Gobiernos Shakira

’30/04/2025’
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’30/04/2025’

KAIRÓS

Gobiernos Shakira

Francisco Montfort Guillén

Encontrar la palabra precisa. Describir, entonces, la realidad. Descubrir su naturaleza. Interpretarla correctamente. Obtener las lecciones de esa combinación: descubrir hechos inéditos, escribirlos con rigurosa precisión e interpretarlos correctamente, es decir, con rigor a la vinculación observación y descripción.

Aunque tamizada por la tarea cotidiana de escribir, esta gran disyuntiva de leer, interpretar y transmitir en palabras la realidad que nos circunda es tarea obligada no sólo del poeta (el mayor creador de lenguajes) sino del simple escribidor en diarios, revistas, páginas en redes sociales y medios más eruditos.

Sin las palabras precisas se pierde el terreno común del entendimiento mutuo entre escribidor y lector. Deja de existir el espacio de reflexión mutua que puede conducir a la acción en un mismo sentido a quienes son diferentes, piensan distinto, actúan diferentemente de manera cotidiana.

Por estas y otras razones requerimos del ejercicio continuo del diálogo. Necesitamos, para sobrevivir, del intercambio de opiniones e ideas. La gran promesa del diálogo en un clima de respeto mutuo es la unión de la difícil búsqueda con del feliz hallazgo de las palabras que definen el encuentro de la comprensión mutua sobre la interpretación de la realidad que intentamos interpretar.

Caminamos senderos que dificultan esos hallazgos. Enfrentamos el debilitamiento del diálogo y la fragilidad del lenguaje en caminos inestables, acosados por las censuras política y económica de la ideología woke, la autocensura, las obligaciones del uso del lenguaje políticamente correcto que actúan como corsé, grilletes de la libre expresión desenfadada que demanda el lenguaje político.

Y es que el lenguaje es creación social. Su emergencia no está sujeta a reglas específicas. Surge de las interacciones entre seres humanos. Expresa, precisamente, ese conjunto de intercambios emocionales, físicos e intelectuales que no respetan reglas, que obedecen sobre todo a la imaginación, a la creatividad que anida en los cerebros humanos para designar, describir, interpretar su realidad en un momento dado y en condiciones aleatorias.

Ahora mismo no contamos con las mejores, es decir, con las más precisas palabras para describir, calificar e interpretar los cambios que se suceden a escala del mundo y en el ámbito de nuestro país. Y es que vivir los cambios, ser actor (pasivo o activo, lo mismo da) e intérprete de esa realidad es muy difícil de conjugar. Lo cual nos deja en condiciones adversas para valorar, comprender e interpretar nuestro entorno.

<<Uno nunca está más inerme que cuando no tiene lenguaje>> dice Cristina Rivera Garza en su estrujante novela El invencible verano de Liliana, Premio Pulitzer (México, Penguin Random House, Grupo Editorial, 2023). También afirma: <<Llamar a las cosas por su nombre requiere, a menudo, de inventar nuevos nombres. Hostigamiento laboral. Discriminación. Violencia sexual…>>. Y antes describe: <<El feminicidio no se tipificó en México sino hasta el 14 de junio de 2012, cuando el Código Penal Federal lo incorporó como delito…A gran parte de los feminicidios que se cometieron antes de esa fecha se les llamó crímenes de pasión. Se le llamó andaba en malos pasos. Se le llamó ¿para qué se viste así? Se le llamó una mujer siempre tiene que darse su lugar. Se le llamó algo debió haber hecho para acabar de esa forma. Se le llamó sus padres la descuidaron. Se le llamó la chica tomó una mala decisión. Se le llamó, incluso, se lo merecía. La falta de lenguaje es apabullante. La falta de lenguaje nos maniata, nos sofoca, nos estrangula, nos dispara, nos desuella, nos cercena, nos condena>>.

