LAS OLIMPIADAS LITERARIAS: EL PARÍS DE FRANÇOIS RABELAIS. (IV)

’23/11/2024’
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“Gargantúa y Pantagruel: cuarta y quinta parte.”    

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

La cuarta y penúltima parte de la novela fue publicada en el año 1552, es decir, más o menos un año antes de la muerte de Rabelais sucedida en 1553. Hasta esta publicación no existe la menor duda que la obra completa es del autor francés. De hecho, él escribió los prólogos y aclaró muchas dudas sobre los textos. Pasaron los años y ya en 1564 salió publicada la quinta y última parte que integra la novela total. Sobre este último libro se ha dicho y escrito de todo; que una parte es del autor y otra se le agregó, que todo el libro es de él, que una persona cercana a Rabelais lo escribió de forma completa, en fin. La realidad es que en su conjunto la novela resulta ser una obra maestra. Verdad es que existen capítulos que cansan un poco, en algunos momentos fastidian, empero, en la mayoría de las historias, aventuras, el lector va quedando complacido ante la creación, imaginación y fantasía del autor. Aquí no tan sólo nació la novela moderna como género literario, también se desarrollan estilos que al transcurrir de los siglos han sido fundamentales en el desarrollo de la novela, ejemplos: la literatura fantástica, el realismo literario, el distanciamiento de los héroes como protagonistas centrales y la creación de personajes comunes, ordinarios, más cercanos al lector. También en Gargantúa y Pantagruel hay varios capítulos de la futura novela filosófica, algo más, aunque ya lo señalé en las entregas anteriores, no sobra remarcarlo, la utilización del lenguaje es rico, enorme, no exagero al decir que en estos veinte años en que Rabelais escribió la obra completa, utilizó el lenguaje a plenitud. Tal como de la misma manera lo realizará años después Miguel de Cervantes Saavedra en su inmortal Quijote. Así que, sin más preámbulos, les platico algunos detalles del cierre de esta voluminosa y sensacional historia.

Como en el libro tercero, ningún sabio, sacerdote, doctor, loco, amigo, adivinadora, bruja…, pudo responder a Panurgo si debía casarse o no, entonces, Pantagruel decidió emprender un largo viaje marítimo teniendo como finalidad arribar a la isla donde se encuentra el oráculo de la botella y allí con la ayuda de la divina Bacbuc resolver la cuestión planteada por Panurgo. A partir de este instante, el lector se subirá a la embarcación llamada “La talamega” y viajará por largos meses viviendo una cantidad de aventuras asombrosas, peligrosas, que se antojan innumerables. La embarcación y sus tripulantes pasarán por muchos pueblos, islas, en algunos lugares serán bien recibidos, en otros tendrán que hacerles la guerra para defenderse de sus ataques, porque debe quedar claro que Pantagruel y su séquito no navegan en plan de conquista, ni mucho menos con la mínima intención de robar, usurpar, imponer, más, los pueblos por los que viajan están tan acostumbrados a recibir sólo agresiones, que sin saber los fines de la visita de los forasteros se encuentran predispuestos a atacarlos.

Al momento de zarpar al mar, Pantagruel se despidió con una sensación de tristeza ante su padre Gargantúa. Ambos personajes saben que el tiempo pasa muy rápido y que cada día es una oportunidad para vivir, pero también para morir. En el caso de Pantagruel, seguramente sentía que su padre ya era un hombre adulto, que los años hicieron estragos en él, tal como los hace en todos nosotros, y por todo ello, que un viaje tan largo podría representar nunca más volver a ver a su padre; abrazarlo, verlo a los ojos, expresarle lo tanto que lo amaba, agradecía. Por su parte, es muy probable que a Gargantúa lo apremiara el tema de su edad, no obstante, se percibe que más que temer a su natural muerte, le preocupaba que a su amado hijo le sucediera alguna tragedia que acabara con su vida a tan corta edad. Sin embargo, el padre comprendía, aceptaba y reconocía, como todos los padres, que los hijos deben emprender su vida, sus proyectos, planes, deben viajar, andar, vivir sus propias aventuras, y por supuesto que todos los padres sienten angustias, temores, aun así, los hijos si o si tienen que volar con sus propias alas, luego entonces, lo único que Gargantúa hizo fue darle su bendición, por supuesto que le otorgó sugerencias, recomendaciones, todas las ayudas materiales que le podía dar se las dio y así, padre e hijo se abrazaron muy fuerte, se despidieron con la esperanza que en un tiempo no muy lejano se reencontrarían nuevamente.

