“Felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque éstas darán luz a sus días”. (Jorge Luis Borges).
Parece que persiste: divide y vencerás. O, en todo caso, polariza y ya chingaste. México entre la espada y la pared o, mejor dicho, frente a un espejo donde se refleja un desmadre de imágenes que no coinciden con la realidad. ¿Qué en verdad somos? ¿Estamos? ¿Hay futuro? ¿O somos simplemente de a mentiritas en lo que dura cada sexenio, al menos la mayoría de los mexicanos jodidos? Vaya a usted a saber.
Recuerdo que debo a la conjunción de las calles Juárez y Alfaro, en el centro histórico de Xalapa, el descubrimiento de la Biblioteca de la Ciudad, donde me pasé horas leyendo a José Lezama Lima, Carlos Fuentes, Severo Sarduy, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y muchos escritores más. Hoy el edificio y los tesoros que resguarda (¿?) están abandonados. ¿Quiénes son los responsables? ¿Qué autoridad dice yo? O mejor: sobre el muerto las coronas. A la chingada con la cultura. Ahí leí a Jorge Luis Borges y ahora me acuerdo del cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”: “Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar”. Y si me apresuran, Carlos Fuentes, en su novela La muerte de Artemio Cruz, escribe sobre la “chingada”:
“TÚ la pronunciarás: es tu palabra: y tu palabra es la mía; palabra de honor: palabra de hombre: palabra de rueda: palabra de molino: imprecación, propósito saludo, proyecto de vida, filiación, recuerdo, voz de los desesperados, liberación de los pobres, orden de los poderosos, invitación a la riña y al trabajo, epígrafe del amor, signo del nacimiento, amenaza y burla, verbo testigo, compañero de la fiesta y de la borrachera, espada del valor, trono de la fuerza, colmillo de la marrullería, blasón de la raza, salvavida de los límites, resumen de la historia: santo y seña de México: tu palabra:
—Chingue a su madre
—Hijo de la chingada
—Aquí estamos los meros chingones
—Déjate de chingaderas
—Ahoritita me lo chingo
—Andale, chingaquedito
—No te dejes chingar
—Me chingué a esa vieja
—Chinga tú —Chingue usted
—Chinga bien, sin ver a quién
—A chingar se ha dicho
—Le chingué mil pesos
—Chínguense aunque truenen
—Chingaderitas las mías
—Me chingó el jefe
—No me chingues el día
—Vamos todos a la chingada
—Se lo llevó la chingada
—Me chingo pero no me rajo
—Se chingaron al indio
—Nos chingaron los gachupines
—Me chingan los gringos
—Viva México, jijos de su rechingada:
tristeza, madrugada, tostada, tiznada, guayaba, el mal dormir: hijos de la palabra.”
Espejito, espejito… ¿Es espejismo?
Los días y los temas
Y aún seguimos, chingándonos la madre. Y para no desviarnos del tiempo que nos tocó vivir –¿qué chingaos le hacemos?-, ahí tienen que sufro de insomnio desde hace muchos años, pero se me ha profundizado, pues. Y no están para que lo sepan, ni yo para contarlo, pero dice Sidarta Ribeiro, un reconocido neurocientífico brasileño, que “esto no es sorprendente desde que muchas personas presentan con esta pandemia más ansiedad por su futuro, miedo al contagio o desempleo, así como depresión debido a la soledad y a las dificultades económicas que debemos afrontar en esta época”. O sea, no soy el único. Como de película, ¿no?
No sé a dónde llegaremos, si es que hay algún destino. Pero de cierto os digo que el mejor refugio contra las tormentas del destino sigue siendo una tumba, dijera Lichtenberg con su agradable ironía. El chiste es que, según el INEGI (para no ponerme tan mamila), el año pasado se registraron 7 mil 896 suicidios, 22 diarios en promedio, de ellos 81.7% corresponden a hombres y 18.2% a mujeres.
Y para no quedarnos tuertos, digo, cortos, informa Marco Antonio Sotomayor, doctor en Ciencias por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que el impacto de la pandemia se agudiza principalmente debido al contexto de incertidumbre y constante cambio que se vive”.
Añade que “las personas experimentan una desestabilización en el estado emocional, la cual puede generar depresión, que se asocia a una la mortalidad temprana, ya que los pacientes pueden intentar suicidarse.”
Detalla que “la principal práctica para el suicidio es el ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación con 6 mil 663 casos, seguida por las lesiones por armas de fuego con 531 casos; envenenamiento por exposición a sustancias nocivas, 403; contacto traumático con arma de fuego, 97; y caídas, 44; entre otros.”
Va el empujón: “Los estados que tuvieron mayores tasas de suicidio –por cada 100 mil habitantes– fueron Chihuahua, Aguascalientes y Yucatán; mientras que las cifras más bajas se reportaron en Guerrero, Baja California y Veracruz”. (24-horas.mx, 30/07/21).
Voy derechito al puente Xallitic. Y recordaré el poema “El suicida”, de Jorge Luis Borges:
“No quedará en la noche una estrella.
No quedará la noche.
Moriré y conmigo la suma
del intolerable universo.
Borraré las pirámides, las medallas,
los continentes y las caras.
Borraré la acumulación del pasado.
Haré polvo la historia, polvo el polvo.
Estoy mirando el último poniente.
Oigo el último pájaro.
Lego la nada a nadie.”
De cinismo y anexas
Me quedo con uno de los “Fragmentos de un evangelio apócrifo”, de mi tocayo Jorge Luis Borges:
*Desdichado el pobre de espíritu, porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra.
Ahí se ven.