“Kathie y el Hipopótamo.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
En estos diez años de lecturas y escritura he logrado crear y construirme un mundo fantástico y maravilloso al lado del mundo real, siempre materialista, efímero y rutinario. En muchas ocasiones este mundo literario es el que nos ayuda a enfrentar y sobrellevar la vida común, porque es indudable que el hombre es sinónimo de deseos, sueños, ilusiones, imaginaciones, el hombre habla, piensa, siente, afirma, duda, busca, se pregunta, y si bien el hombre en esencia es pensamiento, también es espontaneidad, anhelos, esperanza, es por ello que ante esta doble naturaleza humana el arte siempre es una gran respuesta y compañía, pues no sólo somos historia y razón, de igual forma somos pasión, deseos y fantasías.
Sabemos que la literatura no es la vida, pero, ¿Qué sería la vida sin la literatura? Seguramente una vida tremendamente monótona, aburrida, desesperante, sin ilusión e imaginación, porque a través de la literatura si leemos o escribimos podemos tener muchas vidas en una sola, y esto nos permitirá vivir grandes experiencias, por ejemplo; todo inicia con la lectura, mediante ella viajaremos por el mundo, conoceremos pensamientos de otras épocas, historias fantásticas, terroríficas, heroicas, tristes, en una gran obra el tiempo y el espacio es ilimitado, en “Rayuela” de momento puedes encontrarte en París embriagándote con Horacio Oliveira y la Maga, y de pronto la misma platica de estos personajes te trasladan a Buenos Aires a escuchar un concierto de Louis Armstrong donde tocó y cantó el clásico tango “Adiós muchachos”.
Y así, el universo literario es infinito, rico, diverso, cautivante, una vez inmiscuido en el ya no podemos salir porque indiscutiblemente la literatura enriquece nuestras vidas, ensancha nuestros mundos y conforme avanzamos en las lecturas seguramente nacerá la necesidad de la escritura y lo mejor es que con la escritura seguiremos creando universos inimaginables o simplemente viviendo cosas que en la vida real sería imposible vivirlas, gracias a la narrativa conocemos más de nosotros y de los demás, sabemos quiénes somos, que queremos, que podemos hacer y que no, luego entonces, lo que no podemos hacer lo inventamos, lo ficcionamos, lo imaginamos, este es un bello acto de rebeldía, de inconformidad ante la vida rutinaria y ordinaria que invariablemente llevamos, por lo tanto, sigamos siendo hombres rebeldes e inconformes y leamos y escribamos ficciones aunque sea para ser felices en nuestras propias imaginaciones.
Lo anterior lo ha desarrollado toda su vida de manera magistral Mario Vargas Llosa en su amplísima obra literaria, recuerdo cuando leí: “La tía Julia y el escribidor”, en esta magistral novela el Premio Nobel de Literatura crea un personaje llamado Pedro Camacho, (personaje ficticio) quien convivirá con personajes reales, siendo Pedro Camacho un ferviente escritor de radioteatro y si bien sus historias contadas son fascinantes, lo más atrayente de la novela es conocer la historia final del propio escritor de historias.
No obstante, por ahora dejaremos descansar al famoso y enigmático Pedro Camacho e ingresaremos en la obra de teatro titulada: “Kathie y el Hipopótamo”, donde Vargas Llosa crea a cuatro protagonistas centrales, por supuesto los cuatro son personajes nacidos literariamente y partiendo de ellos el escritor peruano nos lleva a vivir a París en una buhardilla cerca del rio Sena, donde Santiago se encuentra escribiendo una novela dictada por la señora Kathie, ambos personajes son originarios del Perú, Santiago periodista y escritor que vive modestamente y Kathie una mujer rica que ha viajado por el mundo y desea publicar una novela que narre la historia de sus viajes, pero como la escritura no se le da, contrata por dos horas diarias a Santiago para que él redacte lo narrado por ella.
Ahora bien, la historia de los viajes emprendidos por Kathie considero es lo menos relevante del libro que están escribiendo, al momento que Kathie le dicta a Santiago el contenido de la obra ambos personajes empiezan a rememorar y el lector si bien en instantes viaja por el Cairo acompañando a Kathie, lo realmente valioso y profundo está en conocer la historia de la vida de estos personajes.
Kathie de joven fue una mujer bella, de familia muy adinerada, tuvo muchísimos pretendientes, algunos la enamoraban porque sabían que si ella los aceptaba pegarían el braguetazo de su vida, al final Juan fue el hombre que se casó con Kathie, con él no había conflictos de intereses, también era de familia muy rica y todo indicaba que esta pareja estaba destinada a ser feliz. Una vez casados Kathie como lo impone la cultura machista tiene que cumplir el rol de esposa, Juan pasa su vida viajando por el mundo y haciendo su deporte favorito que es surfear, al inicio para Kathie este mundo es entretenido, empero, la historia de esta pareja nos enseña que una vida simple, rutinaria, sin sentido, no se encuentra precisamente en la pobreza, de igual manera lo ordinario de una vida puede darse en plena riqueza.