En general nos faltan palabras para nombrar los horrores que muchos hombres mexicanos ejercen sobre las mexicanas. Aunque también existen otras realidades sociológicas (y políticas) que nos obligan a preguntarnos si las decisiones que se han tomado para establecer una igualdad obligatoria en términos de la llamada equidad de género están dando los frutos hipotéticamente deseados.

Hoy es posible hablar de la existencia de una clase política mexicana que mucho se acerca en su composición a la equidad de género. Lo que no se alcanza a apreciar, hasta el momento, es que esa paridad ha conllevado a un mejoramiento del rendimiento de esa clase política respecto a los resultados favorables para la ciudadanía.

Es cierto que, en bloque, el país no parece haber tenido, en su existencia posrevolucionaria, una clase política tan excesivamente limitada en los aspectos éticos, técnicos, profesionales y políticos como la que ahora dirige el país. Seres humanos, hombres y mujeres por igual, parecen competir, sin rubores, para destacar como el más ruin, perverso, cínico y extraviado.

¿Cómo mencionar, es decir, cómo nombrar al grupo de mujeres que han conquistado posiciones de mando, de Poder Ejecutivo, en diversos estados de la república, y que destacan por todo lo contrario a la esperanza de renovación política que prometía el ejercicio del poder por seres humanos femeninos?

Era ingenuo pensar que tendríamos un ramillete integrado por émulas de Margaret Thatcher, Indira Gandhi, Ángela Merkel, Michelle Bachelet o siquiera parecidas a Griselda Álvarez, Ivonne Ortega, Beatriz Paredes. Pero pienso que el país no esperaba que una gobernadora fuera omisa con el grave problema del huachicol fiscal a gran escala, otra que se pronunciara <<por dejar de ser pendeja>> y le entrara al enriquecimiento ilícito; o que otra tuviera la frivolidad ardiente del paisaje caribeño en el ejercicio del poder en Quintana Roo; y peor aún, una más que representara de cuerpo entero la descomposición del narcopoder en el antes paraíso guerrerense.

Estar a la par o apenas por debajo del gobernador de Sinaloa, o del de Tamaulipas, o del de Sonora o Chiapas en el ejercicio del poder, no mejora, sino al contrario, el juicio sobre estas mujeres en condiciones de políticas que ejercen el poder.

Las incapacidades profesionales de mujeres empoderadas salen a flote, igual que las conductas corruptas en el INSABI, en la compra de medicamentos, en las funciones de PEMEX y en las obras de la construcción de la refinería de Dos Bocas. Los testimonios están lo mismo en la ASF que en los diferentes medios de comunicación. Y que decir de la deslumbrante mediocridad en la Secretaría de Seguridad Nacional ahora trasladada a la Secretaría de Gobernación.

¿Dónde encontrar alguna acción de gobierno brillante en estas personas, en donde escarbar algún signo de creatividad, esa chispa de luz que da la inteligencia en las declaraciones de todas estas funcionarias?

La preocupación sobre este tema no se detiene en la evaluación de sus funciones. También está en la dificultad de sortear con éxito la censura del lenguaje políticamente correcto, del lenguaje que no incurra en lo que denominan <<violencia política de género>> guillotina que ya quieren hacer caer sobre la cabeza de Lily Téllez por sus comentarios sobre el rostro de la presidente Sheinbaum.

Es obligado también escapar a los perniciosos mecanismos de producción de posverdades y del cambio de sentido de conceptos: ahora los reaccionarios y conservadores se autodenominan progresistas y todo mundo parece aceptarlo.

Encontrar la palabra innovadora. Hallar el lenguaje correcto de acuerdo con el análisis objetivo de la realidad son tareas urgentes. Mientras tanto, tal vez habremos de recurrir al mundo del espectáculo, pues la política hace rato que está inserta en el espacio del teatro, del show-bussines, y pedir prestada, a una estrella de la farándula, una frase de éxito para proponer, preventivamente, que una parte importante de la actual generación de mujeres mexicanas en ejercicio del poder ejecutivo y del poder político gubernamental, en general, no gobiernan, pero <<sí facturan>>.

francisco.montfort@gmail.com

 

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