Vengo observando con curiosidad como se utiliza el lenguaje en la política mexicana en los últimos tiempos. Siempre ha sido especial, tanto que el gran Cantinflas dedicó ratos geniales para retratar esa forma tan singular del lenguaje político mexicano. Antes y ahora se utilizan la retórica, los eufemismos y niveles de extrema precariedad cultural a la hora de comunicarse. Noto una tendencia a decir muy poco en muchas palabras, a dar vueltas infinitas y consumir el tiempo en auténticas peroratas. El lenguaje de los personajes públicos pretende hacer una narrativa dominante de los actos de poder. Su misión es propagandística. Empobrece el lenguaje y, con el, se oscurece la vida pública. Pocas ideas, menos conceptos y palabras huecas nos conducen a la ignorancia.
Un artículo del brillante intelectual José Woldenberg, publicado el martes reciente con el título ¿”la hora de los brujos”?, donde expone que, a su juicio, la confrontación central en México, es entre la Ilustración y el Oscurantismo, me motiva a escribir este texto. Cuando hablamos de la Ilustración nos referimos a un movimiento intelectual del siglo XVII, que combatió la ignorancia, la superstición y la tiranía con conocimiento y racionalidad; además de la luz que suponía también planteaba la salida de la infancia mental y minoría de edad para adquirir el valor necesario para servirse a sí mismo. Él Oscurantismo es todo lo contrario a la difusión de la cultura en la sociedad y protege comportamientos irracionales e incoherentes. Visto en esos términos la tesis de Woldenberg, no es para nada descabellada.
La propaganda, esa forma de transmitir información para influir en una comunidad con aspectos parciales, ha jugado y juega un papel fundamental en la comunicación de los Gobiernos, todos, pero es más acentuada y sectaria en Regímenes autoritarios. En algún sentido se ha replicado hasta nuestros días, guardando las proporciones, el modelo Bolchevique o Leninista. En su momento Lenin, vía los periódicos Iskra y Pravda, vistos como medios de propaganda, pero también de organización y agitación política, creo el modelo que dio origen a la teoría contemporánea de la persuasión de masas y a la teoría de la opinión pública. Parte principal en la estrategia de partidos y Gobiernos era contar con un medio o medios de comunicación que les permitiera controlar la información y hacer propaganda. Los partidos comunistas y de izquierda mexicanos, hasta Morena -sea lo que sea-, heredaron ese modelo Leninista; por ejemplo, el PCM tuvo a “El Machete” y el PSUM al “Así Es”, mientras que otros partidos como el PRD, PPS, PMT, PRT y Morena cuentan o contaron con su propio periódico.
Los Gobiernos Soviéticos fueron totalitarios, incluyendo, por supuesto, el control absoluto de la información. Del mismo nivel, con algún margen de libertad por el internet, se pude decir de Cuba. Pero la perfección mesiánica, de culto demencial a la personalidad e implantación quirúrgico de una ideología lo encontramos en los Nazis, en el gobierno de Hitler. Su jefe de propaganda, Joseph Goebbels, se desquitó de una vida miserable, no solo mediocre, echando a volar su diabólica imaginación con los instrumentos del poder fascista. Su Ministerio de Educación Popular y propaganda era una maquinaria de adoctrinamiento y mentiras. Si queremos entender algo de los estilos propagandísticos actuales, en democracia, hay que echarle un vistazo a los principios de la propaganda Nazi creados por Goebbels. Nos vamos a sorprender mucho de la similitud en algunos aspectos con líderes, partidos y gobernantes actuales. Enumeró esos principios para describirlos y comentarlos en otra ocasión: de simplificación y enemigo único, del método de contagio, de transposición, de la exageración y desfiguración, de la vulgarización, de la orquestación, de renovación, de la verosimilitud, de la silenciación, de transfusión y de la unanimidad.
Creo que hay que reivindicar a la Ilustración, actualizada, y elevar culturalmente el lenguaje de toda la sociedad, pero sobre todo de la clase política. Contar con más información y canales de expresión es un antídoto a la ignorancia, al fanatismo, a la demagogia y a la tiranía como se hacía hace cuatrocientos años. Urge ser mucho más exigentes con los servidores públicos en el sentido de que se preparen y cuenten con perfil adecuado. No debe bastar que sean de algún partido político o se dediquen a recitar consignas.
Recadito: la cuarentena extendida permite leer.