Le gritaron “fuera, fuera” y se arrugó

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* Rocío Nahle tuvo show en La Parroquia  * Abortó la rueda de prensa y huyó  * Pudo sacarle sus trapos a sus enemigos  * A Yunes, Fidel, Duarte, a todo el PRIAN  * Reventó cuando le tocaron el tema de sus mansiones

 

MUSSIO CÁRDENAS ARELLANO

 

Publicada en mussiocardenas.com

2 de abril de 2024

 

Zacatecana de verdad, Rocío Nahle no cabe ni en La Parroquia de Veracruz. “Fuera, fuera”, le gritan las damas, y detrás de ellas está la mano, y los hígados, y la tirria de los Yunes azules, esta estirpe que delira por regresar al poder.

Le gritan de todo. La increpan con sorna. Gritan y gesticulan, y se ponen de pie, y hacen tanto escándalo que no bien alcanza su clímax la alharaca que ya son trending topic en la red social X, antes Twitter, y de ahí al Face, a Instagram, a los medios, dentro y fuera del país.

“Fuera, fuera”, le recetan las damas de bien, algunas de calidad cristiana, otras de calidad yunista, que dejan su desayuno a medias para detonar la rabia que traen dentro, mofándose de la favorita del Peje López Obrador, reventándole el encuentro con la prensa.

Y el “fuera, fuera” persiste. Que se regrese a Zacatecas, la incitan. Nahle es cobijada por el séquito guinda, desde el inútil líder estatal de Morena, Esteban Ramírez Zepeta, el de los chichifos; el dirigente de Fuerza por México en Veracruz, o lo que queda de ese partido, Eduardo Vega Yunes, alias El Tato; candidatos a diputados federales y locales en Veracruz puerto, Bertha Ahued, copropietaria de El Dictamen; José Ruiz Carmona, alias “Pepín”, de raíz priista y cola monumental; la periodista Rosa María Hernández Espejo, y el cantautor Byron Barranco.

Y la gritería crece. Y cada vez son más los que increpan. Y así haya una respuesta tibia –“gobernadora, gobernadora”, claman los guindas–, La Parroquia de Ruiz Cortines, en Boca del Río, es un pandemonium.

Nahle suele reír. No pierde la compostura. Siempre sonríe. Así hasta que llegó a La Parroquia ese domingo 31 de marzo y el rostro se le congeló.

Una, dos, tres preguntas y algo balbuceaba. No se le entendía. A Fidel Pérez, corresponsal de Latinus, no le aguantó nada. Dos dardos –“sobre sus propiedades, en cuál de las tres radica usted? Y, la otra, ¿Hay un recibo de luz de usted que exhibe un pago mínimo por el servicio, lo considera justo?”, y la conferencia de prensa abortó.

“No voy a caer en provocaciones”, decía la nativa de Río Grande, Zacatecas, que pretende ser gobernadora de Veracruz por Morena violando la Constitución local.

“Hoy es mi arranque de campaña y es con propuestas, y no me voy a enredar en difamaciones. Entonces, no me voy a enredar en eso. Hoy es mi arranque y eso es lo importante, y soy respetuosa de todas las expresiones”.

Qué aguada es Rocío. Y qué simple. Si esas arengas son buenas para lucirse, para responder, para retar.

Mínimo le hubiera recordado a Miguel Ángel Yunes Linares que su mentor, Andrés Manuel López Obrador, lo tiene en la mira con el famoso expediente azul, que sí existe, y a Fernando Yunes Márquez con el show de la joven Escalante, o se hubiera lanzado sobre Héctor Yunes Landa, tan duartista que hasta a su esposa convirtió en madrina de una generación de policías egresados de la Academia El Lencero en tiempos de Arturo Bermúdez Zurita, a la postre encarcelado, sujeto a juicio, liberado para que prosiga su defensa legal bajo fianza, pero señalado de tortura y desaparición forzada.

Le sobraba parque a Rocío Nahle García pero no lo supo o no lo quiso usar. Se cabreó con una tercia de señoras que comenzaron gritando “fuera, fuera” y en cosa de minutos ya tenían a los comensales de La Parroquia trepados en su propio carnaval.

Pudo destazar a Carolina Gudiño, favorita de Fidel Herrera, que no entiende que ya es un cartucho inservible pero de nuevo va por una diputación local.

Pudo destripar a Indira Rosales San Román, otra pieza del clan Yunes, que pasó por el Senado y lo único que se recuerda fue su adhesión a la Carta de Madrid, impulsada por el partido ultraderechista español Vox.

Pudo bailar y zarandear a la comparsa de Pepe Yunes, compuesta por priistas deplorables y panistas que dan asco, desempolvando expedientes que yacen en los archivos del CNI, antes Cisen y mucho antes Dirección Federal de Seguridad, la policía política del régimen.

Nahle está verde. Buscó el panal, lo pateó y salió huyendo.

Se fue a meter a la boca del lobo y luego ya no supo qué hacer.

Le faltó barrio y tablas y cerebro. Si algo tiene la broza priista, la runfla panista y el bandolero que comanda al PRD, Sergio Cadena, es un negro historial. Y Nahle los tuvo a tiro, porque están igual o peor de sucios que ella, pero no los quiso rematar. Amartilló el fusil y no jaló el gatillo.

Si ya se metió en el feudo yunista, si ya es vecina de los Yunes azules en la Riviera Veracruzana, si dice rentar –ajá– la casa de 40 millones de pesos de su sobrina Maribel Hoyos Peña y les compite a Miguel Ángel y sus hijos, ella en El Dorado, ellos en El Conchal, y a toda una runfla de ricos con fortunas de dudoso origen, qué le costaba encararlos, exhibirlos, bombardearlos extrayendo datos y más datos de su oscuro pasado.

Pero se arrugó. Y huyó. Se achicó cuando pudo pulverizar a la mal llamada oposición, el prianismo que se nutre en Fidel Herrera, Javier Duarte, Yunes Linares, Yunes Márquez, Julen Rementería, el Chapito Guzmán Avilés, adictos todos al poder sin límite.

Nahle es bisoña y políticamente sucia. Acumula negativos graves –Dos Bocas, caso Eva Cadena, la recaudación para López Obrador, red familiar contratista, casas en El Dorado, Coatzacoalcos, Villahermosa, Ciudad de México y presuntamente un departamento en Nueva York– pero sus enemigos prianistas están igual o peor.

Día 1 de campaña. El caos asoma. Le gritan “fuera, fuera”, “regrésate a Zacatecas”, y su recua sólo sabe responder “gobernadora, gobernadora”.

Día 1 de campaña. Horas después, la soberbia de Nahle aflora. Una fotografía con dron mostrando a los miles de acarreados que asistieron a mitin de la advenediza, el malecón de Veracruz atestado de morenistas. “Tengan para que aprendan”, dice la zacatecana.

En política, la arrogancia es pecado. Se revierte. Rocío fue incapaz de neutralizar los gritos de dos damas, y horas después se le bota un tornillo y comienza a alardear.

Mónica Bravo, católica, “mujer de Dios” que, de acuerdo con La Jornada Veracruz, categoriza a los obradoristas como “chairos, vividores y muertos de hambre”, y Mónica de Ávila, quien asiste a eventos de la alcaldesa Patricia Lobeira de Yunes, fueron las que desquiciaron a Nahle.

Rocío viene de un proceso interno accidentado. Perdió la encuesta ante Manuel Huerta Ladrón de Guevara, pero la imposición se consumó.

Su precampaña fue desastrosa. Confundía todo. No supo cuántos municipios tiene Veracruz; bautizó como José Azueta al alcalde de José Azueta; se confrontó con diversas corrientes morenistas; relegó a los allegados al desgobernador Cuitláhuac García; bloqueó a la intragable Mónica Robles, quien le disputó la candidatura de Morena al gobierno de Veracruz, y a Dorheni García Cayetano, quien intentó ser candidata al Senado, y mandó a Manuel Huerta a la segunda fórmula para el Senado.

Y horas antes de su arranque de campaña, La Parroquia estalla, la increpan, la acorralan, la orillan a abortar su rueda de prensa. Y tiene que huir.

Teniendo todo para aplastar a sus enemigos, se arrugó.

 

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