JUAN GABRIEL, UNA IDOLATRÍA INVENTADA

’23/12/2024’
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ACONTRACORRIENTE

 

Manuel del Ángel Rocha

Con su muerte,  Juan Gabriel  pone de manifiesto el evidente predominio mediático del poder fáctico de las cadenas televisivas, que  lucran y condicionan los sentimientos de un pueblo, cuyo nivel educativo y cultural es hijo de  una visión prefabricada, que lo  dispone como  mero producto de consumo. Los grandes consorcios imponen su lógica de mercado, al estandarizar gustos y tendencias emocionales, que de la mano del poder oficial, se corresponden para engendrar pasiones  e identidades sobrepuestas,  que nada tiene que ver con las raíces de una nación o la  autenticidad de un pueblo. Son montajes y disfraces  que maquillan la percepción social de un sistema de cosas que descansan en una falsa realidad.

La función de la canción comercial como medio lúdico, no solo sirve para entretener, sino también contribuye  a construir y reproducir  un tipo de  vida en  sociedad. Cimienta a través de la reproducción de las letras,  la alegoría de una enseñanza-aprendizaje   artificial, una forma de vida  idealizada. Las metáforas en las canciones  construyen  escenarios imaginarios, alejados de la realidad, donde el sentimiento de pertenencia y pertinencia, es lo único. Es por ello   que amplios círculos sociales, sin proponérselo,  inconscientemente, quieren estar dentro, (entonar día y noche las canciones del talismán).

El mundo en el que se construye la música comercial no es neutral, corresponde a una representación ideológica y económica; medida y estudiada. La música representa  desde los tiempos antiguos una acción catártica que cura las emociones. Es la medicina de las almas, pero también el reflejo de una realidad y  hasta de conflictos sociales, si es producto de tendencias políticas o culturales. Es la expresión de las necesidades interiores más profundas del individuo, que expuestas, son la idealización de su realidad, encuadradas en la sublimación de los  sentimientos y sus problemas,  y por tanto, son  una escapatoria cardinal de su destino inmediato.

La canción  es la solución balsámica, artificiosa. Un escape a los  problemas  reales, pero también  un medio persuasor,  que pretende  hacerle creer a la gente que su sentir y sus gustos,  son los mismos para   todos. La música comercial que los grandes monopolios programan y difunden, siembra una  identidad personal y social falsa,  donde el mensaje  musical-simbólico los hermana  en un común sentimiento colectivo, creando  ídolos como Juan Gabriel, portador del hilo  íntimo de la unidad familiar, nacional.  Es la “normal”  metáfora de la felicidad y la desdicha, que la gran mayoría de los nacionales creen como algo natural. Con esa percepción nacen y mueren, sin que vislumbren la otra parte de la realidad.

Las letras de la  música de Juan Gabriel,  son porciones de realidad que están socialmente determinadas. Son percepciones y emociones que devienen generalmente de una conducta sembrada, y responden a una comunicación social establecida,  reproducidos por la población de manera inconsciente. Quizá por eso Nicolás Alvarado, no ve sustento en la versión lúdica del Divo de Juárez. No ve la vinculación entre  su arte “culto”, a  la elemental  sintaxis  pueblerina, regida por parámetros de consumo cotidianos,  quizá porque la música de Juanga, se suma a larga lista de obras artificiales del país.

Juan Gabriel con su muerte, está recibiendo el trato de un héroe nacional, con las televisoras privadas a tope en su catarsis, proyectando  sendos moños negros en las pantallas, y compartiendo la posición  oficial con propósitos expresos de seguir coadyuvando con la unidad nacional, al concebir la tercer visita de Alberto Aguilera a Bellas Artes, bajo la premisa de que lo popular también es artístico, y merece recibir los honores patrios, como se hizo con los hombres ilustres referentes de la cultura y la identidad  nacionales, que forman parte de la memoria y patrimonio de la nación. Que el pueblo sienta como propio a Juan Gabriel, aun cuando su arte  popular, sea un híbrido indudablemente preconcebido. Un producto comercial, altamente rentable para las empresas televisivas, dueñas del mercado musical, económico y emocional de millones de personas.

 

 

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