“A los hombres de carácter les gusta oír hablar de sus faltas; a los otros, no.” – Aristóteles.
Una vez más Veracruz fue nota nacional, tras la manifestación orquestada por el gobernador Cuitláhuac García Jiménez y los legisladores locales de Morena, liderados por Juan Javier Gómez Cazarín, presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso Local frente a las instalaciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
La acción emprendida por el mandatario veracruzano y sus fieles seguidores se ha convertido en tema de crítica resultado de un encontronazo entre sujetos que desde hace semanas se encuentran apostados en el exterior del edificio que alberga a la SCJN y reporteros, quienes desgraciadamente acusaron a los veracruzanos de ser los responsables de causar los desmanes y agresiones directas contra la prensa.
Sin faltar a la verdad, la realidad es que las huestes veracruzanas fueron confundidas y acusadas de ser las responsables del hostigamiento a los comunicadores que cubrieron el evento.
Lo que, sí es real, es que la idiosincrasia jarocha y su afán de darle picardía a todo se rebasó los límites de la tolerancia al exhibir ataúdes con los nombres de los integrantes ministros de la SCJN, a quienes, en medio de cánticos y loas, pedían se murieran, algo que resulta ser una muestra de civilidad política de muy baja ralea, o por no decir lo menos de muy troglodita estopa.
La verdad es que el actuar de algunos, que no todos los asistentes a la manifestación evidenciaron una vez más, el nivel de la grave polarización social a donde el presidente Andrés Manuel López Obrador ha conducido el discurso gubernamental, mismo que ahonda más la división entre hermanos mexicanos, mismo que no abona a la construcción de una paz y mucho menos unidad nacional.
Cierto es que, desde el punto de vista de análisis político, Cuitláhuac García, se anota en los anales de la historia como “el ariete” que encabezó la primera incursión formal de ataque en la guerra en contra de la SCJN.
Quizá sea por su conocimiento en Ingeniería que García Jiménez empleo el ejemplo del término ariete hidráulico, mismo que genera el conocido golpe de ariete por los efectos físicos de la hidráulica, con el que seguramente pretendió ser el primero y abrir con ello el debate respecto a la propuesta de presionar a la SCJN tras fallar en contra de las medidas que impulsa el presidente, López Obrador.
Pero independientemente de eso, Cuitláhuac García comprendió que “La política es la guerra continuada por otros medios” y “El derecho es una cierta manera de continuar la guerra”, son dos afirmaciones que Michael Foucault desarrolló a propósito de la política y el derecho, apoyándose e invirtiendo la famosa frase de Clausewitz: “La guerra es la política continuada por otros medios”.
El mandatario veracruzano ha entendido que inmerso en el ámbito político nacional se necesitan de personajes que se puedan en determinado momento sacrificar por el movimiento, y el como héroe de la causa pone el pecho para recibir la primera gran ofensiva de reacción que se habrá de venir en su contra.
Lo relevante del hecho es que a pesar de los errores que le pudieran imputar, García Jiménez consiguió lo que nadie más en la 4T ha logrado, garantizar al presidente AMLO elementos para continuar con su discurso divisionista, mismo que le da control de la agenda nacional y por ende de atención prioritaria.
Si algunos piensan que el actuar político de García Jiménez es casuístico mucho temo decirles que se equivocan, pues García Jiménez evidencia ya tener dotes de buen ajedrecista político, y si no ya se verán.
Por lo pronto, hoy Cuitláhuac García Jiménez y sus huestes son nota nacional, para bien o para mal y eso, al menos lo mantiene en la agenda pública nacional, lo que le pudiera garantizar un futuro promisorio, o al menos un retiro de la vida política tranquilo y en paz.
Al tiempo.
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