La crítica puede no ser agradable, pero es necesaria.
Se cumple la misma función que el dolor en el cuerpo humano.
Llama la atención sobre un estado poco saludable de las cosas.
Winston Churchill
La discusión respecto de temas de la vida pública, consustancial a la condición democrática a la que todos aspiramos, ahora se encuentra para muchos, en el tono de la intransigencia y la incapacidad de escuchar. Discusión entonces, de oídos sordos y diálogos truncos, por la visión y defensa de posiciones irreductibles que detienen acuerdos urgentes frente a los problemas que se incrementan y profundizan.
Las dificultades de nuestro país están ligadas a las taras generadas por ejercicios públicos y políticos que convalidaron o fueron omisos ante las tragedias que suponían el incremento de la corrupción, la incapacidad de respuesta ante el incremento del poderío de los grupos delincuenciales, ante la aplicación sin rubor de un modelo económico que profundizaba la desigualdad y derrumbaba espacios solidarios y colectivos.
El escenario del desastre estaba y sigue estando allí, parece de irreductible solución. Sin embargo y pese a su presencia, paralelamente, con la fuerza social y política suficiente, se consiguieron forjar espacios institucionales que poco a poco acometían distintas problemáticas nacionales. Surgieron como resultado del reclamo social para mejorar las condiciones electorales y dar cauce y solución a los conflictos. Las distintas voces se unieron para que la sociedad civil gozara de un espacio para el reclamo y defensa de los derechos humanos, donde las demandas ante actos de arbitrariedad estuvieran protegidas legal y administrativamente. Se generaron y fortalecieron organizaciones y estructuras de participación y discusión que, desde la sociedad, miraban y actuaban en la revisión y evaluación de los actos públicos.
Muchos actores sociales y políticos asumieron una fuerte y profunda discusión frente a la arbitrariedad y en contra de los comportamientos de una cínica normalidad protegida por la impunidad. La amplia lucha y la crítica maduraban en medio de la exigencia de respeto a sus expresiones, al ejercicio pleno de los espacios de libertad y por justicia. Logros que se ampliaban en función de los compromisos y acuerdos alcanzados en la negociación democrática, como respuesta a circunstancias contra las que había que manifestarse. En muchos espacios se trabajó para mantener vigente la aspiración democrática, de libertades y critica frente a cualquier expresión que quisiera conculcarlas; ese aprendizaje de lucha contra la arbitrariedad dista mucho de haber acabado.
No puede ni debe cancelarse o banalizarse la crítica o las opiniones emitidas respecto de nuestros problemas o de los ejercicios públicos. Son inútiles y necios los intentos que surgen desde el poder para derogar la pluralidad y la diversidad, sobreponiendo la irreal y simplista idea de conmigo o contra mí. Insiste la nueva clase hegemónica en reclamar a rajatabla que todo lo pasado estaba mal y se equivoca, porque implica no reconocerse en la puja que derivó en su propio arribo al poder. Pretende borrar o estigmatizar sin más y dejar de reconocer el trabajo de los últimos 30 años, por ejemplo, la herencia de voces, andares, esfuerzos y muertes de muchos mexicanos que soñaron y lucharon, que luchan, que luchamos por forjar un país en el que nos reconozcamos todos, uno mucho más grande y justo que el México unipersonal o bicolor que pretenden imponernos.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
La Feria Internacional del Libro de Guadalajara, orgullo mexicano del encuentro y diálogo del pensamiento universal.