Poco se ha dicho de la acción fraudulenta que le permitió a Joaquín Guzmán –malamente motejado como “El Chapito”- robarse la dirigencia del Partido Acción Nacional para que en ese arrebato solo heredara el inmueble y a sus traidores.
Luego de alcanzar en PAN en la última elección, en el 2018, poco más de 1.5 millones de votos, en 2021 difícilmente podrá ganar una bancada legislativa mayoritaria o un caudal municipal de importancia, en disputa el año próximo, que le permita sentar las bases de una real pelea por la gubernatura en el 2024.
En el mejor de los escenarios de una eventual alianza con el PRI y el PRD complicado remontar a los morenos cuyo aliado sustancial es Miguel Angel Yunes, quien en aras del perdón del “viejo guango” -tal como motejó a López Obrador, Yunes hijo- le ha puesto en charola de plata al PAN veracruzano.
Eso en el mejor escenario, ya que en el peor el PRI va a vender caro su amor y en los hechos, la realidad muestra que la compra del voto le va a ser imposible dada la reducción del 50% de sus prerrogativas tras las Reforma Electoral recién aprobada y elevada a rango constitucional, lo cual empobrece al PAN.
El problema de origen, como es del dominio público, se suscita tras la derrota del Yunismo, cuando la rapiña encabezada por el entonces más cercano al ex gobernador Yunes Linares, el “Chapito”, Joaquín Rosendo Guzmán Aviles, le da la espalda llevándose a colaboradores de media cuchara de Pepe Mancha como Omar Miranda, para consumar el albazo en la elección de la nueva dirigencia panista.
Así el 8 de septiembre, a golpes y robo de urnas, Joaquín Guzmán se unge como rey de los tres panistas que se quedaron a apagar la luz.
La votación controlada y comprada desde Tantoyuca sería definitiva en el triunfo de Guzmán Avilés quien obtuvo un total de 9 mil 886 votos a favor, todo en medio de una localizada violencia suscitada desde Xalapa al quedar al descubierta la compra de sufragios.
Así llega al poder, un poder desmantelado, un poder con una punta de lanza para Yunes Linares desde el Congreso donde el panismo no acata otra orden que no sea la de su patrón que no es la del “chapito”, quien a pesar de la imposición de Omar Miranda como jefe de la bancada, nadie lo pela y su autoridad, ausencia de personalidad y liderazgo son objeto de mofa.
Salvo Julen Rementería, un ambicioso de poder que busca la candidatura de ese partido para la gubernatura, pocos voltean a ver a un PAN desinflado encabezado por el cacique mayor de Tantoyuca, Joaquín Guzmán Avilés.
La cereza del pastel de este descrédito azul se da el pasado fin de semana en donde la bancada panista da la espalda a su partido al entregar sus votos para la elección de seis despanzurrados y desacreditados magistrados impuestos por el dedazo de Cuitláhuac García.
La instrucción de Yunes Linares a los diputados Sergio Hernández, María Graciela Hernández, Juan Manuel de Unanue Abascal, María Josefina Gamboa, María de Jesús Martínez Díaz, Montserrat Ortega Ruiz y Ricardo Serna Baraja fueron claras, apoyar a Morena.
Es el respaldo a Cuitláhuac García que en el fondo representa la congratulación con AMLO quien el pasado 14 de julio levantó su dedo para definir:
“Nosotros no hemos presentado ninguna denuncia contra Miguel Angel Yunes Linares”, declaró el presidente López Obrador en su mañanera al mandar al carajo la “Carpeta Azul” que de manera personal llevó a la PGR, hoy Fiscalía General de la Federación, el 17 de abril del 2017, luego de la cascada de insultos que le endilgó en entonces gobernante, quien señaló además que el “Peje recibía cinco millones de pesos mensuales” del gobierno estatal.
Hoy el silencio vale oro, mientras el voto es el perdón y olvido.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo