Llama la Iglesia a dejar de ser pasivos ante el Gobierno

’24/12/2024’
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Como no recuerdo que otra autoridad eclesiástica lo haya hecho en 50 años que llevo ejerciendo el periodismo en Veracruz, el arzobispo de la Arquidiócesis de Xalapa, Hipólito Reyes Larios, llamó ayer a los mexicanos a ser “más despiertos”, a dejar su pasividad y a “agarrar el toro por los cuernos” en defensa de la libertad de expresión ante el intento, dijo, del gobierno por apagar las voces disidentes “como si quisiera imponer un pensamiento único”.

La institución religiosa y el jerarca eclesiástico se pronunciaron en el comunicado dominical y en la homilía del medio día en la Catedral, respectivamente, ante los últimos hechos ocurridos en las conferencias mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador, en las agresiones contra periodistas en Veracruz y con el uso de la fuerza pública en la Ciudad de México el sábado para frenar una marcha del Frente Nacional Anti AMLO (FRENA).

En su comunicado, suscrito por el vocero José Manuel Suazo Reyes, la Iglesia expresó su preocupación porque, apuntó, la libertad de expresión en el país, junto con otras libertades, se están poniendo en riesgo. Señaló que en una sociedad democrática, la libertad de expresión es fundamental. “De ahí que debamos cultivar la capacidad para escuchar y para recibir diferentes puntos de vista, aun cuando no sean como uno los entiende”.

Sin tapujos denunció que se observa un acoso permanente, descalificación y hasta intimidación hacia quien piensa o actúa diferente. Consideró lamentable  y reprobó abiertamente “que a través de un discurso repetitivo se quieran apagar las voces disidentes como si se quisiera imponer un pensamiento único”.

Agregó que junto a la amenaza de la libertad de expresión también se están afectando otras libertades aludiendo a lo que ocurrió el sábado en la ciudad de México, donde la policía impidió el libre tránsito a los manifestantes que marchaban del Monumento a la Revolución al Zócalo capitalino.

Reyes Larios comentó ante sus feligreses que le llamaba la atención que en Xalapa y en la Ciudad de México ha habido manifestaciones “muy agresivas”, “vandálicas”, de muchachos que han pasado destruyendo comercios, iglesias, edificios públicos, bancos y todo lo que han encontrado a su paso, sobre todo cristales.

Recordó que en esas ocasiones los policías no hicieron absolutamente nada, que estaban encerrados en su cuartel y que algunos hasta los acompañaron flanqueando su manifestación. “Entonces uno ya no entiende cómo es que estos chamacos, que no tienen ningún oficio ni beneficio, destruyen y después nadie es responsable”.

Insistió en que en esa ocasión el gobierno no puso alguna denuncia, “y ahora que son unos ciudadanos los que van explícitamente diciendo a lo que van, de manera pacífica, mandan a la policía para que los detenga y los agreda, entonces no hay piso parejo, yo creo que había que revisar mucho esto”.

En el comunicado dominical, la Iglesia se refirió al desplegado de 650 intelectuales y académicos, “alerta que debemos escuchar y reforzar”. Puntualizó: “Se necesita corregir el rumbo, a nadie beneficia mantener un discurso amenazante y desestabilizador. Los que evidencian los errores, los fracasos y las torpezas que se han estado cometiendo y que están dañando al país, encaminándolo a un punto muy peligroso, no tendrían por qué ser descalificados, agredidos e intimidados”. Dijo que se tiene derecho a pensar y a opinar.

La eterna lucha por la libertad de expresión

En Minatitlán, en lo que algunos de los reporteros que cubren sus actividades calificaron como uno de sus discursos más enérgicos, el 7 de junio el presidente Andrés Manuel López Obrador llamó a los actores de la vida pública del país a definirse a favor o en contra de su proyecto de gobierno.

Dijo entonces que las posturas moderadas no tenían cabida. Se refirió, agrediéndolo, al escritor e historiador Enrique Krauze, por el hecho de que el autor de La presidencia imperial había felicitado por su actuación al gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, con quien AMLO tiene serias diferencias.

“Qué bueno que se definan, nada de medias tintas, que cada quien se ubique en el lugar que corresponde, no es tiempo de simulaciones, o somos conservadores o somos liberales, no hay medias tintas”, expresó. “Se está por la transformación o se está en contra de la transformación del país (…) Es tiempo de definiciones”, puntualizó.

En mi caso, como columnista que analiza y comenta la vida pública del Estado y de sus actores, pero también las decisiones y las acciones de gobierno, no soy de la oposición como tampoco de la adulación, como dijo ayer Sara Sefchovich en El Universal, no participo en grupos contra el gobierno, aunque me han invitado a hacerlo, pero tampoco en grupos que lo apoyan.

Critico lo que en mi opinión está mal aunque reconozco lo creo que está bien. No me guía más que el deseo de que tengamos un buen gobierno para que les vaya bien al país y al Estado.

Pasé, siempre en áreas de prensa, por el servicio público y por actividades político partidistas y supe que es cierto, no solo una frase manoseada, que si les va bien al presidente y al gobernador les va bien a México y a Veracruz, pero no puedo quedarme callado si considero que uno y otro van por un rumbo equivocado y lo señalo con respeto pero con argumentos.

Eso es lo que hacen a diario articulistas, columnistas, editorialistas, comentaristas, caricaturistas, escritores y periodistas en los medios, en forma independiente y profesional, porque es su tarea como informadores, orientadores y formadores de opinión pública, un gozne necesario, imprescindible, que sirve para robustecer la vida democrática de toda colectividad, y que se distingue de la prensa panfletaria, militante y mercenaria, que es la que sirve y agrada al gobernante, al hombre del poder y en el poder.

Voltaire dejó para la posteridad la frase más acertada para exaltar el valor del respeto y la tolerancia, fundamento de la libertad de expresión: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Nada de la bebes o la derramas como postula en forma radical el presidente López Obrador, para quien, autoritario como es, no cabe que usted o yo o quien sea digamos que no tenemos sed o que no nos gusta el sabor.

Coincido con AMLO en que es necesario combatir la pobreza –acabarla no se logrará nunca– y la corrupción, pero no estoy de acuerdo en la forma en que ha decidido hacerlo como tampoco estoy de acuerdo en la forma en que está conduciendo México aunque sí comparto con él sus deseos de justicia en un país en el que una de sus características ha sido la del abuso del poder, en el que, lamentablemente, está cayendo.

No estoy de acuerdo, no acepto y tampoco me pongo el saco cuando descalifica a quienes ejercemos la libertad para expresar nuestro desacuerdo, para señalar la incompetencia y para denunciar anomalías o ilícitos, pero repruebo sus amenazas, sus agresiones verbales, sus señalamientos contra quienes opinan diferente de él e incluso con pruebas lo refutan.

Soy sobreviviente de la generación de jóvenes del 68 y me preocupa ver cómo a quien creía –y creo que muchos creíamos– que, por fin, sería el salvador del país, va que vuela para convertirse en otro represor como Díaz Ordaz, en otro intolerante como Echeverría (no hay que olvidar que acabó con aquel Excelsior de Julio Scherer por ejercer a plenitud su libertad de expresión, por disentir, por hacer crítica y denuncia) o en otro López Portillo, quien vio el poder como patrimonio de su propiedad personal.

AMLO no es el primero ni será el último presidente que ponga en riesgo la libertad de expresión y de manifestación, por lo que la lucha para defenderla es y será permanente.

 

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