Kathie: “Las malditas olas, las malditas tablas, los malditos campeonatos, los malditos viajes a Hawai, en hoteles con césped y palmeras de plástico. Mirarlos, contemplarlos, festejarlos, alabarlos, contar chismes, quien le pone cuernos a quien y con quien, qué pareja se hizo, se deshizo, se rehízo y volvió a deshacerse. Prepararse para el coctel, la comida, el shower, el luau, el party, la sorpresa. La peluquería, el vestido, la manicure. Mañana lo mismo, pasado lo mismo. ¿Eso va a ser todo el resto de tu vida, Kathie?”
Todo esto que narro lo platican Kathie y Santiago sin que se incluya en la obra que están escribiendo, aunque el hilo entre lo que es ficción y hechos reales es muy delgado, ejemplo de ello es que en algún momento Kathie le comenta a Santiago que sus hijos la odian porque ellos piensan que su padre Juan fue asesinado y no se suicidó, cuando realicen la lectura tendrán que estar atentos para saber si esto es parte de la novela o de la vida real de Kathie.
De la misma manera Santiago en esas dos horas diarias en que trabaja y escribe para Kathie recuerda la historia de su vida, mediante soliloquios, remembranzas, nos platica cuando se enamoró de su esposa Ana con quien tuvo dos hijos, cuenta que ella le entregó su vida y la hizo a su manera porque en los años de juventud Santiago creía más en el amor-solidaridad que en el amor-pasión. Al paso de los años Santiago siendo profesor de Universidad se enamoró profundamente de su alumna Adéle, al momento que Santiago se estaba separando de Ana esta le preguntaba donde había quedado el amor-solidaridad, Santiago contestó que reconocía que con el paso de los años comprendió que las teorías Sartreanas eran falsas, que la pasión y el deseo son parte de la naturaleza humana y que hoy su amor-pasional era más fuerte que el amor-solidario que debía sentir por su mujer e hijos.
Santiago empezó a vivir a plenitud ese amor-pasión con su ardiente alumna: “Santiago: Ahora tú eres mi mujer, además de mi gatita, mi alumna y mi amante. Adéle: Calma, cálmate, amor. Éstas no son horas. ¿No tienes que dictar una clase sobre los místicos españoles? Santiago: Que se vayan a la mierda los místicos españoles. Ahora quiero dictarte una clase a ti solita, ahí, en el dormitorio. Ven, ven. Adéle: ¿Otra vez, amor? ¿Te has vuelto loco? Si hicimos cositas esta noche y esta mañana. Santiago: (Enloquecido) Las haremos antes y después del almuerzo, a la hora del té y de la comida. ¡Las haremos nueve veces! ¡Nueve veces! Como los hipopótamos. Adéle: Quien iba a imaginar que el profesor fuera capaz de estas proezas. Santiago: Es tu culpa, despiertas en mí una furia volcánica. Cuando veo tu cuerpecito, cuando lo siento, lo oigo, lo huelo, se desata una tempestad en mis venas.”
El desenfrenado profesor vivía y vivía fogosos momentos de pasión con su amada adolescente, recordaba que en cierta ocasión se encontraba leyendo una obra de teatro de Mario Vargas Llosa titulada: “Kathie y el Hipopótamo”, y de pronto su vigente Adéle (mientras él leía), sigilosamente se metió bajo el escritorio y lo hizo disfrutar doblemente de su lectura por la indescriptible sensación de placer que ella le proporcionaba con su linda boca, lengua y labios. Sin embargo, recordemos que Santiago dejó a su esposa Ana porque la naturaleza le enseñó que el hombre es razón, pero al final resultó más poderosa su libido, años después la naturaleza le re-enseñó al profesor otra realidad insoslayable:
“Adéle: Sabes muy bien que no exagero. Te pasas el día diciéndome que me quieres, que te mueres por mí, pero a la hora de la verdad, a la hora de la hora, a la hora de las cositas, pssst…te desinflas como un globo con huecos. Santiago: Tienes que ser más comprensible gatita de Angora. Tengo muchas preocupaciones. Las intrigas de esa miserable de Ana me rompen los nervios. Y, además, las clases sobre los místicos españoles adormecen la libido, te explico que es la libido, un señor que se llamaba Freud… Adéle: Me importa un pito la psiquis, la libido. ¡Pretextos, cuentos, mentiras! La verdad es que eres un impotente. Santiago: (Queriendo enterrarse vivo.) Tranquila gatita. El amor-pasión, basado en la copula animal, no lo es todo en la vida, es más recomendable el amor-solidaridad. Adéle: Bueno, búscate otra idiota con quien hacer el amor-solidaridad. A mí el que me gusta es el otro, ¿Cómo se llama?, ¿Amor de la pasión, amor-pasión? El de las cochinadas, el de los animales, ése es el que a mí me gusta. Chaucito, profesor. No quiero verte más, ni en pintura. ¡Chaucito, Víctor Hugo de mentira!”
Todo lo narrado en este artículo en parte es realidad real y en parte realidad literaria, si bien narro lo sucedido en la obra teatral, también le agrego mis propias realidades reales e imaginarias, lo que resulta indudable es que cuando terminas de leer la pieza teatral quedas deslumbrado ante tanta creatividad e imaginación y confirmas que la vida sería menos vida si le faltara literatura.
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