Si algo aterra a los mexicanos no es tanto que la presidenta Claudia Sheimbaun no reconozca la escalada terrorista que vive México, sino que Trump se declara listo para incursionar militarmente en México.
“Vamos a acabar con los enclaves terroristas que han sembrado los carteles”, advierte el próximo presidente de Estados Unidos.
Y eso sí que es grave.
Poco importa, por tanto, que la presidenta, la del rostro inescrutable, insista en lo contrario.
Carece de validez su definición de que “Terrorismo” es una acción de carácter ideológico o religioso no así las masacres que no respetan género, edad o lugar y que se suceden en las calles de México que son sus escenarios de disputa y que suman un récord de al menos 193 mil 612 homicidios entre 2019 a 2024.
El terror es el terror que observamos en al menos las diez plazas más calientes de la república, entre las que se cuentan Chihuahua, Durango, Sinaloa, Zacatecas, Colima,
Hoy a todo México queda claro que bajo la administración de Morena se han registrado los índices de asesinatos mas altos de la historia de México, aunque la parte oficial insista en que “no hay terrorismo en México”.
A los del segundo piso de la Transformación poco importa que La Real Academia Española de la lengua defina terrorismo como “dominación por el terror” o “sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror de modo indiscriminado para crear alarma social con fines políticos”.
Y poco vale el Artículo 139 del Código Penal que suscribe que “Se impondrá pena de prisión de quince a cuarenta años a quien utilizando sustancias tóxicas, armas químicas, explosivos, o armas de fuego, o por incendio o por cualquier otro medio violento realice actos en contra de la integridad física, emocional, o la vida de personas, que produzcan alarma, temor o terror en la población”.
Es una ley que para el consentido de Sheimbaun, Omar García Harfuch, nieto del general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa de Díaz Ordaz, no cuenta.
Para el supersecretario de Seguridad el caso particular de Sinaloa —donde el número de homicidios se fue al alza en más de 300 por ciento a partir del presunto secuestro del fundador del cártel, Ismael “El Mayo” Zambada—, es un tema circunstancial.
“Las bombas caseras arrojadas en Durango no se pueden considerar como caseras”, insiste la presidenta para quien los autos bomba en Guanajuato no son actos terrorismo.
¿Es acaso Narcoterrorismo?
Si es así, que nadie se atreva a calificarlo porque entonces eres “¡Traidor a la Patria!”, tal como se lo dijo Claudia al hoy al exdirigente panista Marko Cortes.
Así de grave está el tema que no muestra visos de solución de parte de la aldea, no así para el país más poderoso del mundo occidental.
Desde hace meses Trump ha venido advirtiendo que si ganaba la Casa Blanca llevaría a cabo una operación militar en México para combatir a los cárteles de drogas.
“Los narcotraficantes en México se han vuelto militares y tienen mucho dinero. Necesitamos, por tanto, una operación militar (…) Esta gente se encuentra probablemente entre las personas más ricas del mundo. Son muy ricos y muy malvados”, dijo.
Afirmó que “la gente está muriendo a niveles que nadie había visto nunca, por el Fentanilo que viene a través de la frontera, viene desde China, cruza la frontera, y vamos a detener eso”.
Se necesita, dijo Trump, “algún tipo de acción militar o al ejército” para combatir a los cárteles de drogas que “han asesinado a 300 mil personas al año y creo que es más que eso. Vamos a hacer algo respecto. Ni en una guerra se pierde tanta gente. No vamos a seguirlo soportando”, dijo.
¿Para cuándo será eso?
Pues ya se está preparando con un equipo exprofeso para que luego del arranque el 20 enero.
Ya falta poco para que extermine al terrorismo que, según la presidenta por cierto mañana de visita en Veracruz, no existe.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
