Martín Aguilar: el rector que quiere perpetuarse en la sombra

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“El respeto comienza por respetarse uno mismo” – Diego Quiros.

La Universidad Veracruzana (UV), baluarte de la educación superior en el sureste mexicano, atraviesa un periodo de profunda preocupación institucional. Martín Aguilar Sánchez, el rector más opaco e ineficiente desde la autonomía de la UV en 1997, pretende extender su mandato pese al claro desgaste de su administración. Lejos de asumir con dignidad el cierre de un ciclo gris, busca perpetuarse en el poder mediante una estrategia política que atenta contra la autonomía universitaria.

Su gestión se ha caracterizado por la falta de transparencia, la parálisis académica y administrativa, y un marcado alejamiento de la comunidad universitaria. A diferencia de sus antecesores —como Víctor Arredondo Álvarez, que impulsó la modernización académica, o Raúl Arias Lovillo, quien apostó por la consolidación institucional y la rendición de cuentas—, o Sara Ladrón de Guevara que certificó los planes de estudio de cada una de las Facultades, Aguilar ha reducido a la UV a una entidad silente, ajena a su papel social y académico.

Alineado con el exgobernador Cuitláhuac García Jiménez, el rector ha subordinado la vida universitaria a intereses políticos. La Junta de Gobierno, en vez de actuar como garante de la autonomía, ha tolerado estos excesos. Ahora, incluso permite que Aguilar maniobre para quedarse o, en su defecto, para que su proyecto continúe a través de un plan alterno.

Ese plan B lleva nombre: la Dra. Marisol Luna Leal. Académica de bajo perfil público pero cercanísima a Aguilar, Luna Leal se inscribió recientemente en el proceso de selección de rector o rectora. De no poder reelegirse Aguilar directamente, ella sería la encargada de continuar la misma línea, garantizando la permanencia del grupo en el poder. Compite formalmente contra figuras académicas con trayectoria reconocida, como el Dr. Jorge Manzo Denes y el Dr. Rafael Vela Martínez, quienes sí representan alternativas con experiencia y visión autónoma.

El riesgo de consolidar este retroceso institucional remite inevitablemente al movimiento estudiantil de 1988 en la UNAM, cuando bajo el rectorado de Jorge Carpizo McGregor la comunidad se movilizó ante el intento de violentar la vida universitaria. Desde entonces, no habíamos visto un intento tan descarado de imponer un proyecto político ajeno a los principios universitarios.

La Universidad Veracruzana no puede permitirse continuar bajo un modelo de simulación, ni mucho menos bajo el mando de un rector —o de su relevo pactado— que ha traicionado la esencia de la academia. La comunidad universitaria debe exigir respeto, transparencia y un nuevo rumbo. Porque la UV no pertenece a ningún grupo de poder, sino a Veracruz, a sus estudiantes y a su futuro.

 

Al tiempo.

 

astrolabiopoliticomx@gmail.com

“X” antes Twitter: @LuisBaqueiro_mx

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