Por una de las calles de París, el reconocido fotógrafo René Robert, de 84 años, camina despacio, concentra su atención en lo que le rodea, observa, listo para atrapar la imagen, fijarla en el tiempo. De pronto, tropieza, cae al suelo, ve su cámara volar y se pregunta cómo habría quedado su cuerpo inmovilizado en la caída si le hubiera dado tiempo de autografiarse. Fue una lástima. El colmo de un fotógrafo. Bueno, para la próxima estaría más atento a estos detalles de sus pasos andantes. Tirado en la acera, a unos cuantos metros de la parada de autobús y la entrada al túnel del metro, René no pudo continuar, se paralizó su cuerpo en un tiempo invernal, a esta hora de la mañana cuando la ciudad, apresurada, enloquecía por la tiranía del trabajo, el compromiso cualquiera, incluso por el esparcimiento, con la sana distancia y el cubre boca que, al menos para él en ese ahora, no le sirvió de nada, ni siquiera para protegerlo del aire helado o usarlo como banderita para pedir auxilio. René Robert, luego de nueve horas tirado en el suelo, sin que nadie acudiera a su ayuda, cual hombre invisible que agoniza viendo la muerte venir, astuta y gélida, da el último suspiro mirando a su cámara fotográfica que le dice adiós.
Entre la realidad y la ficción, no hay trecho ni tregua. Ya no se sabe ni qué pasión. El mundo al revés o, sencillamente, hecho un desastre, por decir lo menos. Fue cierto, hace unos días el fotógrafo suizo René Robert murió de hipotermia; nadie acudió a socorrerlo. Su amigo, Michel Mompontet, fotógrafo y periodista, comentó que había sido “asesinado por la indiferencia”. Y no lo dudo ni tantito. De igual forma sucede con los indigentes. ¿Quiénes son? ¿Qué madres hacen ahí deambulando a ciegas, sonámbulos, o tirados a media calle? ¿Son de este mundo? Pos nos vale cacahuate. La asistencia pocas veces o nunca llega, sea de las autoridades responsables, sea de la población en general. ¡Help! Ok, ¡socorro! Ya no esperemos que la justicia haga acto de presencia, aunque dicen que es pronta y expedita e imparcial, ¿para quién?
“¿Cómo asumir lo que nos es indiferente?”, pregunta Luis Cardoza y Aragón. Hermann Broch apunta: “Nuestra indiferencia, ¿no señala el comienzo de nuestra caída hacia lo animal”. Claro, tempestuoso es el mar de la indiferencia, escribe S. J. Lec y apuñala: “El hombre se reconcome toda su vida, para no convertirse en un caníbal”. Vamos por el camino, sin importarnos qué le pasa al vecino, si está bien de salud o le falta algo, a no ser que sea un chismito, paramos las orejas, nos ponemos a darle duro y tendido en el lavadero, en la calle, en la tiendita de la esquina o donde sea, el chiste es estar bien enterado de las desgracias y desavenencias de los prójimos y “próximos”, no vaya a hacer la de malas y nos quedemos en ascuas, en la ignorancia “absoluta”. Sucede aquí y en China y no hay diferencias de género, posición social, preferencia religiosa, política, sexual y etc.
Carlos M. Urzúa comentó, en su artículo “Indigencia y pobreza en México”, que “los indicadores sobre la pobreza son multidimensionales. No obstante, los más frecuentemente citados son los que se estiman solo mediante el ingreso. Se dice que una persona vive en una situación de pobreza extrema por ingreso, que vive en la indigencia, pues, si no logra comprar la canasta alimentaria básica. De acuerdo con el último estimado del Coneval, el porcentaje de mexicanos que sufren pobreza extrema creció de 14% en 2018 a 17.2% en 2020. Esto es, el número de indigentes creció en dos años de 17.3 a 21.9 millones. En el caso de la línea más amplia de pobreza por ingreso, que incluye también una canasta no alimentaria, el porcentaje de pobres creció en los dos años de 49.9% a 52.8% de la población.” (elnuniversal.com.mx, 09/08/21). ¿Cómo vamos en el 2022? Con el agua hasta el cuello. A la orden, Capitán, el barco se nos hunde. ¿Se nos hunde, Quimosabi?
Los días y los temas
En el marco de la celebración del Día del Amor y la Amistad, algunos municipios realizarán Bodas Colectivas gratis, pos el amor no tiene precio, ¿O sí? Claro que seguramente de otras ocurrencias nos enteraremos tanto de las autoridades como de la población, para festejar el mes y el Día tan amados. Ya ven que el ayuntamiento de Orizaba invitó a asistir a la “boda más esperada y única en la historia de Orizaba Pueblo Mágico”, de La Vaca y el Buey, el próximo domingo 13 de febrero. Chido, asistiré como invitado del buey, faltaba más, faltaba menos. La familia es la familia. Porque cuando hay amor, hay amor. Chin chin el que se raje.
Y si no cuenta con amor, vayamos a Nogales y presenciemos algún acto de “Divorcio Colectivo” que el ayuntamiento oferta de manera gratuita, pos nomás para distanciar el odio. Porque del amor al odio, hay… ¿cuántos pasos?
De cinismo y anexas
Como dice no sé quién: nada por aquí, nada por acá, muchos menos allá. Todo es del color del cristal con que se mira. O lo que es lo mismo: “El peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos con indiferencia: esa es la esencia de la inhumanidad”, escribiera George Bernard Shaw.
Ahí se ven.