recursos en  la precampaña. Cosa absurda porque no existe tal limitación legal. Y lo que sí generó fue un menoscabo de la estrategia de unidad que tanto se proclamó alimentando, además, la especulación respecto de la debilidad de Héctor Yunes frente a la imposición política  de Fidel Herrera y de  Javier Duarte.  Quienes tal vez pensaron que con ese hecho habrían dado una muestra de su poderío y control de la estructura partidista en el estado a efecto de imponer a sus candidatos a diputados locales.

En la designación del nuevo dirigente del CDE del PRI tampoco se actuó escrupulosamente.  Si se analiza la forma en que se realizó,  se encontrarán graves atropellos que, en el mejor de los casos resultarían en una discusión de puritanismo jurídico y en el más grave pueden representar la posibilidad de echar abajo el convenio de coaliciones.

 

V.        Héctor Yunes tiene que reflexionar seriamente en varias cosas antes de que lo alcance el “síndrome Duarte”. El gobernante se esperó tanto tiempo para tomar decisiones valientes que terminó atrapado en el marasmo que hoy lo consume.

El precandidato tiene que asumir decisiones riesgosas pero inaplazables: usar todo su oficio para actuar en consecuencia con el momento político que se vive; hacer a un lado a las rémoras que buscan nuevo barco; y definir el proyecto creativo con el que convocará a la sociedad para que vote por él.

En éste momento, el panorama de la prospectiva electoral le es desventajoso en varios flancos. No existe la posibilidad de cometer segundos errores. El tiempo pre-comicial es tan breve que no admite fallas. La posibilidad que tanto buscó corre el riesgo frustrarse por una mala lectura de los hechos, tiempos y realidades.

Alguien tiene que planteárselo porque ahora todos le celebran y  le aplauden todo cuanto dice. Es aconsejable blindarse contra la soberbia y la lisonja. Es el momento de hacer valer lo aprendido y de llevarlo a la práctica aún con la aparente desventaja de perder apoyos que a la larga se pueden traducir en la razones de una derrota o en la sabia conducción de un líder hacia la victoria.

No basta con decir que se está listo. ¡Hay que demostrar que se es listo!

 

*Profesor de Ciencia Política, Derecho Electoral  y Derecho Parlamentario.

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