¡Van 30 colegas ejecutados… y contando!
Anoche, minutos después de darse a conocer la muerte de la periodista María Elena Ferral, ejecutada por un sicario en plena vía pública en Papantla, me llamó mi amigo Melitón Morales, quien entre el coraje y el dolor me decía: “Algo tenemos que hacer, hermano!”
Atreví a recordarle que, en efecto, esto está imparable y que los últimos cuatro gobiernos –dos priistas, un panista y un moreno- se ha registrado un singular empeño por exterminar a los periodistas.
“¡Para nosotros con 30 colegas asesinados vivimos nuestra propia pandemia!”, le dije con pena.
Quedamos vernos dentro de un mes no sin antes sumarse a la generosa cauda de colegas y amigos preocupados por mi salud. Le prometí aplicarme el remedio casero que me recetó.
Unas horas antes del terrible deceso de María Elena Ferral, un “twit” del gobernador Cuitláhuac García Jiménez, daba cuenta del atentado de esta manera:
“Lamento mucho que en estos momentos que estamos (sic) tratando de salvarle la vida a la periodista María Elena Ferral, algunos de sus colegas ya la hayan dado por muerta ¿Tanto mal desean a la gente con tal de tener la oportunidad de golpear al gobierno?”.
Cuitláhuac se engaña a sí mismo.
María Elena murió porque en Papantla el atraso médico del hospital civil de salud, semi abandonado y sin el menor instrumental quirúrgico, no pudo parar el desangramiento, según el parte médico que justifica que “solo trasladándola a Poza Rica se salvaría, pero ya no dio tiempo”.
La periodista fue ejecutada al igual que los 29 periodistas del 2004 para acá, no porque los gobernadores en turno lo hayan ordenado –en la mayoría de los casos-, sino por las hordas del crimen organizado, los cacicazgos afectados en sus intereses por las denuncias periodísticas y por venganzas personales.
Consecuentemente no se entiende por qué -según el dicho del gobernador Cuitláhuac García- “algunos colegas que la dieron por muerta ¿Tanto mal desean a la gente con tal de tener la oportunidad de golpear al gobierno?”.
La lógica elemental señala que la peor estrategia de “algunos colegas” sería ofrendar periodistas en agonía o bien muertos con tal de joderle la vida a un mandatario cuyas prendas no son precisamente la seguridad pública, la honestidad, su popularidad o su buen gobierno sustentado en ocurrencias.
El asesinato de María Elena, de manera infortunada se registra en el marco de la pandemia, pero antes de su arribo las cosas para el gremio no fueron mejores ni en el pasado reciente, ni en el infausto presente en donde para Cuitláhuac simplemente no existimos ni como apoyo en las peores crisis.
Hace unos días que recién apareció la pandemia quien esto escribe acometió la torpeza de invitar públicamente al gobernador Cuitláhuac García Jiménez al diálogo, a la concordia, al serenamiento, a sumarnos y dejar para otro momento lo que según él no lo deja avanzar, la crítica periodística.
Y digo torpeza porque la respuesta fue el silencio.
Simplemente este columnista, como buena parte del gremio periodístico no existimos, somos invisibles y no quiere saber nada de quienes en público y en privado califica como chayoteros irredentos.
Qué pena por él.
Y qué rabia por el cementerio de muertos en que se ha convertido Veracruz, primer lugar en el país en asesinatos de periodistas y líder en el mundo con el mayor número de ejecuciones no vistas ni en países en guerra como las que se suceden en el Medio Oriente.
Lo de María Elena se suma a la escalada de crímenes a periodistas y no periodistas, de feminicidios y asesinatos a infantes, así como la imparable reguero de cadáveres por todo Veracruz.
Se sucede en la arena de disputa de siete Carteles del crimen organizado que dejó pasar gobierno tras gobierno del 2004 para acá.
Lo de María Elena Ferral y 30 periodistas más asesinados, es el mejor indicador de la inseguridad que padece Veracruz, con coronavirus y sin coronavirus.
Es la resultante de la incompetencia y complicidad de la Secretaría de Seguridad Pública, no bajo el mando del incompetente Hugo Gutiérrez Maldonado, primo hermano de la esposa de AMLO, ya que él solo es un instrumento, sino de la laxitud del gobernador que se mueve entre el dejar hacer y dejar pasar; entre el obedecer la orden de México sobre a cuál Cartel apoyar y mantenerse altamente tolerante del poder delincuencial de carácter regional.
Mañana muy seguramente aprehenderán al sicario, al autor material que no intelectual, que ejecutó a María Elena y Cuitláhuac saldrá ufano a gritar que la justicia triunfó una vez más sin fijarse siquiera que para su familia, para el gremio y para la sociedad toda era mejor que María Elena siguiera viva y que se hubiese hecho caso a la amenaza de muerte que pendía sobre su cabeza desde el arranque del gobierno de este atarantado.
Requiem por María Elena Ferral. A nosotros nos sigue tocando enterrar a nuestros muertos.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo