Cuitláhuac García, como el burro que tocó la flauta; es gobernador, pero no por ello sabe gobernar
Cuenta Tomás de Iriarte que un burro, aburrido porque no le pasaba nada interesante, se echó sobre el pasto a descansar cuando sintió que le molestaba un palo sobre el que se había echado. Entonces el burro examinó el palo, y mientras lo hacía una brizna de pasto le cosquilleó el hocico lo que le hizo lanzar un resoplido que hizo sonar el palo, que en realidad era una flauta, que alguien había dejado olvidada. ¡Qué emoción! El burro pensó que había producido música y por ello “se alejó de allí con la cabeza bien alta y una sonrisa de oreja a oreja, sin darse cuenta de su propia ignorancia”. Cuitláhuac García, lo sabe, lo saben los veracruzanos, lo sabe Ricardo Monreal que lo dijo sin empacho, llegó a ser gobernador de Veracruz por el efecto AMLO, no porque los veracruzanos lo consideraran un buen prospecto para gobernante. El peor error que ha cometido Cuitláhuac García es el mismo del burro que tocó la flauta, sentir que fueron sus méritos los que lo pusieron en Palacio de Gobierno y sentir, como el burro, que sabe tocar la flauta. Ante ello cree que las críticas contra su gobierno no tienen sustento, porque él cree que sabe tocar la flauta. Se siente incorrupto, pero hay evidencia de su corrupción, empezando por el nepotismo de imponer a su primo a manejar discrecionalmente los recursos del estado; cosa que Libertad bajo Palabra dejó bien documentado. Se siente honesto, pero su deshonestidad empieza al desempeñar un cargo para el que nunca estuvo preparado. Para Cuitláhuac García no hay argumentos válidos para afirmar que no sabe gobernar, y para demostrar lo contrario se ha atrevido, como el burro, a decir que sabe tocar la flauta, cuando sólo llego a gobernador por casualidad. Pero las encuestas lo contradicen, los veracruzanos lo contradicen, la realidad lo contradice.
Fernández Noroña y el Dr. Fausto. Recibe en el PT a quien meses antes llamó asesino. Como berraco con hambre de poder se traga lo que sea
Gerardo Fernández Noroña se ha vendido como el diputado más congruente que ha dado este país. Su momento de gloria fue cuando encaró en tribuna al entonces secretario de Seguridad Pública de Felipe Calderón. El tiempo le dio la razón, Genaro García Luna está siendo enjuiciado en los Estados Unidos, no en México. Pero el hambre del poder cambia a las personas; el apetito de notoriedad y la avidez por alcanzar un espacio al que nunca pensó acceder, una presidencia. Sabe que, por su carácter, por su oficio de polarizador y su falta de carisma no podría ser presidente de la República, pero con ser presidente del Congreso por un año se conformaría. Como el Dr. Fausto, no le importaría vender su alma al diablo como lo está haciendo. En enero de 2018 Noroña acusaba al diputado Mauricio Toledo, lo llamaba asesino, responsable de la muerte de Martha Patricia Reyes y pedía que fuera desaforado. Pero ante la necesidad de tener más diputados que el PRI para tener derecho a la Presidencia del Congreso, entonces se olvida del agravio y lo besa en la mejilla derecha. Mauricio Toledo agradece a su amigo Fernández Noroña, quien lo acusara de asesino, por la invitación a incorporarse al PT, y no sólo eso, sino a ser parte de los órganos de dirección partidaria. Noroña conoce lo que es el hambre, el hambre del poder, y ahora que tiene oportunidad, como los berracos encerrados en la mediocridad, los sueltan y se tragan la porquería que les pongan enfrente.
El circo del juicio de los expresidentes; la ley ya no cuenta, es mejor un pueblo voluntarioso; le puede pasar lo que a Robespierre
El circo del juicio de los expresidentes levantó la carpa y sacó a los militantes de Morena para que salieran a las plazas a firmar para que se pueda enjuiciar a los expresidentes Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto. Y salieron los militantes de Morena, que cada día son menos, a firmar para que se lleven a cabo esos juicios sumarios. ¿En donde queda la ley entonces? ¿Es la voluntad del pueblo la que decide si se debe o no enjuiciar a una persona? Por supuesto, enjuiciar no significa encontrar culpable al que se enjuicia, sin embargo, ¿entienden esto aquellos que firman y que a priori ya piden cárcel para Peña, Fox, Calderón y Salinas? ¿No se asemeja esto a lo que le sucede a los delincuentes que se suben a una combi y son golpeados por los pasajeros? Aunque algunos aplaudan y alienten a que las víctimas lleven a cabo justicia por propia mano, la verdad es que no es lo que se espera de un país que presume vivir en un estado de derecho. Los expresidentes se han de estar riendo de este circo, pues saben que sólo es un distractor para ocultar los yerros de un gobierno que se está asemejando mucho al de ellos. ¿Y si dentro de 20 años, ya sin el poder, a otro presidente se le ocurre hacer una consulta para enjuiciar a López Obrador? Si López Obrador empieza por hacer a un lado las leyes de este país, con el tiempo, cuando ya siendo expresidente, puede que le ocurra lo mismo que a Robespierre, ser decapitado por la misma guillotina que él utilizó para quitarse de encima a sus adversarios.
Armando Ortiz Twitter: @aortiz52 @lbajopalabra