Con toda seguridad la mayoría de la gente se ha hecho la pregunta sobre cuáles son los efectos del Covid-19 y lo que se debe hacer al respecto. China, Europa y E.E.U.U nos mostraron los alcances y la letalidad de esta pandemia; nos mostraron escenas y datos de alto impacto. Saber y ver el avance del coronavirus nos ha alertado y preocupado. Un poco antes que el mismo Gobierno federal, otros niveles de autoridad y capas de la población ya estaban tomando algunas medidas que, ya en conjunto, han ido subiendo de nivel para hacer frente al contagio. La respuesta de la sociedad tiene que ver con las condiciones económicas y culturales de sus diferentes segmentos y sectores. Eso influye para su toma de decisiones y las posturas que adopten. Quienes cuentan con ingresos seguros o ahorros se pudieron confinar en sus casas o salir muy poco, solo para cuestiones básicas. Hay bastantes que todavía no dejan de salir a las calles a pesar de que ya está declarada la fase tres, seguramente por razones laborales la mayoría aunque también por evidente actitud despreocupada o incrédula.
En el qué se está haciendo como sociedad es determinante la condición económica, la información disponible y la responsabilidad individual y social. Es de sentido común, en muchos casos hecho por instinto de sobre vivencia, el poner en práctica el distanciamiento social y el confinamiento como mecanismo eficaz para detener o aminorar la cadena de contagio. No es posible perder de vista la dimensión económica de esta crisis con sus efectos de hambre y desempleo. Las consecuencias para nuestro país son devastadoras. Las respuestas gubernamentales son insuficientes y pueden agravar la crisis. Hace falta mucho más en visión de Estado, comparativo mundial y realismo; más allá de la popularidad presidencial y los intereses facciosos de corto plazo. Así como se ven muchas muestras de colaboración ciudadana con los trabajadores de la salud, a quienes les donan equipos que el sector salud les entrega con lentitud, y actos de generosidad de pequeños comercios, así se deben sostener esas actitudes por mucho tiempo. Esa solidaridad es una forma concreta y efectiva de fortalecer el tejido social.
Ante lo inédito surge la incertidumbre, se aceleran los procesos organizativos y educativos en las Instituciones oficiales y en la sociedad en su conjunto. Ante la inmediatez relativa y los impactos duros de la pandemia apenas da tiempo de comprenderlo antes de estar actuando para protegernos. Así se inició con el distanciamiento social, el confinamiento, el uso de gel, el lavado de manos, la utilización de guantes y tantas novedosas formas precautorias ante un contagioso en exceso virus. En general los mexicanos hemos respondido correctamente a la emergencia. Eso hará que los daños en salud sean soportables. El problema que sigue es el económico. En esa materia se debe trabajar mucho y bien, con diálogo y convocatoria, para salir juntos y evitar un mayor deterioro social que nos conduzca a momentos de ingobernabilidad.
Es de obviedad decir que nos seguirá haciendo falta mucha paciencia y enormes dosis de generosidad para encarar la mayor crisis que hayamos vivido. Queriendo o no, tal vez sin saber cuando y como, cultivaremos otras miradas iluminadas de nostalgia y esperanza. Seguiremos viendo hacia atrás con añoranza, en un respiro sublime, lo que fuimos, pero más veremos en nuestro tiempo, en el mañana. Nos guste o no seremos otras personas, al menos un poco mejores.
Recadito: la miseria de nuestra clase política local es un elemento a desterrar pronto.