Un Ilusionista y un cortejo de más de 30 millones de ilusos temerosos forman el presente político mexicano. A diferencia de otros momentos de expectativas por definir un futuro para todo el país, a partir de 2018 apareció un poderoso prestidigitador, un mago del halago del pueblo para ofrecer, a sólo a una parte de la sociedad mexicana, sus trucos de falsas apariencias que, con novedosas artimañas, sedujeron las ilusiones de los sentimientos de millones de mexicanos.
El Ilusionista cambió el sentido de los discursos. Ilusiones visuales, ópticas y sensoriales le sirvieron para cortejar a unos ciudadanos olvidados en los discursos y en los beneficios del desarrollo. Generó una serie de creencias erróneas que generaron opiniones equivocadas sobre la realidad del país. El grupo -mayoritario- de mexicanos antes olvidados por la política creyeron en los actos de prestidigitación del Ilusionista.
También fueron seducidos millones de mexicanos de las clases medias y altas. Y es que los seres humanos son tan sensibles a la adulación, que aun sabiendo que sólo reciben lisonjas, están dispuestos a dejarse engañar si reciben los elogios adecuados. De ahí que los creyentes seducidos a favor de la llamada Cuarta Transformación/Morena/Lópezobradorismo sean incrédulos de las razones argumentadas en contra de los postulados y las acciones de los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador y ahora de Claudia Sheinbaum Pardo.
El Ilusionista cambió la ecuación política. No prometió un gran proyecto de desarrollo que combatiera y eliminara las deformaciones del modelo que había sido puesto en práctica, mediante ensayo/aciertos/errores/correcciones desde el gobierno de Miguel de la Madrid. El ilusionismo consistió en decir a los cuatro vientos que el modelo neoliberal era nefasto y verter elogios desmedidos al “pueblo bueno y sabio”, en ofrecer actos de prestidigitación mediante los cuales ese “pueblo elegido” llegaría a ser “feliz, feliz, feliz”.
Al exaltar el amor propio de los marginados y de aquellas personas con deseos de justicia social (“por el bien de todos, primero los pobres”) generó una corriente de opinión avasalladora que se entregó sin pensar a una persona muy audaz, pero falto de inteligencia, muy conocedor de todos los trucos ilusionistas del sistema político mexicano, pero sin formación intelectual para resolver los verdaderos problemas que afectan, distorsionan y detienen el verdadero progreso colectivo de todos los mexicanos.
¿Acaso los mexicanos proveníamos de la etapa política más oscura de la historia nacional? No precisamente. Habíamos conseguido que germinara la democracia. Expresa José Woldenberg: <<El Pacto por México (en el sexenio de Peña Nieto), firmado por las tres fuerzas políticas más importantes del país y el presidente de la República, representó una especie de programa de gobierno y legislativo abarcante con un horizonte temporal muy vasto. Fue posible porque PRI, PAN y PRD asumieron un reconocimiento de la legitimidad de sus adversarios; esto pudo observarse como un eslabón civilizatorio>> (Subrayado mío. Nexos, núm. 569, mayo 2025.).
Continúa Woldenberg: << La primera etapa del Pacto de cumplió puntualmente…En la segunda etapa del Pacto se vieron fracturas muy importantes…el PRD se retiró de la reforma energética y el PAN se retiró de la reforma fiscal; esas dos reformas ya no se hicieron con el concurso de los tres partidos sino sólo dos…Parecía que la diversidad política instalada en el Congreso era capaz de forjar u horizonte inclusivo, se demostró que las artes de la política pueden dar resultados. Y esas rutinas de escuchar para negociar y pactar están totalmente fracturadas en la actualidad. ¿Cómo fue posible un vuelco tan radical?>>
Algunas respuestas. Primero, por los desaciertos de los grupos políticos que no lograron realizar los cambios del Pacto por México y, en segundo lugar, por los problemas no resueltos del desafuero, la elección de 2005 y las reacciones autoritarias de la izquierda: expulsión del Congreso del Poder Ejecutivo y la intentona de Golpe de Estado de esa izquierda radical.
Con una clase política desacreditada, un electorado “temeroso del cambio” (JSH dixit) y un “nuevo actor” (Morena), pues el cambio fue gracias al triunfo de la corriente política menos moderna, menos progresista y democrática que existe en el país.
El Ilusionista trajo al debate nacional la simplificación tranquilizante del convulso mundo contemporáneo, el reduccionismo accesible de los grandes problemas nacionales al entendimiento de las masas impreparadas y angustiadas, por último, las soluciones sencillas a problemas complejos.
Durante el sexenio de la señora Sheinbaum se dio, en la opinión de muchos conocedores del tema, un auténtico Golpe de Estado para quedar como la fuerza política hegemónica, avasallante y propiamente única que somete el país, pues domina con artimañas ilegales las dos cámaras legislativas.
Ahora han sometido a la barbarie de una elección fallida, la formación de un nuevo Poder Judicial que estará bajo el dominio absoluto de la hegemonía morenista.
Para el Ilusionista, que sigue ejerciendo el poder por interpósita persona, el poder es lo único que cuenta. Por esa razón se erigió como la única persona que daba información sobre su gobierno (y en el mismo tenor continúa su heredera). Para él la información es poder. Y para los ilusionados es más fácil atender una sola fuente de información con credibilidad, que enfrascarse en la complejidad de atender las múltiples fuentes de información -que no dejan de crecer con la aparición de las redes sociales- para formarse un criterio propio.
El Ilusionista consiguió simplificar la realidad. El Poder, con mayúsculas es encarnado por el Ilusionista y ahora su heredera. Ella sigue simplificando la realidad con sus decires mañaneros, en donde reinterpreta la realidad de acuerdo con sus intereses. Sus conferencias son la Voz del poder Único.
Lo que el Ilusionista logró para él y para su heredera es que su gobierno funcione sobre el “principio de la infalibilidad”. Este fin primordial lo reviste con el autoasignado principio de “superioridad moral” de la izquierda, por lo cual siempre tiene la razón.
El Ilusionista es Infalible. El Ilusionista es Incorruptible. Desde el Zócalo, emitió, casi a la letra, el concepto de Robespierre en la Convención Nacional francesa: <<” Ciudadanos, me llaman tirano, si lo fuera, me adularían…Soy el perseguido…pero encarcelé y castigué a los sinvergüenzas… ¿Cuál es el tirano que me protege? ¿A cuál facción pertenezco?>>…Eres tú, es el pueblo” (Betty Zanolli. “El régimen de terror (VII)”. El Sol de México. Sección: Análisis. 2025-07-20
Adular al pueblo. Hacerse la víctima. Que el Poder no sea cuestionado por sus errores: ese es su fin último.
El Ilusionista ha eliminado las instituciones del Estado destinadas a la autocorrección. Ha debilitado las instituciones públicas externas de crítica y corrección de sus decisiones. Solo existe la voz del Poder. ¡Y su palabra es la ley ¡
Proto fascista. O fascista. Populista. O neopopulista. Como sea, el régimen de Morena es el “Régimen del Hombre Fuerte”, corriente política que ahora domina la escena mundial. Tener la concentración del poder para crear una hegemonía. Este es su verdadero propósito.
No existe programa o proyecto de gobierno (a pesar del Plan México) para hacer frente a la inescapable escena mundial y sus principios: competencia interna y externa, competitividad en todos los sectores, cambio permanente en todos los órdenes, productividad creciente, respeto irrestricto del Estado de derecho, producción en masa de mujeres y hombres de altas capacidades científicas, técnicas, humanísticas: intelectuales; y con un estado de salud permanente para hacer frente a estas exigencias.
Ni el Ilusionista Incorruptible, ni el Pueblo Bueno de los ilusos temerosos del cambio, quieren saber nada de estas realidades.
francisco.montfort@gmail.com