Al observar las diferentes interpretaciones de los indicadores económicos de los últimos años, sobre las principales variables de la economía mexicana, no es posible olvidarnos de la cita atribuible al Ex Primer Ministro Británico, Benjamín Disraeli, cuando señalaba que hay tres tipos de mentiras: “Las mentiras, las malditas mentiras y, las estadísticas”. En nuestro país, por una parte, las principales fuentes de información que han sido utilizadas, son las obtenidas, acopiadas, analizadas, procesadas y evaluadas por el Banco de México y el INEGI principalmente; por otro lado, ahora tenemos “Los otros datos”, aunque para esta última fuente, no parece haber información factual que avale cuantitativamente los avances o retrocesos en materia económica, por ser aparentemente de carácter cualitativo.
Como quiera que sea, lo que es evidente es que todo es según del cristal, con que se mire la información, por lo que en nuestro sentir, como no conocemos otra forma, nos apegaremos a la ortodoxia que conocemos para poder analizar las variables, con la información que las instituciones ya mencionadas, han propiciado, sobre todo para medir los efectos cuantitativos y evaluar los avances y/o los retrocesos de la economía de México; así por ejemplo, el PIB más otras variables económicas, de acuerdo a lo asentado, se valorarán en términos ortodoxos.
Por principio de cuentas, observamos que una forma de medir los avances de la economía mexicana, nos lo proporcionan los datos a través del tiempo, que nos indican la evolución de algunas variables en el manejo de la misma, como son el ingreso per cápita de la población, el incremento en el consumo de bienes y servicios, las tasas de desempleo, los volúmenes del comercio exterior de México, los niveles de ahorro, el aumento de las remesas de los migrantes mexicanos, las tasas de desempleo, los indicadores de la inflación, más otras variables como la inversión y la deuda soberana, etc.
En este sentido, el PIB se estima que en este 2021 puede llegar a una cifra del 6 por ciento o más, con una inflación alrededor de esta misma tasa, lo que implicará un rebote desde casi menos diez por ciento del año pasado (-8.6%), con cifras desestacionalizadas y la peor caída desde 1932. Analizando con cuidado “este rebote” en forma de “V”, apenas lo que nos muestra el graficado de la información, es que a simple vista para poder tener el mismo nivel de producción e ingreso de hace dos años, todavía tardaremos tal vez dos o tres años más, de tal forma que podamos recuperar el nivel de crecimiento económico de hace tres años.
Para algunos expertos, tomando como base las proyecciones de la CEPAL, a mitad del camino las cosas no pintan muy bien, ya que la economía todavía no recupera el tamaño, de lo que representaba en el año de 2018; aún más, se estima que el PIB per cápita de México, considerando el nivel que guardaba en ese año, no se recuperará hasta el año 2029. Otros indicadores sociales, nos confirman más de lo mismo; por ejemplo, el Coneval nos indica que el número de personas en situación de pobreza, pasó en la mitad del presente sexenio, de 51.9 millones a 55.7 millones. Por este motivo, ya se habla de una década perdida en materia de crecimiento económico. La pregunta es si podríamos haber hecho algo distinto, para estar en una mejor situación.
Estos indicadores nos muestran una serie de claroscuros, con información que nos dice que uno de los factores principales, que ha impedido que la economía mexicana no se haya recuperado por lo menos a los niveles de hace tres años, a pesar de haber tenido la tracción del remolque de la economía estadounidense a través de la pandemia, la diferencia con nuestro país vecino, este sí contó con programas de apoyo fiscal para el rescate de las empresas con problemas.
En nuestro país en un afán que pareciera tener carácter ideológico, no se ha querido rescatar a las Pymes de México, con apoyos crediticios a la producción empresarial, pero tampoco que ni siquiera se les liquidan los adeudos pendientes de los tres niveles de gobierno, a los empresarios. Lo anterior ha contribuido al cierre de una parte importante de la fuerza productiva de las Pymes, que paradójicamente es el sector que genera la mayoría de los empleos en México, con la consecuente pérdida de millones de ellos.
Por otro lado, sin duda la pandemia ha sido el factor principal que ha influido decisivamente en la alta recesión de las economías de todo el mundo, de las que la economía mexicana no ha sido la excepción; el resultado de aplicar estas políticas económicas, como se ha reiterado, es que solo se ha apoyado el consumo, más no la producción, lo que resulta un contrasentido. Los mercados han reaccionado, con la salida creciente de capitales de portafolio, con la inversión nacional contraída, con el desempleo, la pobreza y las migraciones de mexicanos hacia el vecino del norte, en aumento. Sin embargo, es importante destacar, que aún existen salidas a estas problemáticas.
Con respecto a las altas migraciones que se comienzan a observar, hacia el país vecino del norte, observamos que como nunca, se presentan flujos crecientes de mexicanos hacia Estados Unidos de América, en busca de mejores condiciones de vida; por otra parte, la inflación es un factor que seguirá teniendo un efecto pernicioso en el aumento del sistema generalizado de precios. Asimismo, el empeño de rescatar capitalizando con recursos fiscales a Pemex, es un gran precio que según las calificadoras de riesgo internacionales, habrá de empeorar el endeudamiento y las finanzas del erario público, por lo que es relevante intentar otras vías.
Como es de suponerse, el elemento tractor más importante de nuestra economía, es y seguirá siendo el acuerdo comercial entre Estados Unidos, Canadá y México o T-MEC, siendo el principal motor para seguir avanzando en la consolidación económica del mercado común norteamericano, el mayor del mundo, que por razones de necesidad económica y no de ideología, contribuirá de manera definitiva a la consolidación de la iniciativa privada, como principal contribuyente a la inversión productiva del país, pues ello implicará que se aproveche su capacidad para generar empleos también productivos.
Los últimos datos del INEGI, aunque inquietantes, nos señalan que algunos indicadores nos muestran que las cosas no marchan bien y que hay que corregir el rumbo; por ejemplo, se ha estado observando que el índice que mide el nivel de confianza de los consumidores y las empresas de México, ha aumentado con la desconfianza de los mexicanos yendo en aumento desde junio, julio y agosto de este año y contando. Por ello, es necesario corregir estas tendientes.
México por otro lado, tiene que apoyar decisivamente el espíritu del T-MEC como debe ser, ya que ello no tiene nada que ver, con el aumento de la corrupción o el incremento de la pobreza de este país. Afortunadamente, todo indica que esto se está entendiendo mejor, ya que frente a los mercados el nuevo Secretario de Hacienda y Crédito Público, Rogelio Ramírez de la O, al asumir el cargo explica que una prioridad para la economía de México, es el vínculo económico que la une con los Estados Unidos de América, ya que este país representará el “eje de la recuperación de México en 2022”. Este pronunciamiento, por lo tanto nos habrá de ligar, a la gran oportunidad del país, de comenzar a crecer a partir del año 2023. Enhorabuena.
Comentarios: linopereaf@yahoo.com (*)Maestro en Ciencias y Doctor en Economía por la London School of Economics and Political Science, de la Universidad de Brunel y la Universidad de Londres, Inglaterra.