Comenzaba apenas este sexenio cuando una noche, cenando con un alto funcionario de seguridad nacional en un hotel de Coatzacoalcos, me enteré que al día siguiente habría dos reuniones con toda la cúpula de la seguridad nacional, una en la zona militar de Minatitlán, otra en la zona naval de Coatzacoalcos.
Había conocido a mi interlocutor tiempo atrás. Previamente le había dicho que iba yo a viajar a la Ciudad de México, que le invitaba un café o a desayunar (con personas de su nivel siempre es importante platicar). Me respondió que no estaba en la capital del país porque el presidente lo traía de frontera a frontera. Era cuando estaba en su punto crítico el tema de los migrantes y Trump presionaba a AMLO.
No pasó mucho tiempo cuando me llamó y me citó en Coatzacoalcos. Me dijo que iba a estar en esa ciudad y me invitó para que nos viéramos. Ni él me platicó por qué estaba ahí ni yo le pregunté nada al respecto. Pero fue inevitable que al calor de la plática surgiera alguna información y que yo me diera cuenta del motivo.
Cuando supe de la importancia de las reuniones del día siguiente y de la presencia de los más altos mandos militares y navales, así como de jefes de cuerpos de seguridad nacional, le pregunté entonces si habían invitado y si iban a estar presentes el gobernador Cuitláhuac García Jiménez, el secretario de Gobierno Eric Patrocinio Cisneros Burgos y el entonces fiscal Jorge Winckler Ortiz.
Mi gran sorpresa fue cuando hizo una mueca de desaprobación, me respondió que no y no se expresó nada bien de ellos, en especial del secretario Cisneros. Me quedó claro que no les tenían confianza. Al día siguiente, en Coatzacoalcos, fui testigo de la llegada de los altos mandos a la zona naval del puerto, pero no vi a nadie del gobierno estatal ni de la Secretaría de Seguridad Pública ni de la Fiscalía.
De esas reuniones nunca supieron nada las autoridades del gobierno del estado. Me pregunté de qué se trataba, por qué las pasaban por alto y las ignoraban, por qué ni siquiera, por cortesía, les habían informado de la llegada y presencia de hombres tan poderosos.
Monitorean a grupos criminales y a funcionarios corruptos
Rememoro lo anterior al enterarme que en Coatzacoalcos funciona uno de los cinco Centros Regionales de Fusión de Inteligencia (Cerfi) del país, que reporta y surte de información al Centro Nacional de Fusión de Inteligencia (Cenfi). Desde ahí se monitorea no solo las comunicaciones de los grupos criminales sino también de las autoridades civiles, las que andan en malos pasos.
Ello quedó al descubierto con el robo de los archivos más comprometedores de la Secretaría de la Defensa Nacional por parte del grupo de piratas informáticos Guacamaya. Del poder que tiene el Cerfi de Coatzacoalcos da idea el hecho de que controla Oaxaca y la península de Yucatán.
Ayer, el diario El país publicó que el Cerfi de Coatzacoalcos reportó las actividades de un grupo de ladrones de combustible. “’Cuenta con el apoyo de elementos de la Guardia Nacional, quienes posiblemente se ubican a inmediaciones de la caseta de cobro de Acayucan, Veracruz, donde les permiten el paso con las pipas’. Por dejarles pasar, los criminales les pagan 200,000 pesos, unos 10,000 dólares”.
Pero también, por una nota publicada en El Universal, se supo que documentos filtrados por Guacamaya Leaks sacaron a la luz pública que se reportó que el gobierno estatal supuestamente facilitó la entrada de un cartel criminal a la entidad.
Al respecto, la dirigencia estatal de Morena, senadores y diputados locales y federales de ese partido (¿por qué no incluyeron entre los apoyadores a los alcaldes morenistas?) salieron en defensa del gobernador, aunque para nada desmintieron la información de la Sedena sino que le echaron la culpa a la oposición que, dijeron, ha creado una campaña para manchar su figura y mostrar “una realidad que no existe en Veracruz”.
