“Pertenezco por convicción y talante a una mayoría de ciudadanos
que desea hablar un lenguaje moderado de concordia y conciliación”.
Adolfo Suárez
Es muy preocupante que la discusión nacional no baje de tono y con ello se siga acentuando la polarización social y política. Parece no entenderse que, de continuar en esa situación, no solo se fomenta la crispación, sino que se reduce el margen de oportunidad para establecer acuerdos de unidad amplios, donde quepamos todos los mexicanos, enfrentando unidos los fuertes problemas que padecemos.
Mientras nuestro país se debate en una violencia que aterra y baña de sangre, la discusión política se empantana y se sumerge en los lodos de la intransigencia, de la burla, de las descalificaciones que ensucian también a todos sus actores. Personajes que arremeten en locos movimientos de supuestas innovaciones, empañadas de malolientes adjetivos o los desfiguros mostrados en los espacios de las razones históricas, de las verdades incuestionables, que marcan los cambios que por destino están dirigiendo.
Mientras los pobres se incrementan, cuando la crisis económica agobia a millones y se requiere la convocatoria a establecer acuerdos para superar obstáculos, pareciera que nuestras vidas caminan contra toda lógica, el andar de los sinuosos caminos que ahora se vuelven más difíciles al transitarse en medio de cegueras colectivas, de choques permanentes.
Cuando se debate el futuro planetario, se enaltece la conducta social de mirarse el ombligo con afanes nacionalistas, acusando una clara estrechez de miras. Se arrinconan nuestros alcances y contribuciones para darnos oportunidades como especie, dando portazos a quienes vienen detrás de nosotros, negándonos la responsabilidad que ahora debería mostrase en toda esa dimensión histórica que presumimos de tener como nación.
La construcción de un nuevo imaginario, de una nueva forma de hacer las cosas, plantea el reto de pasar muy por encima de creer en verdades incuestionables, en destinos manifiestos, de momentos inéditos o históricos que no se reconozcan en la exigencia de mirarnos a través de los valores democráticos, de tolerancia y reconocimiento de la multiculturalidad nacional, de la riqueza de nuestras nuevas y pujantes diferencias, que deben enriquecer los debates para buscar las coincidencias que se reclaman en los momentos que vivimos. Romper con la visión maniquea del nosotros y ellos, forma parte de las acciones que darían pauta a una tan urgente reconciliación nacional.
Nuestro país se debate en la definición de establecer un verdadero Estado de Derecho, y no es por decreto como se construirá; no es asumiendo que al llamado de una voz todo se ubicará en las líneas que marca la ley. La compulsa frente a un uso discrecional, arbitrario y sesgado de la ley, implica contradecir en los hechos la voluntad de que mágicamente las cosas cambien. El concurso, el llamado a la irrestricta aplicación de las leyes, obliga al respeto de ellas, a romper los conocidos manoseos a los que se ha acudido en tiempos pasados y que siguen acompañando aún, el ejercicio del poder.
Se dice que necesitamos estatura de miras, visiones que dominen el escenario nacional, operando por encima, mucho más allá de unas elecciones, que superen el influjo de los intereses individuales y facciosos para darnos como nación las alternativas de justicia social, de paz, de calidad de vida alterna a lo que ahora tenemos. Eso necesitamos, eso esperamos y ante ello, los actores que escenifican los liderazgos y representaciones de todos los niveles, no pueden quedarse varados en los lodazales que hoy dominan la vida pública y la discusión política, pues se demanda una grandeza de voluntades que esperamos, sin embargo, aún mirar.
LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Las cifras del horror en 2021: el mes con más feminicidios, Agosto con 107. Entre Enero y Agosto: 672. ¿Hasta cuántos?¿hasta dónde?.