El acuerdo fue rápido y sencillo. Cuando Claudia Sheinbaum ya era presidenta electa y estaba a días de terciarse la banda presidencial, López Obrador se reunió con su nene Andy López Beltrán y su “hermano” el senador Adán Augusto López a quien le dijo: “Andy será presidente en el 2030 y tu su principal asesor. Quiero que lo lleves con cuidado para evitar tropezones que lo puedan desgastar”.
Se acordó que Andy sería Secretario de Organización de Morena encargado de manejar el presupuesto del partido. Y para que se fuera fogueando, lo mandaron a Durango con la encomienda de arrebatarle el estado a la oposición… pero perdió por sus errores.
Días después cometió otro error al presentarse en un programa conducido por la presidenta de su partido Luisa María Alcalde donde dijo. “Yo me llamó Andrés Manuel López Beltrán y mi más grande orgullo es llamarme como el mejor presidente que ha tenido este país. El llamarme Andy es demeritar eso, quitarme ese legado… ojalá dejen de llamarme con diminutivos”. Y se lo acabaron en las redes.
Luego vino el escándalo de Adán Augusto López que cuando fue gobernador de Tabasco nombró a Hernán Bermúdez alias el “Comandante H”, Secretario de Seguridad Pública y el tipo resultó líder del grupo criminal La Barredora.
El golpe para Adán fue tan demoledor que desde entonces no se ha podido levantar. De poderosísimo y protagónico senador, pasó a ser un político de bajo perfil que huye de los reporteros.
Tras desaparecer por más de una semana del senado, reapareció en el Congreso de Morena el domingo 20 de julio donde apenas un puñado de morenos le brindó un desganado apoyo: “¡No estás solo, no estás solo!”. Y eso fue todo.
La presencia que se extrañó fue la del Secretario de Organización Andy López Beltrán que no asistió al Congreso.
Días después Andy fue fotografiado en Tokio en un hotel de cinco estrellas degustando el bufete del lujoso restaurante y comprando artículos de marca en tiendas que cobran en dólares.
Y ahí empezó su debacle.
Dicen que furioso, su papá lo puso como reata de marrano, le ordenó regresar al país y esconderse de los medios.
Diez días estuvo desaparecido, pero ayer por la noche rompió el silencio mediante una carta que comienza con un chiste al manifestar que en efecto hizo ese viaje pagado de su peculio “luego de extenuantes jornadas de trabajo”. Y aquí es donde entra la risa lector, porque ¿cuándo ha trabajado ese zángano en sus 39 años?
En la carta vienen quejas lastimeras. “Mis adversarios mandaron a sus espías a fotografiarme y acosarme para así emprender una campaña de linchamiento político impregnada de odio, clasismo y calumnias, tales como que viajé en un avión privado o del ejército”.
Y se siguió. “Viajé en aerolíneas comerciales y pagué 7 mil pesos diarios en un hotel incluido el desayuno”. Agregó que desde niño aprendió que “el poder es humildad” y que la austeridad es un asunto de principios, por lo que “se debe vivir en la justa medianía”… pagando 7 mil pesos por noche (según él) en un hotel.
No podía faltar desde luego, el recargón al “hampa del periodismo… que desde hace décadas venimos enfrentando”.
Con su carta, Andy se amarró una soga al cuello, aventó la otra punta por encima de la rama de un árbol y nomás está a la espera de que alguien le haga el favor de jalarla.
Altanero, arrogante, majadero y zángano como pocos juniors presidenciales, sabe que no lo quieren ni los sectarios que ayudaron a López Obrador a llegar al poder pero le vale, porque para eso (para hacerlo presidente) está su papá. Lo que está pasando por alto es que con su viajecito a Japón echó por la borda ese anhelo.
El tipo está frito porque no será candidato y menos presidente en cinco años y fracción. Pero más frito está su papá por querer apoyarse en un sujeto con probables ligas con el narco y en un zángano bueno para nada, para continuar con su transformador Maximato después del 2030.
Ese viajecito a la Tierra del Sol Naciente fue el Waterloo para padre e hijo.