Pasando por encima de la Suprema Corte de Justicia al valerle madre los amparos de los magistrados desplazados, proponiendo a abogadetas de membrete procedentes de la UPAV y dinamitando al Poder Judicial, el gobernador Cuitláhuac García finalmente impone, en fast track, a sus seis magistrados.
De nada valió el reclamo ciudadano que exige respeto a la división de poderes.
Poco le importó regalar a su comadre, esposa del secretario de Obras públicas, Helio Hernández, una magistratura para hacerle la vida de cuadritos a la magistrada presidenta del Tribunal Superior de Justicia, Sofía Martínez Huerta.
Y de poca utilidad política habrá de representarle tener en un puño y de hinojos a los poderes legislativo, judicial y el que detenta, si no sabe para qué sirven ni cómo usarlos en favor de la ciudadanía.
Es como si le dieran un auto Mercedes Benz cuando no tiene ni Volkswagen.
No sabe cómo se echarlo a andar y, como seguramente le aconsejaron que a tan modernos aparatos solo hay hablarles para que caminen, con esa voz aflautada que Dios le dio a este personaje, difícilmente podrá hacerlo caminar.
El punto es que ayer el legislativo en complicidad con los diputados del PAN a quienes dieron tremendo cañonazo por levantar el dedo, aprobaron la propuesta del gobernador que hace de seis chairos flamantes magistrados.
Con dos amparos ya aprobados que impiden la remoción de dos magistrados en funciones, el pleno del Congreso del estado los desechó y designó y tomó protesta a seis nuevos magistrados del Poder Judicial
Con 39 votos a favor y cuatro en contra, pero contando con el apoyo de la bancada panista que se arrodilló ante el becerro de oro que les mostraron los morenos, María Lilia Viveros, académica de la UV, sustituye al magistrado Antonio Lezamo Moo, obligado al retiro forzoso en medio de una fuerte campaña de desprestigio por supuestamente estar ligado al crimen organizado.
Itzel Castillo Castro, ex secretaria de Cuenta de Conciliación y Arbitraje, se lleva entre las patas a Fernando Charleston, quien –este sí- declina seguir al frente del TECA, tribunal el cual de hecho ya había dejado.
Ailett Garcías Castellanos, quien hace 20 meses era ama de casa da un giro inesperado a su vida. A su esposo Helio Hernández lo nombra su compadre Cuitláhuac, Secretario de Obras Públicas en donde lo único que ha hecho son negocios al amparo del “Cartel de SIOP”; luego le abre la puerta a la hermana de Aliett, Dorheny García Castellanos, a una diputación federal plurinominal para más tarde pretender empujarla para que encabece la Fiscalía, pero al no lograrlo la hacen magistrada.
Alma Rosa Flores, una oscura abogada amiga de los morenos la suben al estrellato para suplir a la magistrada Gladys Pérez Maldonado, quien por una década impulsó la igualdad de género para terminar siendo desplazada a pesar de tener un amparo que lo impide.
La jueza de control de Poza Rica, Lizbeth Aurelia Jiménez, que pasó una vida en su chamba de media cuchara es ungida a magistrada en sustitución de Roberto Dorantes Romero, quien podía seguir por cinco años más pero por capricho de Cuitláhuac y por urgirle la plaza, es despedido.
Y Antonio Sobrevilla Castillo un viejo priista titular del Juzgado Octavo de Orizaba, sustituye en pago de favores, a Víctor Manuel Cesar Rincón.
Todo un chileatole.
Se cumple así la voluntad chaira a costa del derrumbe del Poder Judicial. Es el morenavirus que llegó para quedarse.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo