“La obra política más difícil es obtener la confianza antes que el éxito.” – Napoleón Bonaparte.
Tras la jornada comicial de este domingo 5 de junio, en donde se disputaron 6 gubernaturas (Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Quintana Roo, Oaxaca, Tamaulipas) muchas reflexiones y mensajes nos quedaron para analizar.
Por principio de cuenta, queda claro que a pesar de lo que se diga en las formas y estilos de gobernar, Morena es por mucho la fuerza política de mayor peso en el país, aun cuando el factor de la posible incidencia del crimen organizado sea lo que incline la balanza a su favor.
Es innegable que, como partido de estado, el aparato de Gobierno incluidos sus recursos operaron para apoyar a los candidatos que estimaron tenían mayor posibilidad de ganar las elecciones.
Aunado a ello, es evidente que la sociedad atraviesa por una crisis de confiabilidad en las ofertas políticas existentes, pues los otrora poderosos partidos hegemónicos –PAN, PRI, PRD- han entrado en una especie de espiral que los conducirá de no ejecutar un golpe de timón, a su inminente desaparición.
Pero la verdadera lección de este proceso está en demostrar que al menos los árbitros de la contienda electoral se han comportado como verdaderos garantes de la democracia.
Respetando la decisión ciudadana, garantizando el equilibrio y la participación imparcial de los actores políticos, sin menoscabo del proceso, cosa que vale la pena tomar en cuenta, cuando el mismo vencedor de la contienda, se ve favorecido electoralmente.
Atrás evidentemente quedaron, los grandes fraudes de estado, ahora la elección se gana con operación política horas antes de la jornada comicial y a ras de piso, no hay de otra.
Que presumen, a estas alturas, líderes como Alejandro Moreno “Alito” quien pierde descaradamente 4 de 6 gubernaturas, evidenciando que su gestión al frente del Partido emanado de la Revolución Mexicana, es un cadáver que ya apesta.
Su falaz comportamiento, a sabiendas que es el causante principal de la muerte de la oposición en México, resulta ya ramplona y por demás descarada, si realmente hubiera querido, desde su llegada al PRI, hubiera operado para transformarlo, democratizandolo, y abriéndole a la militancia el proceso de renovación.
Su simulada llegada y su intento de vender espejitos terminó siendo la prueba evidente de su cantado pacto con el mismo Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que sabedor de cómo operan los priistas, le apretó tantito las tuercas para que este entregará todo cuanto controlaba el partido.
Así el proceso electoral del pasado domingo, confirmó que es ínfima la oposición en México, y que, si no se ponen las pilas, difícilmente lograrán conseguir nuevos triunfos en los próximos procesos electorales.
Al tiempo.
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