Del 2 de julio al 30 de noviembre del 2018, Andrés Manuel López Obrador y su equipo tuvieron cinco meses para planear, ordenar, corregir y pulir la transición del Seguro Popular al Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi). Es decir, tuvieron todo el tiempo del mundo y se durmieron en sus laureles.
Y si tuvo todo ese tiempo el tabasqueño es porque como recordarás lector, apenas se conoció su arrollador triunfo, el presidente Enrique Peña Nieto desapareció del mapa político y le dejó el camino franco para que empezara a gobernar.
López Obrador había prometido que acabaría con el Seguro Popular porque “Ni es seguro ni es popular” y lo cumplió. En enero de este año comenzó sus funciones el Insabi, un híbrido sin pies ni cabeza que se supone iba a brindar servicios de Salud gratuitos a 69 millones de mexicanos que no cuentan con Seguridad Social, pero que fue planeado sobre las rodillas.
De hecho no hubo planeación, lo que hubo fue un cúmulo de buenas intenciones presidenciales que no sirvieron de mucho. Los pacientes que durmieron en los hospitales el 31 de diciembre del 2019 protegidos por el Seguro Popular y despertaron el 1 de enero de este año amparados por el Insabi, se toparon con que tenían que pagar por un servicio que 24 horas antes era gratuito.
Sin planeación, mal organizado, sin abasto de medicamentos y dudosamente gratuito, el Insabi va que vuela para ser un rotundo fracaso. En el papel fue una buena idea del presidente, pero en la práctica es un fiasco porque Andrés Manuel es incapaz de aterrizar sus ideas como Dios manda.
Y lo mismo le va a pasar con las clases por televisión.
Este martes dio a conocer que ante la imposibilidad de que continúen de momento las clases presenciales por la pandemia del coronavirus, el ciclo escolar 2020-2021 arrancará el 24 de agosto con clases por televisión abierta que transmitirán cuatro cadenas televisivas.
“Se iniciarán las clases con toda formalidad, no es un curso de emergencia o transitorio. Es comenzar de conformidad con el plan educativo, se van a tener libros de texto e instrumentos necesarios” dijo el presidente.
¿Y cómo serán esas clases?
El secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, dijo que se utilizarán seis canales de televisión (entre privados y públicos) donde se darán clases a 30 millones de estudiantes de 16 grados escolares. Las clases se transmitirán de las 8 a las 19 horas y las recibirán alumnos de educación inicial, preescolar, primaria, secundaria y bachillerato.
No quiero adelantar la víspera ni ser ave de mal agüero, pero pienso que eso será un soberano batidillo.
Por principio de cuentas 14 millones de hogares carecen de televisión y 34 millones no tienen acceso a internet. ¿Cómo van a recibir clases los niños de esos hogares?
¿Hay algún método en que se apoyen los maestros para esta nueva encomienda? No, y hasta el momento no les han dicho si van a recibir algún curso. Por lo pronto darán las clases como si estuvieran en un aula normal, si un chamaco se atrasa tendrá chance de ver la repetición de la clase y si sigue sin entender, pues con la pena.
Reitero, la idea es buena pero sin un plan definido no va a funcionar. Como no funcionó el programa Aprende en Casa porque tenemos un país con más de 50 millones de pobres. Y no todos los niños tienen papás que puedan comprarles una televisión y mucho menos meter internet en casa cuando no tienen ni para comer.
Si López Obrador aterrizara bien sus ideas quizá otro gallo le estaría cantando al país. Pero así sobre las rodillas, al carambazo y nomás con buena voluntad, su plan de educación por televisión será otro sonado fracaso.