Con el consentimiento de Cuitláhuac y la bendición de Fidel, Javier e incluso del exgobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello, el pasado fin de semana se dio el consenso para que Alberto Silva Ramos, contienda por la alcaldía de Tuxpan bajo las banderas de Morena y el Verde.
Tiene el palomazo de arranque con todo el apoyo.
A la vera del camino se queda José Manuel Pozos, que ni tuxpeño es, atajado por los dos más poderosos y cercanos al poder Eric Cisneros y Juan Javier Gómez Cazarín, con quienes se confrontó una y otra vez hasta que fue apartado, primero de la Presidencia del Congreso, luego de toda cercanía con el gobernador.
Desde el arranque del sexenio no gustó que alguien a quien consideraban un arribista proveniente del PT y en desuso político por casi dos décadas, fuera colocado como Presidente del Congreso, desempeñando adicionalmente funciones que correspondían a la Secretaría de Gobierno, pasando incluso por encima de la Junta de Coordinación Política del Poder Legislativo.
Desde ahí Pozos fincó su imperio, que incluso le permitió colocar a uno de sus hijos como Subsecretario de Planeación de SEFIPLAN y a un puñado de familiares más en el aparato.
Su espacio de poder sería finalmente derruido. Sería bloqueado y retirado de la intriga palaciega, aunque en los círculos de Palacio ha trascendido que tendrá un premio de consolación.
No regresará a los primeros planos del equipo de Cuitláhuac, pero sí podría encabezar la dirección de un organismo descentralizado donde se pierda en el mar de la burocracia.
Alberto Silva en la contraparte, supo tejer su telaraña para regresar al municipio que ya gobernó en la era Duarte.
Silva, un político controvertido que en algún momento fue puesto en la línea de arranque para contender por la gubernatura, un político odiado por muchos políticos y periodistas, pero amado por su pueblo, un político que se enfrentó a Miguel Ángel Yunes Linares, por defender a Duarte sin que fuera llevado a la cárcel, encontró oportuno refugio en el Partido Verde.
A la sombra del entonces gobernador chiapaneco Velasco Coello y en momentos en que la alianza con Morena se convertía en un trabuco, esperó los tiempos de cambio.
Ello a sabiendas de que el entorno no le era favorable, que Duarte y un puñado de colaboradores iban, uno a uno, a la cárcel. Solo aguantó el chaparrón.
Su refugió fue la relación que tejió además con Javier Herrera Borunda a quien su padre, Fidel, en el día a día, enfermo y sano, le ha venido allanando el camino a la gubernatura por el camino verde.
Por ahí encontró cobijo.
Desde ahí observó como en el 2018 el priismo migraba a Morena para ungir a Cuitláhuac García y sembrarle parte de los dos millones de votos que contribuirían a llevar a la Presidencia a Andrés Manuel López Obrador.
¿Por qué no habría de estar agradecido el Peje luego de tal acometida?
A Silva Ramos, asesor de Fidel, alcalde, secretario de estado, jefe de prensa, dirigente del PRI y diputado federal en la época de Javier Duarte, Tuxpan no le significa ningún problema. Es una plaza que conoce, que nunca abandonó y en donde la gente guarda buenos recuerdos de él.
Para Morena Tuxpán habrá de ser un problema menos en materia electoral y política ya que si gana Silva, le restará votos al PAN y echará de esas tierras a la familia Mancha que ha corrompido todo lo que ha encontrado a su paso con la bendición del Mancha mayor, Pepe Mancha.
Por lo pronto Silva Ramos, según sus allegados, ya está en la línea de arranque.
Desde su posición de Delegado Estatal del Partido Verde en la entidad recorre Veracruz, aunque cada vez que asoma la cabeza le disparan. Aguarda tiempos -a septiembre de este año- para empezar a planear por donde transitará el Verde y ver si Morena repite la hazaña del 2018, cosa que se complica dado el desastroso papel del gobernador Cuitláhuac García y la pulverización de Morena en tan solo 19 meses.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo