“El insulto es la razón del que razón no tiene”
Francisco de Quevedo
Para Rogelio en su injusta prisión,
Cualquier lugar de nuestra vivencia política cotidiana pareciera marcarse por el delirio y la intransigencia; una experiencia definida por una visión que excluye a la diferencia, en donde los que piensan distinto son indefectiblemente enmarcados como enemigos. No hay otra razón posible, excepto la que fastuosamente se asume como la voz del “pueblo”, que se enfrenta a la “maldad” del contrario. En esta visión reduccionista, los extremos se tocan irremediablemente, explicaciones sectarias de la realidad que insultan a la razón y avanzan, para tragedia de todos.
En el mundo político de ahora no hay diálogo. Somos un país sordo y estridente, muestra clara de la incapacidad de sumar y de sumarse, donde solo una voz domina y se impone a cualquier otra, porque solo hay una voz que dice “la verdad” y a la que nadie puede contradecir o cuestionar.
La agresión del Presidente a la periodista del medio Animal Político en la mañanera de hace unos días, recrea con nitidez la insensata penumbra que prevalece desde el poder. Se privilegia un ánimo de ofensas y desprecios hacia quien pueda atreverse a plantear una ruta de diálogo, de autocrítica, de reflexión compartida. No hay oídos para escuchar, sino reproches y reprimendas ante la osadía de contradecir la versión oficial de las afrentas.
¿Dónde están los diálogos que algún día se ofrecieron?, La intransigencia y el dolo, los insultos mostrados, empequeñecen a una figura que se planteaba a la cabeza de una transformación fundamental y necesaria para nuestro país después de años de arbitrariedades e injusticias.
La construcción de un discurso como el actualmente dominante, donde se asume ser el único portador de las aspiraciones populares, es tan solo la manifestación de una visión poco o nada democrática, que ni respeta ni reconoce la pluralidad y la riqueza de visiones que sin duda tenemos como nación.
El arbitrario e intransigente comportamiento de muchos de quienes actualmente detentan el poder, cancela valores democráticos y de libertad del pensamiento distinto, que son denostados y señalados como traición a la patria, que reciben calumnias o descalificaciones ruines, que llaman a su erradicación o exterminio desde la simulación de estaturas morales insostenibles.
Demasiados problemas nos aquejan como país para dejar de reclamar, para no exigir mucho más que los discursos o las posiciones de intolerancia que acaban con la oportunidad de encuentros, de puentes que no pueden, ni deben ser incendiados con el fuego de los fanatismos vengan de donde vengan. Estoy convencido que podemos superar las sombras ominosas, la oscuridad que hoy cada vez está más presente.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
El huachicoleo sigue vivito y coleando, como muchos otros asuntos que se niegan.