Estamos viviendo tiempos inéditos y difíciles, que son similares a los que se reseñaron en las dos versiones cinematográficas del “Día que Paralizaron la Tierra” (The Day The Earth Stood Still), de 1951 y 2008, donde el mensaje de cada adaptación fílmica, fue de que los extraterrestres que vinieron a la Tierra, llegaron para prevenir a los hombres de que teníamos que cuidar los recursos naturales, ya que al paso que íbamos y de continuar con su egoísmo a ultranza, lo que se avizoraba era la extinción de la raza humana, , cuyo resultado sería, el exterminio de toda la biodiversidad de la Tierra, incluida la del género humano.
En estos días el parangón es la parálisis inédita que está sufriendo la Tierra, que viene de la misma Naturaleza que está demostrando a los seres vivientes, que no se requieren armas de destrucción masiva, para causar grandes estragos en todos los países del mundo; no obstante, hoy la amenaza proviene de microorganismos que tienen la capacidad de destruir a los hombres, a través del contagio de enfermedades producidos por agentes virales, como el Coronavirus o COVID-19.
Los agentes letales microscópicos, que son capaces de diezmar poblaciones enteras, de manera geométrica, nos deja la primera lección que nos parece indicar, que lo que debemos corregir es el rumbo de la humanidad, porque baste solo observar en México y en muchas partes del mundo, que los incendios forestales, la escasez del agua, las guerras armadas, las plagas, el aumento de la violencia, la destrucción de la capa de ozono, las drogas, las guerras económicas y, en general el cambio climático, pueden ser todas formas importantes de exterminio masivo, que pueden originar o contribuir sin afanes catastrofistas, a la extinción de la humanidad.
Dentro de este entorno de referencia, una de las consecuencias de la actual y paulatina destrucción de la vida en la Tierra, como la hemos conocido en el último siglo, han venido aparejadas últimamente con las características de una pandemia que estamos padeciendo y, que nos llevan a pensar que una de sus consecuencias, es una grave recesión económica para México y el mundo entero, con graves repercusiones para sus poblaciones. De todas formas, el inventario de los destrozos ocasionados por la pandemia del COVID-19, todavía están por evaluarse.
Para nuestro país, las repercusiones económicas no serán menores; en primer lugar, se aprecia un gran desempleo en el horizonte cercano; en segundo lugar, se comienza a presentar un abatimiento o caída de la demanda efectiva (consumo) de la economía mexicana; en tercer lugar, se generará un déficit importante del gasto público, debido principalmente al costo que implica cuidar de los enfermos de la pandemia; en cuarto lugar, se avizora un incremento en la tasa de inflación por problemas de producción y abasto; en quinto lugar, precios del petróleo muy bajos; en sexto lugar, se seguirá depreciando el peso con respecto al dólar estadounidense; en séptimo lugar, que la inversión privada seguirá cayendo y contando, entre varios indicadores que ya estamos observando y ni que hablar de la inseguridad.
Lo relevante es que la planta productiva del sector primario y de la industria de México, más la del sector de servicios, tendrán una caída significativa con serios decrementos del PIB, que tanto el Banco de México, más el Banco Mundial, la CEPAL, las calificadoras, los grupos financieros y otros, se espera habrán de evaluar al país con pesimismo y a la baja, junto a un escenario que se presenta con visos de recesión económica. Todo ello, exacerbará los ánimos de los mexicanos, que tendrán que hacerle frente a esta adversidad, de diversas maneras.
Por otra parte, la pandemia además de venir a nublar el panorama económico, también propiciará pronunciamientos de carácter ideológico, que pueden convertirse en posturas irreductibles; para algunos, el camino será defender banderas que suponían ya estaban superadas; para otros, representará la oportunidad de reivindicar los ideales de las causas más justas, el de los grupos más vulnerables. Ante este escenario de polarización, tanto de ideas como de la conducción económica del país, la confrontación tenderá a profundizarse y volverse cada vez más desafiante. Solo esperemos, que prevalezca la fuerza de la razón y no la razón de la fuerza.
Comentarios: linopereaf@yahoo.com (*) Maestro en Ciencias y Doctor en Economía por la London School of Economics and Political Science, de la Universidad de Brunel y la Universidad de Londres, Inglaterra.