El periodista Manuel Rosete Chávez no se anduvo por las ramas y escribió que el responsable de las amenazas de muerte que le hizo el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) a la periodista Azucena Uresti, es el presidente Andrés Manuel López Obrador. Y no le falta razón.
Además menciona por qué: por el clima de linchamiento que ha generado en sus mañaneras, y por los ataques a reporteros y dueños de medios de comunicación que critican su forma de gobernar y lo desmienten con cifras.
Basados en esa premisa, si un día le sucede algo a Raymundo Riva Palacio la culpa también será de López Obrador que en sus primeras puestas en escena del bodrio titulado “Quién es quién en las mentiras”, protagonizado por la actriz de reparto Ana Elizabeth García Vilchis, incitó a la violencia contra el periodista.
Y es que Raymundo le ha tupido con señalamientos que el tabasqueño no le ha podido revirar y mucho menos rebatir. De ahí su inquina contra el también columnista y su deseo mal disimulado de que le caiga un meteorito en la cabeza.
Pero no sólo es Raymundo, al menos dos docenas de periodistas, escritores e intelectuales, están bajo el fuego graneado del Inquisidor de Macuspana.
Lo que sucedió con Azucena es consecuencia de que nunca como en este sexenio los delincuentes han tenido permiso para hacer lo que se les pegue su gana. Los abrazos que Andrés Manuel les ofrece por miedo, omisión o complicidad, se los han devuelto invadiendo comunidades, azolando pueblos, aterrorizando ciudades y cometiendo más de 96 mil asesinatos violentos.
En contrapunto, si la ayuda que prometió a Azucena Uresti es puro blof, la que promete a la ciudadanía es otra de sus cochinas mentiras.
“Ya no hay, como antes, protección para ningún grupo (delincuencial). De modo que reitero mi solidaridad a la periodista Azucena Uresti y a todos los periodistas, con la garantía de que siempre nuestro gobierno va a proteger a quienes llevan a cabo este oficio y a todos, dirigentes sociales y todos los ciudadanos. Quería dejar de manifiesto el apoyo a esta periodista, vamos a estar junto a ella apoyándola, protegiéndola, no está sola”, dijo y sus palabras invitan a la contestación.
Más temprano que tarde se sabrá a qué grupo o grupos de malosos protegió el gobierno de López Obrador y cuánto dinero soltaron a cambio de esa protección. El Presidente no será solidario con Azucena porque no lo es con ningún periodista, ni siquiera con lord molécula, el falso pirata y la keniana, sus lambiscones de cabecera. Y en efecto, Azucena no está sola, tiene el apoyo de la empresa para la que labora, de sus compañeros de trabajo, de sus amigos y de su familia. Pero no del Presidente.
Antes López Obrador había dicho: “Repruebo completamente esas amenazas, no admitimos que se actúe de esa forma, vamos a proteger a Azucena y vamos a proteger a todos los mexicanos. Es nuestra responsabilidad la protección de los mexicanos, que no sean dañados, intimidados, que no sean amenazados por nadie. Y sólo recordar que nosotros estamos combatiendo en los hechos la corrupción y la impunidad”.
Metido en su burbuja no se ha enterado que su gobierno ya es más corrupto que el anterior. Y que la impunidad se pasea babeando su veneno como perro con rabia por casi todo el país.
El “vamos a proteger a todos los mexicanos” no se lo creyeron ni sus fanáticos más fieles. En primer lugar porque eso es imposible y en segundo porque si así fuera no hubieran muerto ayer de manera violenta 87 mexicanos, que fue la cuota de sangre. Ni morirían los que manos asesinas matarán hoy, mañana, pasado mañana…
Al tabasqueño ya se le fue la nación de las manos en seguridad (también en salud, educación, economía, deporte y un respetable etcétera) y deberemos acostumbrarnos a ver actos mediáticos de prepotencia e impunidad como el del lunes anterior contra Azucena. Además, debemos acostumbrarnos a lo peor sin en apoyo del Presidente.
Si hace doce, quince o veinte años se temía que la delincuencia se infiltrara en los municipios, en los Congresos o en los estados, eso ya sucedió. Los delincuentes se saltaron todas las trancas y están tocando en la Presidencia de la República. Y una de dos, o les abren tontamente con más abrazos o igual tumban la puerta como lo saben hacer; a punta de fregadazos.