Lo cierto es que, de acuerdo a la información hackeada, desde Coatzacoalcos monitorean a los grupos criminales, pero también a los funcionarios del estado que han caído en la corrupción. Ahora sí, parafraseando a Pedro Ferriz padre, un mundo los vigila.
Cuitláhuac no descarta que le echen abajo su Ley Nahle
La burra no era arisca, la hicieron a palos, dice un conocido refrán. Tantos palos legales le han dado tribunales federales al gobierno del estado que ya de plano el propio gobernador Cuitláhuac García Jiménez no descarta que la Suprema Corte de Justicia de la Nación pudiera declarar inconstitucional la llamada Ley Nahle (no le gusta que la llamen así), aprobada en el Congreso local.
Ya con la triste experiencia que ha vivido por los reveses recibidos, ahora sí, en forma prudente adelantó que si prospera el recurso de inconstitucionalidad que presentaron el PAN y el PRD, “nosotros vamos a respetar lo que en torno diga la Suprema Corte de Justicia de la Nación”.
Hace bien en ir con pies de plomo pues si la impugnación no prospera, nieve de vainilla sobre pay de elote, pero si no, al menos ya habrá amortiguado el golpe. Lo que sí, su declaración refleja que no tiene la total seguridad de que las cosas se hicieron bien, pues de otra manera no cabría siquiera especular que les podrían dar otro palo legal, uno más de una ya larga cadena.
Lo que no se entiende es por qué si él mismo dice que el recurso de la oposición no prosperará ya que existe jurisprudencia que legalizó que en otros estados gobiernen personas no originarias de las entidades, entonces para qué se expuso a legislar y a correr el riesgo de que su reforma se la echen abajo, lo que no dejaría de verse como un triunfo de la oposición, dañaría la imagen de la señora Nahle, dañaría una vez más también la del Ejecutivo y del Legislativo y bajaría la moral de los morenos cuitlahuistas.
Pero aparte de que Cuitláhuac se muestra ahora más cauto y no adelanta vísperas, también se ve bien que no descalifique a priori a la Suprema Corte y a sus ministros, que reconozca que, le guste o no, es el máximo tribunal de justicia y que todos sin excepción debemos someternos al imperio de la ley. Al menos eso debe reconocérsele.
Rocío Nahle, ¿una de las recaudadoras?
Pues no. Parece que en ningún lugar del libro El rey del cash sale a relucir el nombre de Rocío Nahle como una de las recaudadoras en efectivo de Andrés Manuel López Obrador durante la campaña presidencial de 2018.
En ese año, en Morena lo sabían, pero tenían temor a mencionar algo y a enfrentarse a la hoy secretaria de Energía por el apoyo que desde entonces le daba el tabasqueño.
En aquel entonces supieron y estaban seguros que la Nahle le había tendido una trampa a la entonces diputada local y aspirante de la alcaldía de Las Choapas, Eva Cadena, al enviarla a recoger dinero en efectivo para la campaña y de paso grabarla para hacerla a un lado pues AMLO mostraba mucha simpatía por ella. Adentro están seguros que la zacatecana filtró a propósito el video.
Por lo menos de lo que se publicó y dijo ayer sobre el libro, Nahle la libró, aunque no se sabe si solo por ahora.
De Veracruz hacia la CDMX, ahora por la vía Xalapa-Perote
Lo que me entero ahora que temporalmente vivo en Veracruz es que casi todos quienes tienen que viajar hacia la capital del país lo hacen por la carretera Xalapa-Perote para evitar hacerlo por la autopista Orizaba-Puebla, ante la grave inseguridad que se vive en el tramo de las Cumbres de Maltrata, tomado por la delincuencia organizada.
Eso me hace pensar que se ha incrementado la circulación vehicular en la autopista de cuota Xalapa-Perote y que los concesionarios ahora menos van a bajar el costo del peaje, del que se quejan los xalapeños. Lo que es bueno para unos a veces es malo para otros. Y todo por la inseguridad en el estado, que el gobierno dice que no la hay.