Aperitivo: “Tan inútil es pensar que todo es una maravilla como meter la cabeza en un agujero por la que se nos viene encima. ¿Por qué tenemos la sensación de que las cosas están peor que nunca?” (Gonzalo Fanjul).
Tendríamos que preocuparnos, pero no, preferimos ahogarnos en trivialidades; que estemos a punto de naufragar, pos qué, igual nos vamos a morir, ¿no? La sabiduría está desterrada, para no referirnos al conocimiento, mucho menos a la dignidad, ni qué decir de la conciencia. Tomás di Bella escribió, en “El destape de las cloacas”, que la indiferencia es la manifestación más excelsa de la ignorancia. Vaya si no.
Vivimos sordos, ciegos y mudos ante una realidad brutal que cual avalancha nos amenaza y no podremos detenerla, salvo que hagamos algo. ¿Qué? Esa es la cuestión, ser o no ser, estar o no estar.
Hace unos días, Juan Ramón de la Fuente, representante de México en la ONU, señaló que es “inadmisible que 258 millones de personas vivan en insuficiencia alimentaria”, y Reena Ghelani sostuvo que “los conflictos armados destruyen los sistemas alimentarios, destrozan los medios de subsistencia y expulsan a la gente de sus hogares, dejando a muchas personas en situación de extrema vulnerabilidad y hambrientas. A veces estos efectos son consecuencia de la guerra, pero con demasiada frecuencia se infligen de forma deliberada e ilegal, y el hambre se utiliza como táctica de guerra”.
Ghelani agregó: “Cada vez más, el cambio climático se está convirtiendo en un factor que multiplica las amenazas. A medida que la presión sobre el agua y otros recursos naturales aumenta la competencia y los desplazamientos, se extienden los conflictos y el hambre”.
¿Y qué? Seguiremos viviendo como si nada, pese a lo que nos advierte António Guterres, secretario general de la ONU, que por las temperaturas récord registradas durante julio de este año, “las consecuencias son claras y trágicas: niños arrastrados por las lluvias monzónicas; familias que huyen de las llamas; trabajadores que se derrumban en un calor abrasador. La única sorpresa es la velocidad del cambio. El cambio climático está aquí. Es aterrador. Y es apenas el comienzo. La era del calentamiento global ha terminado. La era de la ebullición global ha llegado”.
Guterres añade: “Para los científicos, es inequívoco: los humanos tienen la culpa. El aire es irrespirable. El calor es insoportable. Y el nivel de ganancias de los combustibles fósiles, al igual que la inacción climática, es inaceptable… No más vacilaciones. No más excusas. No más esperar a que otros se muevan primero. Simplemente no hay más tiempo para eso”. Ahí ‘ta.
Ah, pero eso sí, nos hipnotizan los OVNIs, sin percatarnos de lo terrible de la existencia humana que tapamos o escondemos bajo la alfombra. ¡Carajos! Lo decía Ramón Gómez de la Serna, ¿y si las hormigas fuesen ya los marcianos establecidos en la Tierra?
Los días y los temas
Con eso de los libros de texto de la SEP, me causa escalofrío que veamos la educación con tanta simpleza, pese a lo que se diga y alarde. Seguro que estamos abonando más pa’ la ignorancia, sobre todo para los que menos tienen. Por eso Ambrose Bierce escribió: “Voto.- Instrumento y símbolo de la facultad del hombre libre de hacer de sí mismo un tonto y de su país una ruina”.
No arriesguemos a la niñez, porque entonces ¿cuál futuro?
Mi estimado Raúl Aceves me comentó que la educación es el proceso de convertir a un niño en adulto. Convertirse en adulto es la mayor tragedia que podría ocurrirle a un niño.
Quien tenga oídos…
De cinismo y anexas
No creo nadita de nada que las próximas generaciones se topen algún día -sobre todo lo entiendan y gocen- con lo siguiente:
De Gabriel García Márquez, “Los cinco cuentos más bellos del mundo: 1”, “Un niño de unos cinco años que ha perdido a su madre entre la muchedumbre de una feria se acerca a un agente de la policía y le pregunta: “¿No ha visto usted a una señora que anda sin un niño como yo?”.
O el Anónimo árabe, “La muestra”:
“Un rey brutal e ignorante, que había oído hablar de los poderes del mulá, le preguntó:
Dicen que estás asociado con el Diablo. ¿Cómo es él?
-Míralo aquí, majestad -dijo Nasrudín, entregando un espejo al gobernante.
Hasta la próxima.