Por Mouris Salloum George
Negar las evidencias es necedad que a nada bueno puede conducir. Donde muchos quieren ver una multitudinaria y exitosa manifestación en defensa del INE -que para los convocantes superó la cifra de 500 mil asistentes- el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y sus seguidores la minimizaron a la radícula cifra de 60 mil. “Y me excedí”, comentó irónico el mandatario.
Sin embargo, la realidad matemática y política les niega razón a unos y a otros. Por tratarse de un evento político y social singular, esa importante manifestación ciudadana debe analizarse con objetividad. Está de por medio algo más que un instituto electoral.
Desde el aspecto cuantitativo, suponiendo -sin conceder y en el mejor de los casos-, que la manifestación aludida hubiera rebasado el medio millón de participantes, esto apenas significaría un 2.5% de la población total en la zona geográfica donde fue convocada, que rebasa los 20 millones de habitantes (cabe recordar que la protesta contra el desafuero de AMLO superó el millón de asistentes; hace más de 15 años y con menos población, entonces).
Además, en demérito de la manifestación, debe señalarse que no le hicieron un favor los oportunistas y desacreditados personajes políticos que lograron colarse entre la gente de bien.
Como sea, en su forma y circunstancia la multitudinaria marcha sin duda es un evento masivo y muy trascendente; sin olvidar que México es el reino de las marchas, que pocas veces logran su cometido. La que se comenta pudiera ser un ejemplo, pero está por verse.
Desde el aspecto cualitativo, por su trasfondo y coyuntura política, la marcha tiene ya bien ganado -frente al gobierno -un elevado puesto como expresión ciudadana en defensa del sistema democrático emergente; que difícilmente ha ido construyendo la nación y que hoy muchos ven amenazado.
Lo cierto es que la gran mayoría de los convocados acudió por su voluntad y por sus convicciones. Ante todo, clases medias “aspiracionistas” que constituyen la gran fuerza motriz del México moderno que busca mejores derroteros, sin las cuales no hay lugar para el país en el concierto mundial.
El presidente anunció su propia marcha para el 27 del mes en curso. Muchos la interpretan como “la revancha”. La discordia no debe obnubilar al país. México es más que un gobernante y tiene que ver más allá de las conveniencias partidistas y personales. Es el mejor camino. Por cierto, ¿cuándo tendremos una marcha por la concordia nacional? Parece tarea imposible ante la actual polarización, y por eso debiera convocarse.