El 17 de octubre del 2019 elementos del Ejército detuvieron en un fraccionamiento de Culiacán a Ovidio Guzmán, hijo del Chapo Guzmán, en acatamiento a un mandato judicial de Estados Unidos con orden de extradición. Pero Ovidio fue liberado minutos después por órdenes del presidente López Obrador.
Esta ha sido la derrota más rápida y humillante sufrida por las Fuerzas Armadas en toda su historia. Pero no fue todo. Un par de días después y a petición de una reportera, el presidente ordenó al Secretario de la Defensa, Luis Crescencio Sandoval, que diera a conocer el nombre del oficial encargado de la operación. El general tragó saliva, vaciló y al final cumplió la orden de su Comandante Supremo, con lo que dejó desprotegido al soldado y a su familia.
Otro que hubiera sido el presidente, habría alegado que no podía satisfacer la curiosidad de la reportera por secrecía y para proteger a su soldado, pero no López Obrador cuyo pecho no es bodega.
La noche del 8 de septiembre un matrimonio que regresaba de la presa de la Boquilla en Chihuahua, donde formaron parte de una manifestación de ganaderos y agricultores que se oponen a seguir entregando agua a Estados Unidos, fue balaceada por elementos de la Guardia Nacional mientras circulaban en su camioneta.
Jessica Silva que iba en el lugar del copiloto, murió de varios disparos en la espalda, mientras su marido Jaime Torres fue herido de gravedad.
Horas antes esos mismos miembros de la Guardia Nacional que habían ido a proteger la presa fueron golpeados, humillados y corridos de la Boquilla sin disparar un tiro o dar un toletazo, porque tenían órdenes de su Comandante Supremo (Andrés Manuel López Obrador) de no contestar las provocaciones.
Este martes, luego de que la GN informara que seis de sus elementos fueron detenidos por la Fiscalía General de la República por su presunta participación en la muerte de Jessica, López Obrador se lavó las manos.
“La instrucción desde el principio fue que se investigara y se castigara a los presuntos responsables. Nosotros no vamos a encubrir a nadie, no hay impunidad en este gobierno”, dijo.
Malo, condenable y deleznable que uno o más elementos de la GN hayan disparado contra dos personas indefensas, pero también es deleznable y cobarde la actitud del presidente al exhibir a esos soldados. Si bien no solapa fechorías ni abusos de autoridad, un Comandante Supremo jamás abandona a sus soldados a su suerte.
Y en efecto, no hay impunidad para policías, soldados y marinos que tiro por viaje son avergonzados, vapuleados y expuestos en videos. Pero ay de aquel que suelte un plomazo porque se atendrá a las consecuencias. (Y una de ellas es que en lugar de castigarlos de acuerdo con la ley por malos elementos, el Comandante Supremo se ensañe públicamente con ellos).
Que muchos se pasan de lanza eso que ni qué, pero que la gran mayoría arriesgan sus vidas para salvaguardar a la ciudadanía no está a discusión. Y a cambio de ello jamás han recibido el mínimo reconocimiento o apoyo de su Comandante Supremo.
A Andrés Manuel le importan pura corneta las vidas de los soldados que se perderán cuando tengan que abrir a machetazo limpio la selva por donde pasará su inútil Tren Maya. Como le importan poco las vidas de los soldados y marinos que a diario enfrentan a los narcos.
Nunca como ahora los miembros del Ejército y la Armada han servido con tanta lealtad y fidelidad a su presidente. Y nunca como ahora su presidente los ha tratado con tanto desprecio.
Nada le costaba a Andrés Manuel guardarse el nombre del soldado que, a riesgo de su vida y las que de él dependían, se metió a la guarida del lobo para detener a uno de los delincuentes más peligrosos del país. Nada le costaba decir en relación al cobarde ataque contra Jessica y su marido, que las autoridades de la FGR estaban llevando el caso, actuarían en consecuencia y ya.
Pero no… había que exhibirlos a todos.
De que López Obrador está militarizando al país no hay duda, pero no es culpa de los soldados que obedecen órdenes de su Comandante Supremo y van a donde los manden. Por eso los verás lector levantando el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren maya, los Bancos del Bienestar, apoyando en clínicas y hospitales, en las aduanas y en lugares devastados por fenómenos naturales. Sin contar su lucha contra el narco.
Es Andrés Manuel quien más los ha exprimido obligándolos a realizar tareas que no debieran pero que soldados y marinos han cumplido sin chistar.
Como premio a su disciplina, ¿acaso han recibido una palmadita en la espalda de parte de su Comandante en Jefe? Uta no, eso sería tanto como humillarse.
Andrés Manuel no sólo ha violado la Constitución sino que ha abusado del poder presidencial. Ha intervenido a su antojo en los poderes Legislativo y Judicial; se ha pasado por el forro los contrapesos y ha abusado como ningún otro mandatario de la lealtad de las Fuerzas Armadas.
Cuidado, con tantos desatinos como ha cometido, no vaya a ser el diablo y en el futuro sea el primer expresidente que sentado en el banquillo de los acusados, tenga que responder a los señalamientos de quienes hoy le sirven fielmente.