Apenas habían pasado unos cuantos días y Gargantúa no soportó el no saber nada de su hijo, decidió enviar una embarcación para localizarlo y enterarse cómo iban. Imagino que, en un aproximado de cuatro a cinco días, la navegación de Gargantúa se topó con la de Pantagruel. Muy sorprendidos y felices se abrazarón los enviados del rey con la tripulación que comendaba el adorado hijo. Pantagruel recibió del enviado una carta de su padre donde literalmente le expresaba: “Hijo muy amado: El afecto que naturalmente siente el padre hacia su hijo bienamado está en mi caso tan acrecentado por la consideración y reverencia de las dotes particulares a ti por elección divina otorgadas, que, desde tu partida, más de una vez me ha quitado todo otro pensamiento, apoderándose de mi corazón el único y desagradable temor de que vuestro embarque se viere acompañado de algún pesar o desgracia: pues tu siempre sabes que el buen y sincero amor siempre va acompañado de temor perpetuo. Para de tal ansiedad vaciar mi entendimiento he despachado expresamente a Malicorne para que se cerciore de cómo te va en los primeros días de tu viaje. Porque si es próspero y tal como yo lo deseo, fácil me será prever, pronosticar y juzgar del resto. He forrado de nuevo algunos libros divertidos, que te serán entregados por el presente portador. Léelos cuando desees descansar de tus mejores estudios. El citado portador te contará más ampliamente todas las noticias de esta corte. La paz del eterno sea contigo. Saluda a Panurgo, hermano Jean, Epistemón, Xenómanes, Gimnasta y a tus otros servidores, mis buenos amigos. En tu casa paterna, este trece de julio. Tu padre y amigo Gargantúa.”

Una vez que Pantagruel le contestó a su padre la carta, la embarcación siguió su rumbo. Además, Pantagruel conoció el método de enviar información de su estado a través de una paloma mensajera. Estando “La talamega” sola frente al mar, de pronto se vino una terrible tormenta. En los momentos complicados es donde se mide el carácter y comportamiento de los hombres. En las tormentas que invariablemente viviremos en nuestras vidas, sabremos para qué estamos hechos, asimismo, conoceremos de qué están hechas las personas que nos rodean. Aquí se descubre si se es honorable o lo contrario, si se posee dignidad o no. Aclarando que ante las vicisitudes es normal que a veces dudemos, nos equivoquemos, empero, por muy difícil que sea la tormenta que nos agobia, el hombre debe esforzarse por mantenerse digno hasta el final. Quien demostró en este cuarta y quinta parte de la historia ser sólo un fantoche de hombre es Panurgo. Este personaje tan simpático que aparece en toda la historia al lado de Pantagruel, cuando lo conocimos se nos presentó como un hombre ágil, astuto, valiente, atrevido, decidido, etc., bueno, todo eso sólo era apariencia. Sí, Rabelais aborda en pleno siglo XVI una conducta tan vigente como lo es la representación, la simulación. Panurgo, el mismo que presumía que había estado en guerras y en todas había salido triunfante, ante la mínima prueba que lo ponía en peligro lloraba y se lamentaba de una manera humillante, indecorosa. Mientras varios luchaban por mantener el navío a flote, Panurgo gritaba, maldecía su destino, imploraba a los dioses. Lo peor es que, este protagonista cuando pasaba la tempestad, volvía a ser el mismo cínico de siempre, un hablador, por tal motivo, Epistemón a manera de advertencia ante su amo Pantagruel, comentaba lo siguiente:

“–Creed, señor, que he sentido tanto miedo y terror como Panurgo. A pesar de ellos no ahorré mi ayuda. Considero que si verdaderamente morir es, como es, necesidad fatal e inevitable en tal o cual hora, de tal o cual manera morir es la santa voluntad de Dios. Sin embargo, es necesario sin cesar implorarle, invocarle, pedirle, requerirle y suplicarle. Pero es necesario no limitarse a ello, y por nuestra parte conviene asimismo preocuparnos y, como dijo el santo Enviado, ser sus cooperadores.”

El vendaval pasó y como en la vida misma, unos se quedan sin honor y otros continúan con la frente en alto. Panurgo siempre será el mismo, un farsante, un embustero. Pantagruel se conducirá firme. Recuerdo que en un capítulo Rabelais nos narra cuando el gigante se enfrentó a una enorme ballena, mientras Panurgo corría a esconderse a un lugar seguro, Pantagruel de manera valiente procuraba sacar adelante esta prueba matando a la ballena. La travesía es muy larga, en cada pueblo visitado hay una enorme variedad de costumbres, conductas, enseñanzas, moralejas…

Finalmente, François Rabelais murió en 1553 y, en 1564, once años después de su muerte, sus personajes seguían navegando. La tripulación si llegó al templo del oráculo de la botella. Todos fueron bien recibidos y emprendieron el viaje de regreso con muchos obsequios a la tierra donde reinaba Gargantúa. Los siglos han pasado y los personajes siguen navegando, tal como Don Quijote y Sancho siguen cabalgando. Así nació el género de la novela, así se sigue escribiendo y viviendo.

 

Correo electrónico: miguel_naranjo@hotmail.com

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Facebook: José Miguel Naranjo Ramírez.

 

 

 

 

 

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