“La audacia sin juicio es peligrosa, y el juicio sin audacia, inútil”. – Gustave Le Bon.
Por años, Adán Augusto López Hernández fue considerado una figura intocable dentro del círculo más cercano del lopezobradorismo. Su influencia como gobernador de Tabasco, secretario de Gobernación y operador político le granjeó poder, pero también enemigos.
Hoy, sin embargo, parece haber sido sacudido del tablero con la misma elegancia con la que Claudia Sheinbaum ha comenzado a imprimir su estilo de gobierno: firme, sobrio y sin estridencias.
El silencio del senador Adán Augusto —quien lleva ya cinco días sin aparecer públicamente— ha levantado cejas justo cuando estalla una bomba política: la emisión de una ficha roja por parte de la Interpol contra Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad Pública en Tabasco y señalado como presunto líder de “La Barredora”, una organización criminal ligada al robo de combustible y otros delitos de alto impacto.
La cercanía entre Bermúdez y López Hernández es conocida en el ámbito político, lo que convierte este hecho en una sombra seria sobre su figura.
En medio de este escándalo, el propio Adán Augusto habría dicho que partiría como embajador a Francia, una jugada que, de confirmarse, tendría una lectura clara: la presidenta Sheinbaum no solo se sacude a uno de los factores de mayor tensión dentro del oficialismo, sino que lo hace sin necesidad de ruptura abierta ni confrontación mediática. Lo remueve con una dosis de diplomacia que no escatima en contundencia.
Y es que lo que parecía una imposibilidad para muchos —separar con elegancia al exsecretario de Gobernación sin fracturar el movimiento— ha sido logrado por la presidenta con su estilo inconfundible: metódico, inteligente y sereno. Una movida de ajedrez fino que no solo blinda a su administración del escándalo, sino que reconfigura equilibrios internos.
Este giro también podría significar el principio del fin del poder que mantenía el llamado Clan Yunista de Boca del Río, que encontró en Adán Augusto un paraguas protector. Con su posible salida, los vientos del desamparo político comienzan a soplar para quienes apostaban por su retorno al centro del poder.
La dupla Sheinbaum-Nahle ha demostrado que el liderazgo femenino no solo es real, sino eficaz y profundamente político. Gobernar con firmeza no está peleado con la compostura. Y si algo ha dejado claro esta administración naciente, es que las mujeres en el poder no solo han llegado para quedarse: han llegado a gobernar con clase.
Al tiempo.
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